Les comentaba ayer el peligro que suponen para nuestras democracias autócratas como Trump y sus intenciones de dominar el sistema para ponerlo a su servicio. Afortunadamente podemos denunciarlo y combatirlo, y eso sólo ya es muestra del lujo que tenemos de vivir en sociedades libres, prósperas y que son la aspiración del resto del mundo. Se que este párrafo queda mal en tiempos de corrección política extrema como los que vivimos, pero la gente en los países podrá votar en urnas o no, pero siempre tiene pies para poder ir a otra parte, y los flujos migratorios globales muestran cuáles son los lugares de destino, a dónde quiere la gente ir. Y sí, vienen aquí.
En naciones como China, que se han desarrollado de una manera fulgurante en las últimas décadas, la emigración es escasa, pero los derechos lo son aún más. La dictadura de partido único que allí rige, vestida en este caso de comunismo marxista, es opresiva en grado creciente, y no pierde oportunidad alguna para aleccionar a toda la sociedad de quién es el que manda y quiénes, el resto, obedecen. Que un alto cargo del partido y gobierno desaparezca de un día para otro y no se vuelva a saber de él es algo que nos suena a novela histórica, a relato de la época de los emperadores romanos, donde las venganzas crueles estaban a la orden del día, pero no, pasa allí, en 2023, a la vez que uno desde su Smartphone puede estar bailando con el último vídeo de moda. Qin gang es el nombre del que, hasta hace algo más de un mes, era el ministro de asuntos exteriores de China, un cargo muy relevante en cualquier gobierno, más en el de una potencia global como es aquella nación. Qin provenía directamente del entorno de Xi, era relativamente poco conocido pero había ascendido con fuerza de la mano del líder absoluto. Hace más de un mes, de repente, se dejó de verle. Un ministro de exteriores no está todo el día delante de los medios de comunicación, pero tras varios días en los que su departamento es fuente de noticias y no se le ha visto en reunión o declaración alguna empiezan los mosqueos. Pasan los días y nada de nada, Qin no aparece por ningún lado y empiezan a surgir preguntas a la representante del ministerio, que sí comparece casi a diario, que son tratadas de manera evasiva. No se le vuelve a ver, no se le menciona en ninguna de las fuentes oficiales de información, y en poco más de dos semanas es como si a Qin se lo hubiera tragado la tierra. Nada. Al cabo de un mes la desaparición es noticia global y todos los medios del mundo se preguntan dónde está el hombre, no tanto el representante del cargo, porque las opciones de que le haya pasado algo realmente malo son cada vez más elevadas. En medio de la confusión, el ministerio de exteriores de Beijing se limita a un comunicado en el que menciona el cese del titular, el desaparecido, y su relevo por Wang Yi, que ya ocupó ese cargo en una ocasión anterior. El relevo muestra la caída en desgracia de Qin, pero no hay información alguna sobre la causa del cese, el dónde se encuentra el hombre y las causas que han motivado esta extraña ausencia. Cero, ni una sola explicación. Pero sí un movimiento que revela hasta qué punto es tenebrosa la situación de las personas en ese régimen. De un día para otro, en la web del ministerio desaparece toda la información del pasado titular. Se borran sus imágenes, discursos, comparecencias, fotos, enlaces, currículum… todo. En la época de los romanos esto se llama “damnatio memoriae” la eliminación del anterior ocupante del poder. Se hacía con cincel y maza sobre mármol. Se rompían estatuas, se desfiguraban, se arrasaban las placas en las que se relataban hechos acaecidos bajo su mandato, se trataba de borrar el pasado para que el caído ya no ocupase el hueco que se hizo en ese tiempo. Ahora eso se hace desde un teclado de ordenador, no es necesario pico y maza, pero la idea es la misma. Cruel, despótica, pero cierta.
Si esto le pasa a alguien que es ministro, imagínense lo que le puede suceder al ciudadano de a pie que protesta, que pide ejercer sus derechos, que se manifiesta en contra del régimen. China está llevando a la perfección tecnológica todas las argucias que las dictaduras han ido poniendo en práctica a lo largo de la historia para someter a la ciudadanía y garantizarse el poder absoluto. Eso que dijo Orwell en 1984 de que quien controla el pasado controla el futuro trasladado desde la rotura de estatuas o la manipulación fotográfica estalinista a la era digital y la IA en su versión china. Si ese régimen es el futuro que le espera a una gran parte de la humanidad no saben cuánto me alegro de vivir en un decadente país occidental.
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