Hace pocos días podíamos ver nuevamente a Sergei Prigozhin en un vídeo de su empresa de mercenarios, Wagner. En él volvía a aparecer parapetado tras un uniforme militar lleno de objetos que lo convertían en una extraña bola acorazada, y con un rifle automático en las manos. El tono del camuflaje no era verde, sino amarillo, y la escena se decía estar rodada en Níger. El jefe de los paramilitares llamaba a reclutar para ayudar al nuevo gobierno golpista de aquel país, que cuenta con el pleno apoyo de la mafia rusa. Esta escena generaba montones de preguntas, entre otras cómo el hombre que se exilió en Bielorrusia estaba por África pegando tiros.
Lo cierto es que Prigozhin ya no nos va a responder a ninguna de las dudas que nos puedan surgir, porque ayer se convirtió en otro de los ejecutados por un kremlin que ni perdona ni olvida. El avión privado en el que él y otros dirigentes de Wagner viajaban de Moscú a San Petersburgo (no, Moscú no es territorio de exilio bielorruso) se cayó ayer a las afueras de la capital rusa, más que probablemente tras ser alcanzado por un misil disparado desde tierra. Los siete pasajeros y tres tripulantes fueron convertidos en nada y del avión quedan restos que pueden ayudar, en caso de que se quisiera hacer una investigación, a saber qué es lo que ha pasado, pero no creo que haga falta averiguarlo. Ayer, justo ayer, se cumplieron dos meses del alzamiento de las tropas de Wagner contra el ejército ruso y hoy serán dos meses exactos del sábado en el que las columnas de mercenario se dirigían a Moscú en un intento de asonada que acabó con las negociaciones bielorrusas que nunca tuvieron sentido. Desde entonces, sin que supiéramos qué es lo que había pasado en esas jornadas de infarto, poco hemos sabido del propio Prigozhin, aunque se daba por sentado que su seguridad era escasa a sabiendas de cómo se las gasta el amigo Putin cuando alguien le traiciona. Pasaban los días desde el golpe y se escuchaban rumores de que los Wagner ya estaban en Bielorrusia, y se acercaban a las fronteras polacas y bálticas, y se sospechaba que su jefe estaba entre ellos, pero no había pruebas. Extrañaba que Putin no hubiera ordenado ya una ejecución y alguno empezaba a sugerir que ese supuesto de maldad extrema por parte de quien rige el Kremlin no se iba a dar. Ay, los buenos deseos. Las últimas décadas demuestran que quine se ha enfrentado a Putin ha tenido un destino aciago, y quien él considera que lo ha traicionado es ejecutado sin remordimiento alguno, como mandan los cánones de la mafia de la que es líder Vladimiro, una mafia muy real, que no se ensucia cocinando platos de pasta, sino que la amasa en forma de fortuna y asesina sin piedad. Ayer por la tarde empezó a saltar la noticia del avión caído en las afueras de Moscú y, a los pocos minutos, la información de alcance de que en la lista de pasajeros figuraba Prigozhin, y entonces el accidente aéreo local pasó a convertirse en una noticia global. Al instante todos sospechamos que no estábamos ante un accidente, sino ante un derribo o un atentado, pero desde luego ante algo premeditado, planificado, buscado. En el pasaje no se encontraba sólo Prigozhin, sino que le acompañaban algunos de los segundos escalones de Wagner, por lo que en el suceso de ayer ha quedado decapitada la cúpula de la organización. Por la noche se comentaba que en los canales privados de Telegram de los milicianos la ira era incontenible y se amenazaba con repetir el intento de toma de Moscú de principios de junio, el de hace dos meses, para vengar al líder caído por lo que se denominaba traidores a Rusia. Es difícil que se de un movimiento así, pero no es descartable.
Y una de las causas que lo hacen difícil es que lo de ayer demostró a propios y extraños que Putin mata cuando quiere, y que si se le quiere derrocar del poder se le debe matar lo antes posible. Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes, parafraseando a Yoda. Ayer el miedo en forma de venganza se extendió nuevamente por toda la nación rusa, y todos vieron lo que les pasa a los que se oponen o cambian de bando. Ese miedo es uno de los mayores poderes de los que dispone Putin, y se refuerza ejerciéndolo. ¿Espero el momento preciso para vengarse? La estela del avión cayendo desde el cielo es lo que les espera a aquellos que no sean capaces de exterminar a quien gobierna desde el Kremlin. Esto, también, es comunicación política.
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