martes, abril 25, 2006

Huesitos

De ente las muchas noticias de este movido fin de semana ha habido una que me ha parecido fascinante. Según cuentan varios periódicos, unos desconocidos entraron en el cementerio municipal de Peralada, Gerona, profanaron una tumba de una difunta que llevaba diez años descansando allí y, una vez extraídos algunos huesos, hicieron un caldo en una olla que ellos mismos llevaban, aderezado con unas pastillas de “Avecrem”, para que el resultado tuviese una cierta consistencia, porque es de esperar que, transcurrido tanto tiempo, poca carne y sustancia iban a aportar unos huesos con mucho pedigrí pero, desafortunadamente, algo caducados y pasados de fecha.

Hasta ahora había visto casos de asaltaos a camposantos algo más tradicionales. Ritos satánicos, jóvenes del pueblo que hacen la apuesta para pasar una noche en medio de los antepasados, como en las películas y, sobre todo, casos de necrofilia, que ya son ganas, nunca mejor dicho, pero esta faceta culinaria, muy novedosa, muestra el éxito que están teniendo los programas de cocina y afines, y que la imaginación del personal no se acaba nunca. Como sitio para hacer un picnic un cementerio tiene sus indudables ventajas. Hay césped en abundancia, habitualmente despejado salvo el 1 de noviembre, velas abundantes con las que alimentar la hoguera en caso de que se apague, flores para aromatizar el ambiente y muchos receptáculos, agujeros y estructuras para hacer de improvisada parrilla. Lo que no me percataba yo era la cantidad de materia prima disponible para la misma barbacoa, aunque claro, sería necesario saber cuales han sido los nichos más frecuentes para que el condimento sea adecuado, y las proteínas disponible suficientes para alcanzar la cantidad diaria recomendada, porque de lo contrario va a quedar un guiso muy flojo, ideal para anoréxicas.

Y ahora, imagínense la escena, en la que un incauto se aproxima a la tumba de su ser querido para recordarle, y adecentar el espacio ya deteriorado, y se encuentra a unos individuos degustando, en medio de las brasas, una nutritiva sopa, ideal en esas mañanas de invierno o primavera, con el viento silbando, y resulta que es a su difunto a quién están degustando. En ese caso sería comprensible que se uniese al festín, para atestiguar lo dulce que era, pongamos, Pepe, lo que nos quería, lo bien que nos trataba, como sudaba para traernos pan a casa todos los días, hasta después de muerto........

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