Con motivo de la próxima Semana Santa, han empezado los conciertos de música sacra que organiza el Ayuntamiento de Madrid. Ayer fui a uno en el que la “Capella de Ministrers” interpretaba el “Officium Defunctorum” de Tomás Luís de Victoria. Es esta una formación de muy alto nivel, que junto con los grupos dirigidos por Jordi Savall, se encuentra a la cabeza en España en lo que se refiere al repertorio de música antigua, no teniendo que envidiar nada a grupos como “The Sixteens”, “Tallis Scholar”, “Ensamble Janequin” o demás glorias de la interpretación antigua europea. Es de destacar al preciosa voz de la soprano Pilar Esteban, muy guapa y dotada de una voz que hace perder el sentido......
Y no sólo de manera figurada. Hace dos años, en esta misma temporada de Semana Santa, asistí a un concierto de esta formación, que entonces desconocía, en compañía de una muy buena amiga del trabajo que ahora ya no está aquí, a la que denominaré señorita IB, que no estaba muy convencida de lo que iba a oír, pero se animó. Pues bien, no se si fue por el precioso repertorio, o por como la citada soprano Esteban se movía por el pasillo y laterales de la iglesia deleitándonos con unas folias y cantos medievales preciosos, o por la emoción que le embargaba, la cuestión es que IB fue palideciendo rápidamente y, en un momento, la tenía encima mío totalmente mareada, ida, con una cara que denotaba deleite por la música y un profundo mareo casi a partes iguales. Rápidamente llevé a IB a la calle para que no empeorase su estado. Sentados allí, en las escaleras de acceso a la iglesia, más bien parecíamos una pareja de emigrantes pidiendo dinero o, si me apuran, asistentes a un funeral que nos había dejado sin aliento, y llenos de congoja. Con el paso del tiempo IB fue recuperando su color habitual y yo, mientras las últimas notas del concierto se mezclaban con los aplausos que llegaban a la calle, me tranquilizaba al ver que la cosa no iba a mayores.
Ayer no sucedió nada de esto, afortunadamente para IB, aunque no estuvo conmigo en la función, por lo que no se si se hubiese repetido la experiencia, pero fue imposible no recordar aquellos momentos, divertidos después, serios al principio, en un concierto similar, en una iglesia muy distinta, y en un momento que parecía muy lejano pero que reverdeció con fuerza mientras Carlos Magranet y Pilar Esteban nos llevaban a todos en volandas hacia un mundo mejor.
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