miércoles, septiembre 26, 2012

Carreras junto a la Carrera de San Jerónimo


Ayer estaba convocada una jornada de protesta en Madrid con el objetivo, difundido a través de las redes sociales, de tomar el Congreso. Aunque luego la movilización cambió su lema sustituyendo el “tomar” por el “rodear” el despliegue policial instalado en la Carrera de San Jerónimo, la calle madrileña donde se sitúan las Cortes, impidió acercarse a menos de varios centenares de metros de la sede parlamentaria a los manifestantes, que se concentraron en torno a la fuente de Neptuno. La concentración acabó en tangana más o menos intensa, con 64 detenidos y 28 heridos.

Más allá de la concentración de ayer, lo que hay que reiterar una y otra vez, hasta que a uno le echen de la sala por pesado, es que el Congreso es la sede de la soberanía popular, es el órgano elegido por el voto de todos nosotros, ciudadanos libres e iguales, que acudimos a las urnas a nuestra voluntad y expresamos en ellas nuestra opinión, con idéntico peso sea cual sea nuestra ascendencia, empleo o riqueza personal. La Constitución lo define como inviolable, pero para un demócrata es un lugar sagrado, es un templo que no debe ser mancillado ni violentado. Guste o no cada uno de los 350 diputados que allí se sientan cuentan con el respaldo de electores que han confiado en ellos, y mal o bien, los representan. La crítica, necesaria y más en estos tiempos, ante el mal funcionamiento del sistema político, la cualificación de nuestros gobernantes y la operatividad de las instituciones no debe caer en la demagogia asamblearia de pretender sustituir el Congreso por otra cosa que no se sabe lo que es por parte de aquellos que se atribuyen la representación del pueblo. Y es que en democracia nadie representa a nadie si no ha sido elegido previamente, y esta máxima es algo que en España no es que no hayamos interiorizado, es que no ah llegado a traspasar ni la capa más externa de la piel. Nacionalistas, ecologistas, taxistas, estanqueros, todos se lanzan a la calle enarbolando la representación del conjunto de la sociedad, y demasiadas veces así se lo hacemos creer. ¿Hay motivos para protestar contra el sistema político en España? Innumerables. ¿Hay que hacer reformas profundas? Sí, obviamente. Pero esa labor es de una complejidad enorme, y lo siento mucho por los bien intencionados, pero no va a poder surgir de una asamblea que se cite a debatir bajo unos árboles o sobre una plaza. Hay que elaborar un conjunto serio de propuestas de reforma, que contengan la manera práctica de pone en marcha las listas electorales abiertas, que modifiquen el sistema de selección de candidatos a cortes, que ahora se basa en poco más que en la afinidad del nominado con la dirección del partido, que elimine poder a esos mismos partidos que han usado mal los privilegios que se les concedieron al inicio del régimen, estudiar la reforma de la ley electoral para ver las ventajas e inconvenientes de un sistema mayoritario por circunscripciones pequeñas, a sabiendas que no hay régimen electoral neutro ni perfecto, etc Y todo esto hay que plantearlo en serio, a través de una plataforma pública de intelectuales de prestigio, que elabore unas normas o guías de cómo llevar esto a cabo, y que sea presentado a las cortes por parte de alguna agrupación política, o que mediante firmas pueda ser elevada a rango de proyecto de Ley, etc. La democracia tiene los instrumentos necesarios para poder ser reformada desde su interior, porque esa palabra, procedimientos, también tiene un enorme valor. Saltársela abre paso a la conculcación de la Ley y al derribo del sistema que tanto nos ha costado construir, que tan buenos resultados nos ha dado en estos treinta años y que debe ser puesto al día para que siga funcionando. Pero siempre en democracia. Fuera de ahí no hay nada. Sólo tinieblas.

Puede que la bronca de ayer sea la primera de varias, que a lo largo de este otoño invierno llenen portadas y nos acerquen al escenario griego, que es a dónde vamos, no tengo muchas dudas al respecto. Será una pena, pero era raro que tras tanta crisis y angustia social no surgieran brotes violentos de este estilo. Ha pasado en todos los países y aquí también ha llegado. Una razón más para que los políticos se pongan las pilas de una vez, se cree por fin un gobierno de unidad nacional, al menos con la presencia de PP y PSOE y que tenga en su seno varios técnicos alejados de los partidos, y que dirija la nave en medio de la tormenta que, créanme, va muy para largo.

Por cierto, hoy es el primer día que escribo el blog y llueve en Madrid desde… ni me acuerdo :-)))

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