A la misma hora que en Madrid,
cuando aquí es aún noche cerrada, debe estar amaneciendo en Berlín, dos días
después del atentado que ha sacudido a la ciudad, y sin ninguna pista clara,
que se sepa, sobre el paradero del autor del mismo. La liberación, ayer, del único
sospechoso que estaba detenido, que finalmente no tenía relación con el ataque,
ha dejado bastante en evidencia a la policía germana y con el miedo en el
cuerpo a los habitantes de la capital y, en general, el resto del pañis, dado
que la
sospecha de que un asesino anda suelto a cuatro días de la Navidad resulta,
cuanto menos, inquietante. Ojalá den con él a la mayor brevedad posible.
El
título del artículo de hoy no es original mío, lo he tomado prestado del
editorial del periódico francés Le Monde, y describe muy bien, en cinco
escuetas palabras, lo que pasó ayer, en medio de la conmoción y el dolor que
todos sentíamos por la matanza de Berlín….. ¿todos? No, todos no. Una serie de
personajes, representantes políticos, alianza de partidos y siglas se frotaba
las manos sobre los aún calientes restos humanos que se situaban a los pies de
la iglesia memorial del Káiser Wilhelm. Alternativa por Alemania, el UKIP, Le
Pen, los extremistas holandeses y austriacos, y toda la constelación de
formaciones satélites de similar corte e ideología, por llamarla de alguna
manera, apenas tardaron minutos para explotar para su beneficio la tragedia,
para lanzarse a las redes sociales y calumniar a Angela Merkel, mostrando su
imagen teñida de sangre, para acusar a todos los que no son los suyos de ser
colaboradores con el terror y, también, culpables de su existencia, y a cargar
sin piedad contra los que ellos consideran diferentes, acusándoles de
complicidad con la barbarie y toda clase de males que su presencia ha traído a
las virginales tierras europeas. A algunos de esos políticos, aunque no
debiéramos llamarlos así, se les abrieron las puertas del cielo electoral por
cada hueso que era quebrado y cada alma extinguida sobre las aceras de Berlín,
y nada esperaron para vejarlas del todo, para abusar de su recuerdo y
aprovecharse de los cadáveres. Para los que vivimos en España, esas actitudes
no nos son extrañas. Recuerdan demasiado a la utilización de las víctimas de
ETA que realizaba Batasauna y todo su entorno, a la manipulación de los
sentimientos, al traslado de la carga de la culpa que los socios de los
terroristas hacían ante cada asesinato. “Algo habrá hecho”, “no debía estar
ahí”, “todas las violencias tienen culpa” y muchas otras soflamas, basuras,
eran arrojadas a la memoria de la víctima, familiares y amigos, y durante
muchos años, se quedaban ahí, sin que nadie las combatiera, calando en parte de
la sociedad que, amedrentada, cómplice y cobarde, asimilaba ese discurso y
acababa haciéndolo propio. Lean Patria de Fernando Aramburu para saber cómo se
vivía esa cárcel moral que daba cobijo al terror armado. Sólo la revuelta de
unos valientes se atrevió a levantarse, a alzar su voz, en silencio, con
pancartas blancas, con lazos azules, con gestos por la paz, y tras muchos años en
soledad llegó el pacto político contra el terror, la solidaridad de las fuerzas
sociales frente a la barbarie, y la construcción de un discurso ideológico que
dejara claro quiénes eran las víctimas y quienes los verdugos, discurso que,
por cierto, ahora algunos quieren empezar a deshacer, porque les incomoda. Frente
al terrorismo yiahdista nos falta un discurso colectivo de oposición, de
actuación común, que distinga a los musulmanes de los asesinos, como aquel
grito que resonaba a finales de los noventa de “vascos sí, ETA no”, Y frente a
nosotros, el asesino actúa sin freno alguno y, horror, existe un frente unido,
compacto y coherente que ofrece la peor de las respuestas posibles, para sacar
partido y hacerse con el poder. La situación es, se vea como se vea,
desoladora.
El memorial del Kaíser Wilhelm de
Berlín consiste en mantener en pie los restos de la gran iglesia que se erigía
en esa zona, que como toda la ciudad, quedó arrasada tras la Segunda Guerra
Mundial. Esa torre, llamada con cariño “la muela cariada”, nos recuerda en qué
se convirtió Europa, y parte del mundo, cuando el fanatismo, la sinrazón, y el
nacionalismo se hicieron con las riendas del poder, cuando en mundo de ayer que
relataba Zweig con maestría se derrumbó bajo el yugo del miedo y del odio. Esas
ruinas son una señal que nos dice lo que pasó, y puede volver a pasar, si
caemos en los errores que creíamos, ingenuamente, superados. Hoy todos somos
Alemania y Merkel nuestra presidenta, pero hay que actuar para que mañana no se
hagan con el poder los que amenazan con destruir lo que hemos creado.
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