Ayer tuvieron lugar numerosas convocatorias de repulsa al atentado de ETA de este Sábado. Casi todas ellas transcurrieron pacíficamente, pero fue justo la de Madrid la que registró más incidentes. Gritos, abucheos e insultos de parte de los presentes contra los políticos sitos en el Ayuntamiento, y fueron especialmente los del PSOE los que se llevaron la parte más gorda de la bronca. Al parecer los exaltados provenías de grupos de la AVT, que flaco favor se está haciendo así misma si permite este tipo de comportamientos, impresentables y alejaos de al lógica democrática.
Las concentraciones contar ETA no empezaron así. De hecho, hasta principios de los noventa casi ni las había. Los muertos eran enterrados de manera oculta y vergonzosa, caía sobre ellos ese cruel mantra que decía “algo habrán hecho” y sus familias no encontraban consuelo ni en la sociedad, ni en sus políticos ni, quizás donde menos, paradójicamente, en la iglesia, que mantenía (y sigue en el fondo con ella, cosa que no se si algún día se lo perdonaré) una comprensión ante el terrorismo rayana en el absurdo. Pues bien, en este clima de podredumbre moral y social, hubo un grupo de valientes que no aguantaron más, y decidieron salir a manifestar su ira y repulsa ante el terror. Ante la falta de medios y apoyos no convocaron manifestaciones ni algarabías, no. Se limitaron a expresar un simple gesto, y así nació Gesto por la Paz. Sus concentraciones, silenciosas, discretas, de un cuarto de hora “en los lugares habituales” consiguieron canalizar el descontento social, y fueron un punto donde apoyarse para aquellas personas que, incluido yo, por temor a la secta, no se atrevían a manifestarse. Creo que nunca se ha reconocido esa labor discreta, callada y sincera, que fue el germen de los movimientos cívicos de repulsa activa como Basta Ya, el Foro de Ermua o tantos otros que surgieron con posterioridad, especialmente tras crueles asesinatos como el de Francisco Tomás y Valiente o Miguel ángel Blanco. Gesto consiguió unir a gentes de todas las ideologías políticas, amalgamó el sentimiento colectivo de ira y dolor, y sentó las bases de la posterior rebelión. Quizás por eso nunca fue bien visto por la clase política, especialmente la vasca, donde el monopolio nacionalista se basa en asfixiar a una sociedad libre y dinámica a base de subvenciones que compran voluntades y continuos y pesados llamamientos al apego a lo nuestro que adormecen la conciencia y atontan la cabeza. El espíritu de unidad sincera ante el terrorismo se fracturó, inicialmente, tras al huída del nacionalismo a Lizarra, y el abandono a su suerte de la mitad de la población vasca, y acabó por reventar del todo el maldito y odioso 11 de Marzo de 2004, uno de los peores días de nuestra historia, en todos lo ssentidos.
Por esto, tras el asesinato de ETA en Francia, la coherente y acertada postura del PSOE y el PP, toca estar todos juntos, arrimar el hombro, taparse la nariz ante los deseos de revancha de algunos (para eso están las elecciones, no los entierros) y unirse a un presidente del gobierno, Zapatero, que el Sábado hizo un muy buen discurso. Una pena que no lo hiciese el 31 de Diciembre, a la sombra de Barajas, pero lo hizo (casualidad??) también en Diciembre. La AVT se equivoca en su actitud, y de mientras no tengamos todos muy claro que adversarios hay muchos, pero enemigos sólo uno, mal nos irá. De aquí a Marzo nos esperan días peores que este Sábado, me temo. A ver que tal nos comportamos, y nos damos vergüenza a nosotros mismos.
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