lunes, agosto 28, 2023

Rubiales, o los que huyen cuando el poder se va

Nada sucedió el viernes como estaba previsto, o como se anunció por parte de todos los medios de comunicación que iba a suceder, lo que nos vuelve a recordar que la vida tiene sorpresas y que el futuro no existe hasta que se produce. Curiosamente, menos el título, el contenido del artículo de ese día se mantiene plenamente en vigor, porque es cierto que Rubiales no dimitió, pero sí que hizo gala de todos los atributos negativos con los que le definí. Es más, decidió enarbolarlos a todo el mundo con el mayor de los megáfonos posibles, y ahora en gran parte del planeta conocen el rostro del personaje y la calaña la que pertenece. Impagable campaña de destrucción de imagen propia la que ha elaborado el solo.

Lo que me parece más interesante del patético espectáculo propiciado por Rubiales el viernes no es ya su contenido, escenificación y consecuencias, que dan para varias tesis, sino cómo funciona la gestión del poder y la lealtad de quienes rodean al que lo detenta, lealtad que es absoluta hasta que ese poder decae. Mientras Rubiales encadena improperios, gritos y expresiones de chulería propia de matón de barrio, la mayoría de quienes le escuchan aplauden, y no pocos terminan el discurso levantándose y mostrando apoyo sin fisuras a lo que acaba de hacer su jefe. Todos son personajes del mundo del balón, por lo que no se puede esperar ni decencia ni nada por el estilo entre ellos, por lo que no debiera sorprendernos. En un momento dado Rubiales, mostrando que manda y que tiene la capacidad de comprar voluntades, anuncia la renovación de uno de los cargos que lo es gracias a él, y le oferta un sueldo de medio millón al año, quizás el precio que él considera suficiente para mantener a sueldo la voluntad del cargo. El interpelado asiente y aplaude con fuerza, pensando ya quizás en lo que va a comprarse con ese estratosférico ingreso. Los que asienten y aplauden están ahí porque Rubiales les ha puesto y les paga, y se deben a su jefe. A partir de lo del viernes empieza un rosario de consecuencias que obligan a todos los que están metidos en eso del balón a posicionarse, y salvo unos pocos, que tienen claro que su deber es agredir a Jennie Hermoso, el resto calla con una cobardía casi tan inmensa como sus ingresos. Pero hete aquí que pasa una cosa el fin de semana, que es la decisión de la FIFA, una de las instituciones más corruptas y vergonzosas del planeta, de suspender a Rubiales de sus funciones y empezar a castigarle de una manera como no lo ha hecho nadie aún en España. Se empieza a sentir frío entre los que aplaudieron a rabiar el viernes. Si Rubiales es suspendido de funciones no podrá determinar en qué gastar el presupuesto, a quienes ascender y a quienes no, cómo repartir dádivas en función de quién se le muestre más leal o, mejor dicho, servil. Y empiezan a surgir comunicados de algunos de los aplaudidores en los que manifiestan su rechazo a la actitud de Rubiales y que ellos no son así, y que bla bla bla. Como se suele decir siempre en estos casos, las ratas son las primeras que abandonan un barco que se hunde, y tras la decisión de la FIFA se produjo la conversión de muchos, entre los que se incluye el que recibió la oferta de renovación en directo, delante de todo el mundo, por ese medio millón de euros, que el viernes apenas podía contener las lágrimas de emoción, con logos de euro titilando en sus ojos, y ni cuarenta y ocho horas después incluía en su comunicado la repulsa ante las declaraciones de su jefe. ¿Es cobardía? Sí. ¿Es hipocresía? Mucha. ¿Es repugnante? Por completo. ¿Es humano? Totalmente. La falta de valores y moral que exhiben cada día estos sujetos del balón, que llegan incluso a elevar en comparación a ciertos políticos a la altura de hombres de palabra, es tan enorme que se les ve en directo cómo se desdicen y hacen lo que sea sólo por mantener cargo, sueldo, privilegios, lujos… nada les importa la agresión, la presunta víctima, los hechos que han motivado todo esto, las consecuencias de sus actos… sólo tienen ojos para su cuenta corriente y su estatus de seres superiores, que es lo que se creen que son.

Es bastante difícil que un sujeto como Rubiales acabe manteniéndose en el puesto después de lo que ha sucedido, aunque no duden de que se agarrará a lo que pueda con tal de seguir, pero la masa que le aplaudió el viernes empieza a virar para mantener los privilegios que tuvo con él, en previsión de que llegue otro y tenga ideas distintas. Y hay que hacerse amigo del que manda para seguir compartiendo algo de poder y del dinero que se trapichea. En definitiva, una reunión de sujetos siniestros, podridos, repugnantes, que harán lo que sea por mantenerse en donde están. Qué edificante todo, cuánta deportividad, qué ejemplaridad más absoluta.

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