Este domingo tuvieron lugar las comuniones en Elorrio, en una única ceremonia en la que todos los niños y niñas fueron agrupados. Esta vez han sido doce los participantes en el sacramento, lo que dadas las dimensiones del pueblo y los tiempos que corren no me parece un mal número. Salió un día radiante, de auténtico verano, el primero del año en el que se alcanzaron los treinta grados y que, pese a las previsiones, no tuvo un reverso tormentoso por la tarde. No, el buen tiempo aguantó toda la jornada, lo que supuso una alegría añadida a críos y familias, que pudieron festejar de manera completa la jornada sin preocuparse por lo que pudiera caer del cielo. Ya llovió ayer, pero no el domingo.
A la vez que se celebraba la ceremonia en Elorrio, en el Vaticano tenía lugar la llamada misa de entronización de León XIV, y es que un Papa es un rey absoluto en el Vaticano como estado y en la iglesia como institución, y era ese día en el que tenía lugar algo parecido a una coronación, con todas las distancias que ustedes quieran tener, pero con el mismo significado. El Papa es la cúspide de la iglesia y esos críos de Elorrio su base, y entre medias, todo un mundo sometido a una crisis profunda. Mientras asistía a la misa en Elorrio, con una audiencia mucho mayor de la habitual, fruto de las familias y allegados que se habían reunido para la celebración, no dejaba de pensar en si lo que estaba presenciando tenía futuro o no. Esos críos han visto, por ahora, una cara de la iglesia asociada a lo festivo, a lo celebrante, no mucho al trabajo y sacrificio, y menos a la hipocresía, que es lo que los adultos descubrimos con el tiempo en casi todas partes, no sólo en los templos. ¿Cuántos de esos críos mantendrán una cierta vinculación con el mundo de la fe en el futuro? Ya en la ceremonia se comentó que el acto que se celebraba no era el final de la carrera de la fe, sino una etapa que debía ser sucedida por otras ¿Se apuntarán muchos a confirmación? ¿Alguno la hará? Dentro de, pongamos, dos décadas, ¿cuántos de ellos pisarán la iglesia más allá de algunos actos formales, como bodas o funerales? La pompa del Vaticano contrastaba notablemente con el fondo de una creencia que se ha debilitado notablemente en la sociedad. Sí, sigue habiendo creyentes, y algunos muy convencidos, pero el catolicismo está en retroceso en nuestra sociedad. Nadie lo diría viendo las masas que se han congregado recientemente en la Semana Santa, tanto en lo que hace a cofrades como a espectadores, pero eso lo asocio más a costumbres locales y a un cierto componente de folclore que a religión entendida como tal, como fe en la trascendencia. El número de sacramentos impartidos se ha derrumbado, los bautizos, comuniones, confirmaciones y bodas sean cada vez más escasos, y ahí se ha juntado tanto el proceso de descreencia como el del derrumbe de la natalidad. La inmigración creciente, en toda Europa, no tiene un anclaje religioso equivalente al del territorio que le acoge. Si em apuran, en España, somos la excepción dada la prevalencia católica de muchos de los latinoamericanos que llegan a nuestro país, pero entre ellos también han crecido con fuerza los componentes evangélicos, y el proceso de secularización a medida que sus vidas prosperan en lo material. ¿Es la religión algo del pasado? No, no lo es, porque el sentido de la trascendencia que les comentaba sigue anidando en el interior de cada uno de nosotros, y periódicamente reclama respuestas que no somos capaces de darle. La vida moderna, cada vez más ocupada y compleja, con absurdos crecientes, ha quitado mucho del espacio que antes era ocupado por el rito religioso, tanto en los horarios como en la mente. Y es evidente que la religión, tal y como era entendida en el pasado, no es capaz de dar las respuestas necesarias a gran parte de la población que, en el ocio y el disfrute, ha encontrado una manera de acallar sus miedos interiores. Para muchos es efectiva, no para todos. ¿Es ese, el disfrute hedonista, el pensamiento religioso de nuestro tiempo? Un observador ajeno seguramente concluiría que sí, dado el peso que le otorgamos en nuestro día a día y en la planificación futura de todos nuestros actos.
El nuevo Papa, como cabeza de la iglesia, tiene muchos retos, algunos mundanos, pero todos ellos importantes. El que más, creo, es lograr que la institución que preside sobreviva a la modernidad, y no se si se conoce la receta para ello. En Europa, al menos, el sentimiento religioso católico practicante puede ser superado en breve por el del rito musulmán, que crece con fuerza. El riesgo de que las iglesias y templos acaben siendo lugares de museo, en el mejor de los casos, cuando no espacios olvidados y sometidos a la decadencia, es real, y la iglesia debe plantearse qué debe hacer para reconectar con una sociedad que no la ve como uno de sus pilares. ¿Cuántos niños harán la primera comunión en unos años?
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