viernes, septiembre 14, 2012

¿Se han celebrado los juegos paralímpicos?


Una de las cosas más sorprendentes y difíciles de entender de la física cuántica es que la realidad sólo toma forma en el momento en el que el observador la escruta, ya que antes era un mero estado de probabilidad. El ejemplo del gato de Schrödinger, que está a la vez vivo y muerto encerrado en una caja hasta que el investigador levanta la tapa y descubre cual de los dos estados es el correcto es uno de los ejemplos más conocidos, aunque a mi me gusta otro aún más misterioso. Si en un bosque, en medio de la nada, sin que nadie esté a kilómetros a la redonda, un árbol cae al suelo, ¿cómo saber que realmente ese hecho se ha producido?

Estas reflexiones venían a mi mente el pasado fin de semana cuando los telediarios comentaban, deprisa, algunos aspectos de la ceremonia de clausura de los juegos paralímpicos celebrados hasta este Domingo en Londres, en medio de una general indiferencia por parte de los medios de comunicación y sin que se les haya dado la más mínima relevancia en la calle o en las conversaciones diarias. Sin embargo, un par de meses antes, todos los ojos estaban puestos en Londres, en el mismo escenario, cientos de millones de personas, miles probablemente, vieron la final de los cien metros de Usain Bolt, o los últimos partidos de baloncesto u otras pruebas similares. Londres era el centro del mundo y allí se dirigían todos los ojos, pero esa frase se puede leer exactamente a la inversa y adquiere otro significado, y es que el que todos los ojos se dirigieran a Londres la convertía en el centro del mundo. Dicha así resulta mucho más cierta, porque a lo largo de las dos semanas de paraolimpiada los ojos del mundo no han mirado a Londres, y esta ciudad no ha sido el centro de nada. En el mundo del deporte, y sin salir de España, la actualidad estaba centrada en la rabieta de un consentido niño rico porque quería más dinero, deseo humano comprensible pero obsceno dad su profesión y el estado de penuria que atraviesa el país, y a ese comportamiento, triste en todos los sentidos, se le han dedicado más páginas y comentarios que a todos los atletas que trataban de esforzarse hasta el final sobre la pista de Stratford. Las mismas torres de luces de forma triangular que coronaban el estadio, una de las imágenes que más me gustó de los juegos alumbraron a las estrellas de Agosto y a las de Septiembre, pero si a las primeras las deslumbraban los flashes de los medios de comunicación de todo el mundo, a las segundas sólo les acompañaban los disparos de las cámaras de los familiares y allegados. Pero no se llamen a engaño, si denominamos deporte a esfuerzo, superación, ganas de vencer, de darlo todo a cambio de un instante de satisfacción, eso es lo que sucedió en los paralímpicos. Si llamamos deporte al espectáculo de masas, a la fábrica de generar dinero y pasiones más perfecta que jamás se haya inventado, al negocio en su estado más puto y primitivo, a la sustitución de la guerra por el enfrentamiento incruento de países con un espíritu nacionalista desatado, eso es lo que todo el mundo aplaudió a rabiar a lo largo de finales de Julio y Agosto en Stratford. Como no me gusta el deporte ni lo aprecio, poco les puedo decir sobre las gestas de Bolt, la NBA o Phelps, pero sobre lecciones de sacrificio, superación y entrega tengo bastante claro cual de las dos competiciones ha sido la más pura, verdadera y, sin lugar a dudas, bella.

En la ceremonia de clausura de los paralímpicos, sin las miles de cámaras de las televisiones en directo, hubo un discurso que nadie ha emitido, pero todos debiéramos grabar. En el, Stepehn Hawking, quizá el mayor ejemplo vivo de condena física y libertar mental, reflexionó sobre su enfermedad, que le mantiene confinado en su silla, encarcelado en su cuerpo, pero que no puede evitar que su mente sea libre, brillante y prodigiosa. Desde su púlpito moral, animó a todos los presentes, afectados por enfermedades, dificultades y rechazos sociales, a no rendirse, a seguir luchando día a día por superarse y triunfar en la vida. En el fondo todos somos paralímpicos, poseedores de imperfecciones más o menos profundas, a veces visibles, otras escondidas, y Hawking habló por todos nosotros. Eso es grandeza, eso es olimpismo.

La semana que viene estaré de vacaciones en Elorrio, por lo que, salvo sorpresa, no habrá entradas hasta el Lunes 24. Sean muy felices.

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