Este fin de semana todos los periódicos traían muchas entrevistas con Bono, el Ministro cesante de Defensa, uno de los políticos más carismáticos y extraños de este raro país. En ellas Bono se deshacía en elogios hacia el presidente Zapatero, juraba por todas sus vírgenes (y son muchas) que se iba a dedicar a su familia y afirmaba, serio y rotundo, que ni el Estatuto de Cataluña ni la negociación con ETA le han echado del gobierno. Tan alto lo juraba que no sonaba a cierto. No me lo imagino paseando por Toledo mientras lee el periódico y gastando sus tardes haciendo Sudokus, no.
Bono ha sido un personaje mediático durante toda su carrera. Populista, vocinglero y con un acento muy “dejtacado” se ha llevado la presidencia de la Junta de Castilla la Mancha tantas veces como ha querido. En el gobierno actual hacía un papel de freno a las aspiraciones nacionalistas, y muchas veces lo ha dejado claro. Su oposición pública a que el término nación figurase en el Estatuto, su oposición a la negociación con ETA, su aversión a los pactos y cesiones con los nacionalistas en general... Si Bono se ha ido porque su postura no ha sido escuchada por el presidente o el resto del partido, lo ha hecho de una manera cobarde, por la puerta de atrás. Robin Cook, ministro de Asuntos Exteriores británico, dimitió por la Guerra de Irak, a la que se oponía. Se lo dijo así a Tony Blair y al electorado británico. Aquí curiosamente todos los opositores en el PSOE al nacionalismo están causando baja. Vázquez se va al Vaticano, Bono a roturar su fina, e Ibarra espera agazapado tras los cerezos, viendo caer sus flores y puede que su buena estrella, y el resto calla, porque sino no salen en la foto esa que dijo Guerra, que nunca supuso que él mismo iba a ser desenfocado de esta manera.
No demos por muerto a Bono. Intuyo que, como buen patricio romano, se va a su finca a esperar, a ver si fracasa el gobierno, a que venga un emisario con nuevas desde Madrid, anunciando la debacle del cónsul actual. Y así, ansioso, sale todos los días al descampado para otear la llegada de aquel que le traiga noticias, como el hijo pródigo amado y esperado, que le haga renunciar a su descanso y se vea forzado, “por el bien de mi paij”, a sacrificarse y volver a donde dijo que nunca ya lo haría..
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