viernes, diciembre 01, 2006

Pesadillas reales

Impresionante panorama el que está deparando el asunto del Polonio radioactivo, el asesinato con él del espía Litvinneko y sus consecuencias. Digo yo que si una organización quiere eliminar a alguien tiene muchos métodos. Accidentes simulados, enfermedades coronarias que surgen de la nada, pianos de cola o cajas de caudales que caen desde terrazas sobre el infortunado, etc. En este caso el que deseaba asesinar al ya famoso espía ha usado un método demasiado novedoso, novelesco, casi de ciencia ficción, y si se demuestra lo que se sospecha, ha dejado rastros de contaminación por todo Londres y parte del sistema aéreo europeo.

Como ya se está avisando desde las autoridades, los riesgos de esta radiación son mínimos. El Polonio desprende partículas alfa que no traspasan los cuerpos sólidos, por lo que sólo es peligroso para al salud humana si penetra en el cuerpo, vía ingesta, respiración o herida. Pero claro, una vez visto lo de los aviones, al pasajero potencial de esos vuelos le ha entrado no se si Polonio, pero seguro que un mal cuerpo en toda la regla al oír cosas relacionadas con lo nuclear. Todo esto sería muy divertido y apasionante de tratarse de una película, pero no lo es. Estamos en el mundo real y los riesgos son ciertos. Sobre todo me asombra como diablos ha podido introducirse el elemento en el avión. Es cierto que, dada la radiación alfa, no es necesario confinar al elemento en una recipiente de seguridad aparatoso, pero no deja de ser psicodélico que no se hayan podido subir ensaimadas a los aviones y sí sustancias radioactivas. A este paso sólo se podrá embarcar totalmente desnudo, cosa que le vendrá muy bien a
Albert Rivera, tras su campaña para las elecciones catalanas sin ropa. A todo esto se debe sumar la reciente indisposición de Yegor Gaidar, es primer Ministro Ruso, tras una conferencia en Dublín, que ya se ha confirmado que es de origen no natural (envenenamiento, dicho de manera políticamente correcta) Desde luego los autores de semejante plan de dispersión venenosa han conseguido infundir el miedo en todo el mundo, y quién sabe si ese era su objetivo. Eliminar a algún oponente, pero dejar un claro mensaje al resto. Intimidación, chantaje, amedrentamiento. Pura época oscura de la guerra fría que retorna.

Lo más grave de todo esto es que todo el mundo sospecha que los autores de todos estos desmanes no son unos barbudos escondidos en medio de las montañas afganas, sino unos servicios de seguridad dirigidos desde las altas esferas del gobierno ruso, con Vladimir Putin a la cabeza. Un personaje siniestro, oscuro y con pinta de malo al que la comunidad internacional trata con un doble rasero vergonzoso tras los desmanes cometidos en Chechenia (las dimensiones de las matanzas rusas en esta república dejaría a Irak al nivel de un mero accidente de tráfico con heridos), Georgia y demás sitios por donde ha pasado. Antiguo miembro del KGB, y tiene aspecto de seguir siéndolo, todo el mundo le recibe y el estrecha la mano candorosamente. ¿Para cuándo una reprimenda a Rusia? ¿Una condena internacional? Dado que si te metes con Bush no te pasa nada todo el mundo lo hace, pero resultan evidentes los riesgos de criticar al Kremlin, y todo el mundo calla (salvo André Glucksman y algún otro olvidado). Esto es integridad, y moralidad. Deprimente

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