jueves, diciembre 15, 2016

La FED sube tipos al inicio de la era Trump


Pocas sorpresas tras la reunión de la FED de ayer en Washington. Se descontaba una subida de tipos, y es la que se produjo, la primera en bastantes años. Yellen mandó un mensaje a los mercados en el que el principal contenido era el de una senda de futuras subidas a lo largo de 2017 si la economía mantiene el vigor que sigue mostrando y la inflación se acerca, como parece, a ese dígito perseguido del 2%. Lo que no dejó nada claro, en una de las grandes preguntas de su comparecencia, es si va a seguir al cargo cuando Trump sea presidente, si va a renunciar por voluntad propia o si sabe si hay algún candidato que se pasee por la torre dorada que aspira a su puesto.
 
Y es que poco a poco vamos conociendo las caras del nuevo equipo que se hará con las riendas del poder en Washington a partir del 20 de enero, fecha de la proclamación de Trump. En este caso sí que hay sorpresas, sobre todo porque todo lo que sucede desde la elección del magnate como presidente resulta sorprendente. Su gabinete y equipo de asesores está compuesto, sobre todo, de ricos hombres de negocios, generales del ejército y su más íntimo círculo familiar. Resulta absurdo, incoherente y hasta cierto punto un sarcasmo mayúsculo que el candidato que engañó a los votantes desempleados de la América industrial para que le votasen otorgue sus cargos a señores poseedores de patrimonios que se cuentan por “billions” en EEUU, miles de millones a este lado del charco. Algunos de esos votantes frustrados se sentirán ahora engañados al ver quiénes son los designados por su “humilde salvador” para limpiar la “ciénaga” de Washington. Sospechará ese obrero industrial de, pongamos Pensilvania, que toda esa tropa de gerifaltes que son nominados a altos cargos cada día van a ser los encargados de drenar de todo el pantano de la capital no para sanearlo, sino para quedárselo del todo. Muchos de ellos ya detentaban un enorme poder con anterioridad desde puestos de responsabilidad empresarial, y tenían numerosos conflictos abiertos con el gobierno respecto a asuntos que afectaban a sus negocios. Ahora son esos mismos los que se hacen directamente con el gobierno, por lo que es previsible que muchos de esos conflictos, litigios y demás problemas desaparezcan al ausentarse una de las partes reclamantes, al haber sido abducida por la otra. Lo que parece bastante claro es que Trump quiere gobernar, no se va a limitar a jugar al golf y a firmar fotos y aparecer en actos de corte más o menos protocolaria. Tiene intenciones de ejercer realmente el cargo al que ha logrado llegar, y eso casi da más miedo que la imagen de un césar dedicado todo el día a escuchar liras, comer uvas y holgazanear. A golpe de tweet Trump organiza cada día una bronca con aliados y extraños, emite opiniones sobre temas de una gran complejidad y fractura acuerdos y consensos que llevan décadas convertidos en pilares de la estabilidad global. Cierto es que resulta incómodo vivir permanentemente con avisperos junto a la ventana, pero pegarles una patada de golpe quizás no sea el mejor de los remedios para solucionar el problema. La imagen conciliadora que ofreció tras su discurso de aceptación va convirtiéndose poco a poco en una imagen presidencial, revestida de poder, al que todos acuden como moscas a la miel, pero que deja traslucir el comportamiento brusco, caótico y bastante descerebrado de un personaje que aún no parece ser consciente del papel que va a tener en el mundo, y de su potencial influencia, en todos los sentidos posibles. Frente a su figura, la de la diminuta Yellen parece una caricatura, como un recuerdo de cómo fueron las cosas de la capital antes de la victoria de Trump.
 
Quizás tema Yellen que su cese, que muchos dan por seguro, lo ejerza Trump a golpe de cuatro palabras tuiteadas, y que su sucesor sea otro de esos personajes de la gran riqueza, aunque tampoco sería de extrañar que se nombre a otro militar para el cargo. Total, ya hay un montón de seleccionados para otros desempeños… o quizás, dentro de su línea de no distinguir la política de la familia, y de no tener intención alguna de separarla, Trump nombre a su hija Ivanka como nueva responsable de la FED. Seguro que la ve capacitada, y no considera que haya conflicto de interés alguno en ese nombramiento, ni en ningún otro de los que hasta ahora ha proclamado. Pobre Yellen, seguro que nunca imaginó algo similar para el probable final de su mandato.

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