miércoles, mayo 07, 2025

Merz, un canciller debilitado

Ayer tuvo lugar el cónclave, por usar una metáfora apropiada al momento, del parlamento alemán, sesión de investidura para escoger al canciller federal. La previsión era que, tras el acuerdo firmado entre los conservadores y socialdemócratas, la elección de Merz sería poco más de un trámite, y lo sucedido hizo que el guion se cumpliera en el fondo, pero no en la forma. Sí, Merz salió elegido, pero en la segunda vuelta, tras una sorprendente primera votación en la que alguien que debía votar que sí no lo hizo, y propició la derrota del candidato. El voto allí para esa sesión es secreto, por lo que no se sabe quienes alteraron su compromiso, pero se supone que serán del SPD.

Lo que pasó ayer muestra que, aunque Alemania tiene nuevo gobierno, nace con debilidad manifiesta, y eso ya es una mala noticia para una UE sumida en problemas existenciales. Tras la marcha del Reino Unido, los cuatro grandes países de la unión afrontan serios problemas internos que lastran el proyecto compartido. Italia y España, naciones de segunda, no pintan mucho (bueno, nosotros ni existimos en la práctica) y son Francia y Alemania las que deciden, impulsan y dan consistencia a la Unión. En Francia sigue la división interna en la sociedad, y el gobierno del primer ministro hace poca cosa porque su apoyo parlamentario es el que es, y sólo la figura de Macron, un presidente que, constitucionalmente, es un monarca poderoso, logra que el país tenga una representatividad internacional, que de hecho es mucho mayor de la que sus propias capacidades le otorgan. En Alemania la situación es algo mejor tras el acuerdo de gran coalición, pero los retos son enormes, y lo que pasó ayer me da mala espina. En economía Merz tiene a un país anclado en el estancamiento, sometido a grandes costes energéticos, golpeado por la competitividad de los productos tecnológicos chinos (los coches, sin ir más lejos) y recibiendo palos constantes de las decisiones arancelarias de Trump. Todo está confabulado contra el diseño de la actual estructura económica alemana, y así van los datos, con un país que no crece desde el Covid y presenta grietas profundas en muchos de sus sectores estratégicos. La necesidad de reformas es imperiosa, tanto para modernizar algunos aspectos de la nación, lo que significa grandes inversiones, como para alentar el desarrollo económico, fomentando la competitividad, como para espolear sectores punteros que en el tiempo presente son de primera necesidad, como todo lo que tiene que ver con defensa. Mer debe organizar una política económica de gasto público expansivo en ciertos aspectos y liberal desregulatoria en otros, lo que le va a complicar mucho sus apoyos. Si bien para lo primero es probable que no tenga muchas dificultades, lo segundo va a suponer rebeliones en el apoyo parlamentario, como la vista ya ayer, por lo que es probable que gran parte del programa liberal que llevaba como mantra en su campaña naufrague a la hora de traducirlo en normas federales. Eso será malo para una Alemania que necesita el crecimiento como aire para respirar. En parte, no sólo por ello, pero sí muy influenciada, el auge que vive el movimiento extremista AfD, al que las encuestas ya sitúan como primera formación en intención de voto, se da en una nación en la que el orgullo económico de antaño se muestra herido, y con una ciudadanía que ve como los salarios crecen menos que los precios y que la senda de prosperidad creciente que ha caracterizado décadas y décadas en el país parece haberse topado contra un muro. El mundo se ha complicado mucho, y la estrategia alemana de tejer alianzas comerciales fiables con socios de todo tipo para tratar de sacar margen gracias a sus empresas punteras choca frente a un escenario de partición, de bloques, de recelos entre grandes potencias. Alemania carece de poder duro, de influencia geopolítica, su atractivo es su tecnología, sus marcas, su industria, su fiabilidad, y eso, en los tiempos actuales, no basta.

La alternativa sencilla que algunos han propuesto, derivar el esfuerzo del complejo automovilístico hacia el militar, no es tan sencilla como suena, porque son sectores de requerimientos muy distintos y de mercados opuestos (de hecho, lo militar no tiene “mercado” porque son los estados los que lo demandan y pagan con el presupuesto, no los ciudadanos o empresas). Vamos a ver lo que sucede, pero para el desarrollo y estabilidad de la UE es condición necesaria que Alemania funcione bien. Ojalá sean capaces de enderezarla.

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