Ayer por la noche se conocía la noticia de la muerte de Loyola de Palacio. Me enteré de los primeros porque en La Brújula de Onda Cero la dio en una nota de urgencia Casimiro García Abadillo, y se hizo el silencio. Aunque todo el mundo sabía que estaba enferma de cáncer, una reciente mejoría había dado ilusión y esperanzas a la familia, y de hecho, según han comentado hoy las noticias, volvió de Houston para pasar aquí las navidades, pero un súbito empeoramiento este Domingo ha frustrado su vida, su carrera y la alegría en su muy golpeada familia. Recluida en el Hospital 12 de octubre, nada se pudo hacer por élla.
Las dos hermanas Palacio conocidas (Ana y Loyola, porque luego hay una tercera, Urkiola, que ninguno conocemos) representan algo así como la cara y la cruz de la lucha personal contra el cáncer. Primero fue Ana la afectada por esta maldita enfermedad. Se hizo famosa su estampa en el Parlamento Europeo con un pañuelo en la cabeza, para tapar una calva pelona producto de la quimioterapia. Sin embargo, poco a poco empezó a mejorar, y retomó su vida laboral al intenso ritmo habitual. Cuando fue nombrada Ministra de Exteriores, y coincidiendo con la estresante época de la guerra de Irak, hubo rumores sobre su empeoramiento, que al parecer fueron falsos. Ana representaba (y todavía lo hace) la victoria a la enfermedad, el triunfo al cáncer. Al poco Ana desapareció de la primera escena y Loyola seguía con su labor en la Unión Europea, a donde llegó al cargo de Vicepresidenta de la Comisión, todo un puesto. Este pasado verano saltó la noticia de que, afectada por unos dolores de espalda, fue al hospital de Galdácano para hacerse una revisión, y el encontraron un cáncer avanzado. La pesadilla que vuelve, esta vez transmutada en otra hermana. Loyola desapareció de al vida pública y se fue a EE.UU., creo que más por la esperanza y la necesidad de discreción que por la realidad, porque en algunos aspectos la medicina española no envidia en nada a la americana. Se dejaron de recibir noticias y lo último conocido, lo peor, fue lo de ayer.
En España quizás sean las familias de Palacio y Suárez las más conocidas de entre las afectadas por el cáncer, y ambas han dado ejemplo de superación, de lucha ante el mal, que a veces se vence y otras, ay, no. Para los que sufren esa peste, que son muchos y a veces cercanos, son un referente, una muestra de cómo plantar cara al nombre maldito, el cáncer, y a su aparentemente inevitable destino. En el caso de Loyola la enfermedad ha vencido a su famosa tenacidad, y ha puesto un prematuro y triste colofón a una gran carrera política y personal que, con sus aciertos y errores, que de todo hacemos las personas, siempre puso su dedicación al trabajo y el cumplimiento de su obligación como meta y referente de servicio a los demás. Una pena.
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