Pocas sorpresas tras la reunión
de la FED de ayer en Washington. Se
descontaba una subida de tipos, y es la que se produjo, la primera en bastantes
años. Yellen mandó un mensaje a los mercados en el que el principal
contenido era el de una senda de futuras subidas a lo largo de 2017 si la
economía mantiene el vigor que sigue mostrando y la inflación se acerca, como
parece, a ese dígito perseguido del 2%. Lo que no dejó nada claro, en una de
las grandes preguntas de su comparecencia, es si va a seguir al cargo cuando
Trump sea presidente, si va a renunciar por voluntad propia o si sabe si hay
algún candidato que se pasee por la torre dorada que aspira a su puesto.
Y es que poco a poco vamos
conociendo las caras del nuevo equipo que se hará con las riendas del poder en
Washington a partir del 20 de enero, fecha de la proclamación de Trump. En este
caso sí que hay sorpresas, sobre todo porque todo lo que sucede desde la
elección del magnate como presidente resulta sorprendente. Su gabinete y equipo
de asesores está compuesto, sobre todo, de ricos hombres de negocios, generales
del ejército y su más íntimo círculo familiar. Resulta absurdo, incoherente y
hasta cierto punto un sarcasmo mayúsculo que el candidato que engañó a los
votantes desempleados de la América industrial para que le votasen otorgue sus
cargos a señores poseedores de patrimonios que se cuentan por “billions” en
EEUU, miles de millones a este lado del charco. Algunos de esos votantes
frustrados se sentirán ahora engañados al ver quiénes son los designados por su
“humilde salvador” para limpiar la “ciénaga” de Washington. Sospechará ese
obrero industrial de, pongamos Pensilvania, que toda esa tropa de gerifaltes
que son nominados a altos cargos cada día van a ser los encargados de drenar de
todo el pantano de la capital no para sanearlo, sino para quedárselo del todo. Muchos
de ellos ya detentaban un enorme poder con anterioridad desde puestos de
responsabilidad empresarial, y tenían numerosos conflictos abiertos con el
gobierno respecto a asuntos que afectaban a sus negocios. Ahora son esos mismos
los que se hacen directamente con el gobierno, por lo que es previsible que
muchos de esos conflictos, litigios y demás problemas desaparezcan al
ausentarse una de las partes reclamantes, al haber sido abducida por la otra.
Lo que parece bastante claro es que Trump quiere gobernar, no se va a limitar a
jugar al golf y a firmar fotos y aparecer en actos de corte más o menos
protocolaria. Tiene intenciones de ejercer realmente el cargo al que ha logrado
llegar, y eso casi da más miedo que la imagen de un césar dedicado todo el día
a escuchar liras, comer uvas y holgazanear. A golpe de tweet Trump organiza
cada día una bronca con aliados y extraños, emite opiniones sobre temas de una
gran complejidad y fractura acuerdos y consensos que llevan décadas convertidos
en pilares de la estabilidad global. Cierto es que resulta incómodo vivir
permanentemente con avisperos junto a la ventana, pero pegarles una patada de
golpe quizás no sea el mejor de los remedios para solucionar el problema. La imagen
conciliadora que ofreció tras su discurso de aceptación va convirtiéndose poco
a poco en una imagen presidencial, revestida de poder, al que todos acuden como
moscas a la miel, pero que deja traslucir el comportamiento brusco, caótico y
bastante descerebrado de un personaje que aún no parece ser consciente del
papel que va a tener en el mundo, y de su potencial influencia, en todos los
sentidos posibles. Frente a su figura, la de la diminuta Yellen parece una caricatura,
como un recuerdo de cómo fueron las cosas de la capital antes de la victoria de
Trump.
Quizás tema Yellen que su cese, que muchos dan
por seguro, lo ejerza Trump a golpe de cuatro palabras tuiteadas, y que su
sucesor sea otro de esos personajes de la gran riqueza, aunque tampoco sería de
extrañar que se nombre a otro militar para el cargo. Total, ya hay un montón de
seleccionados para otros desempeños… o quizás, dentro de su línea de no
distinguir la política de la familia, y de no tener intención alguna de
separarla, Trump nombre a su hija Ivanka como nueva responsable de la FED.
Seguro que la ve capacitada, y no considera que haya conflicto de interés
alguno en ese nombramiento, ni en ningún otro de los que hasta ahora ha
proclamado. Pobre Yellen, seguro que nunca imaginó algo similar para el
probable final de su mandato.
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