miércoles, diciembre 21, 2016

El terrorismo y los buitres


A la misma hora que en Madrid, cuando aquí es aún noche cerrada, debe estar amaneciendo en Berlín, dos días después del atentado que ha sacudido a la ciudad, y sin ninguna pista clara, que se sepa, sobre el paradero del autor del mismo. La liberación, ayer, del único sospechoso que estaba detenido, que finalmente no tenía relación con el ataque, ha dejado bastante en evidencia a la policía germana y con el miedo en el cuerpo a los habitantes de la capital y, en general, el resto del pañis, dado que la sospecha de que un asesino anda suelto a cuatro días de la Navidad resulta, cuanto menos, inquietante. Ojalá den con él a la mayor brevedad posible.

 

El título del artículo de hoy no es original mío, lo he tomado prestado del editorial del periódico francés Le Monde, y describe muy bien, en cinco escuetas palabras, lo que pasó ayer, en medio de la conmoción y el dolor que todos sentíamos por la matanza de Berlín….. ¿todos? No, todos no. Una serie de personajes, representantes políticos, alianza de partidos y siglas se frotaba las manos sobre los aún calientes restos humanos que se situaban a los pies de la iglesia memorial del Káiser Wilhelm. Alternativa por Alemania, el UKIP, Le Pen, los extremistas holandeses y austriacos, y toda la constelación de formaciones satélites de similar corte e ideología, por llamarla de alguna manera, apenas tardaron minutos para explotar para su beneficio la tragedia, para lanzarse a las redes sociales y calumniar a Angela Merkel, mostrando su imagen teñida de sangre, para acusar a todos los que no son los suyos de ser colaboradores con el terror y, también, culpables de su existencia, y a cargar sin piedad contra los que ellos consideran diferentes, acusándoles de complicidad con la barbarie y toda clase de males que su presencia ha traído a las virginales tierras europeas. A algunos de esos políticos, aunque no debiéramos llamarlos así, se les abrieron las puertas del cielo electoral por cada hueso que era quebrado y cada alma extinguida sobre las aceras de Berlín, y nada esperaron para vejarlas del todo, para abusar de su recuerdo y aprovecharse de los cadáveres. Para los que vivimos en España, esas actitudes no nos son extrañas. Recuerdan demasiado a la utilización de las víctimas de ETA que realizaba Batasauna y todo su entorno, a la manipulación de los sentimientos, al traslado de la carga de la culpa que los socios de los terroristas hacían ante cada asesinato. “Algo habrá hecho”, “no debía estar ahí”, “todas las violencias tienen culpa” y muchas otras soflamas, basuras, eran arrojadas a la memoria de la víctima, familiares y amigos, y durante muchos años, se quedaban ahí, sin que nadie las combatiera, calando en parte de la sociedad que, amedrentada, cómplice y cobarde, asimilaba ese discurso y acababa haciéndolo propio. Lean Patria de Fernando Aramburu para saber cómo se vivía esa cárcel moral que daba cobijo al terror armado. Sólo la revuelta de unos valientes se atrevió a levantarse, a alzar su voz, en silencio, con pancartas blancas, con lazos azules, con gestos por la paz, y tras muchos años en soledad llegó el pacto político contra el terror, la solidaridad de las fuerzas sociales frente a la barbarie, y la construcción de un discurso ideológico que dejara claro quiénes eran las víctimas y quienes los verdugos, discurso que, por cierto, ahora algunos quieren empezar a deshacer, porque les incomoda. Frente al terrorismo yiahdista nos falta un discurso colectivo de oposición, de actuación común, que distinga a los musulmanes de los asesinos, como aquel grito que resonaba a finales de los noventa de “vascos sí, ETA no”, Y frente a nosotros, el asesino actúa sin freno alguno y, horror, existe un frente unido, compacto y coherente que ofrece la peor de las respuestas posibles, para sacar partido y hacerse con el poder. La situación es, se vea como se vea, desoladora.

 

El memorial del Kaíser Wilhelm de Berlín consiste en mantener en pie los restos de la gran iglesia que se erigía en esa zona, que como toda la ciudad, quedó arrasada tras la Segunda Guerra Mundial. Esa torre, llamada con cariño “la muela cariada”, nos recuerda en qué se convirtió Europa, y parte del mundo, cuando el fanatismo, la sinrazón, y el nacionalismo se hicieron con las riendas del poder, cuando en mundo de ayer que relataba Zweig con maestría se derrumbó bajo el yugo del miedo y del odio. Esas ruinas son una señal que nos dice lo que pasó, y puede volver a pasar, si caemos en los errores que creíamos, ingenuamente, superados. Hoy todos somos Alemania y Merkel nuestra presidenta, pero hay que actuar para que mañana no se hagan con el poder los que amenazan con destruir lo que hemos creado.

 
A ver si esta tarde puedo colgar un artículo con la lista de recomendaciones de libros de 2016

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