miércoles, julio 30, 2025

Llevar la contraria al jefe

Hoy hay reunión de la FED en EEUU para decidir sobre los tipos de interés en aquel país en función de la economía. A ver si mañana o pasado puedo escribir sobre ello, pero, no huyan aún, hoy no quiero centrarme en la economía. La semana pasada Trump visitó las obras que se desarrollan en el edificio histórico de la FED, no muy lejos de la Casa Blanca. En un momento dado, habló del presupuesto de la obra, que ciertamente se ha disparado, y citó un coste unas tres veces mayor de lo que va a acabar siendo. A su lado, Powell, el mandatario de la FED, empezaba a cabecear en un claro gesto de negación. El subordinado contradecía a su jefe.

¿Cuántas veces se han visto ustedes en esa situación? En la de estar delante de un jefe que afirma algo que no es cierto, o que incurre en un error, y ustedes saben la respuesta correcta. ¿Se atreverían a contradecirle? ¿levantarían su voz para llevarle la contraria? Supongo que la respuesta depende mucho del contexto, de la relación personal con el jefe, del tamaño de la hipoteca que queda por pagar, de lo directamente relacionado que esté el jefe con el contrato que le une a usted a su empresa, y un montón de factores similares, pero, en general, es bastante poco común el ver una escena en público donde un superior es contradicho por alguien que, directa o indirectamente, depende de él. A medida que se asciende en el escalafón de una estructura, sea pública o privada, el poder es más intenso, y más es lo que se puede perder en caso de contradecirlo. Esto lleva a muchos a adoptar el rol del pelota, el adulador, el que siempre le da la razón al jefe pase lo que pase, aunque sepan que a veces tenga razón o no. Han descubierto que en su ecosistema se prospera más y mejor alabando las bondades de la jefatura que trabajando o siendo sinceros. Estos personajes se dan en todas partes, pero crecen en proporción a medida que nos acercamos a la cumbre, dado que desde ella el jefe puede decidir de manera discrecional quiénes le acompañan y quienes no (esos ya no podrán pagar sus hipotecas). Esto está muy estudiado y se sabe que el poder, cuanto mayor es, más ciego se muestra ante la realidad porque está todo el día oyendo voces aduladoras que le ciegan el juicio, creyéndose el superior el más listo de todos, cuando sólo está rodeado de un mayor número de aprovechados que viven a cuenta de él. Pero bueno, no nos vayamos a los cielos, donde viven muy pocos. En el día a día de su trabajo, en su empresa o negocio, tendrá muchas situaciones en las que su superior conoce más que usted y, al revés, y el cómo se gestiona eso cuando en ambos casos se deben acatar las decisiones que provienen sólo de un sentido es uno de los mayores problemas del trabajo habitual. Conseguir grados de confianza suficientes con los jefes para hacerles ver que hay cosas en las que están equivocados y no poner en riesgo la nómina es todo un arte, que a veces se aprende con el tiempo, y en otras muchas ocasiones resulta inaccesible. Mi experiencia al respecto es mixta y poco extrapolable, creo, dado que juego con red al tener un puesto de trabajo casi garantizado al 100%. En más de una ocasión le he llevado la contraria a mis superiores en aspectos técnicos que sí dominaba y ellos no, y el resultado ha sido variable, siendo mi criterio tenido en cuenta en unos casos y en otros no. De unos años a esta parte sí estoy notando dos tendencias que no me gustan nada en el mundo laboral en el que me muevo. Una es la inflación de cargos, el número de jefes no deja de crecer, y eso genera disfunciones y disputas entre ellos. Otra es que el criterio por el que reclutan a la gente no tiene tanto que ver con la valía profesional como con la lealtad, lo de no llevar la contraria y seguir las directrices. Y eso es condición necesaria para que una organización se estrelle. El papel del técnico se va reduciendo a medida que el nivel de jerarquía se dispara y opera de manera inaccesible, y justo cuando la vida real que nos rodea se complica cada vez más. No se, es lo que veo.

En la discusión entre Trump y Powell, Powell llevaba la razón. Trump le sacó un papel en el que figuraba esa cifra que triplicaba los costes. Powell se puso las gafas de leer y le contestó, en segundos, que eso hacía referencia a obras de otros edificios que no eran el del la FED, por lo que nada tenían que ver con él. A Trump ser pillado en renuncio le da igual, porque la realidad es lo que a él le parece, pero quedó claro hablaba sin saber y quién no. Eso no evitará que, en lo que le queda de mandato, Powell sea torturado sin cesar por los insultos de Trump, pero, al menos, se irá con la cabeza alta. Quizás eso, una vez pagada la hipoteca, sea lo más importante que se pueda decir del ejercicio de uno de su profesión y su relación con la jefatura.

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