Hoy, 22 de diciembre, es el día nacional de la salud, porque si no te toca al omnipresente lotería tienes que consolarte con tener salud para dar y regalar. Eso suponiendo que juegues, claro. Yo, como saben los que me conocen, no juego nunca a esto de las loterías, quinielas, primitivas y demás sorteos. Creo que son meros impuestos voluntarios, y bastantes pagamos de manera coercitiva, y además las probabilidades de que te toque algo son escasas, por lo que no parece un gran negocio. Para el sorteo que empieza dentro de una hora no tengo papeleta alguna, pese a que he comprado varias por encargo. Puede que sea el mensajero de la suerte... veremos.
Si es cierto que el sorteo de Navidad forma parte de estas fiesta tanto como los turrones, los belenes y los atascos en los centros comerciales. El hecho de repartir dinero en grandes cantidades justo antes del día señalado, el rito de los bombos, la musicalidad de los niños de San Ildefonso y la repetición año tras año han generado una de las tradiciones clásicas de España, que se sigue con pasión por todo el país y que últimamente, gracias a Internet y la posibilidad de comprar décimos vía web, genera interés en todo el mundo. Mis recuerdos de la infancia de al Navidad tienen esa banda sonora de números, pedreas y ristras de bolas en cajones. Cuando estudiaba la EGB en el colegio Alejandro Goicoechea de Elorrio, en los ochenta, este, el día previo a las vacaciones, era especial. Había unos salones grandes en una de las alas del edificio, con una televisión en blanco y negro lo alto de cada uno de ellos, y durante toda la mañana la pantalla cantaba números sin parar, mientras en clase o fuera de ella no estudiábamos mucho y hacíamos manualidades o jugábamos, antes de irse a casa para empezar a disfrutar de dos semanas de largas y deseadas vacaciones. Desde entonces la imagen se ha modernizado mucho, la unidad monetaria ha cambiado, desde esas 100.000 o 125.000 pesetas hasta los actuales 1.000 euros, pero el plano secuencias de la pareja de niños frente al alambre cantando bolas sin cesar, escupidas por unos crueles bombos que no les dejan tiempo ni para respirar, no se ha alterado en lo más mínimo. A ver si hay suerte y hoy les toca a mis conocidos, o a aquellos que leéis este blog, porqué no.
Hoy además es un día especial porque, si no hay sorpresas, está será mi último texto en este blog hasta el año que viene, el día 3 concretamente. Coincide este 22 asimismo con la extravagante convocatoria del orgasmo global a la que ya me refería hace unas semana, así que es un día completito. Desde aquí sólo añadiré que deseo mucha felicidad a todos para estas fiestas y el nuevo año 2007. Y a ti, lector anónimo que te asomas a mis escritos, da igual que seas uno sólo o millones, gracias por hacerlo, y por contribuir a que este maravilloso invento llamado Internet sea uno de los pocos que permite a las personas ser mejores, comunicarse entre ellas y sentirse en compañía. Hasta el año que viene.
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