jueves, septiembre 27, 2012

Cataluña o cómo fabricar un problema para tapar otro


Les confieso que me da mucha pereza escribir sobre el problema de Cataluña, o como quieran definirlo, porque dada la situación en la que se encuentra el país el órdago secesionista de Mas y compañía no deja de ser un nuevo y serio problema que se añade a todos los que ya tenemos, el principal de ellos nuestra absoluta quiebra económica y moral, y en momentos en los que sería más necesaria que nunca la unidad para salvar el barco que se nos hunde empiezan a cundir por todas partes las voces de tonto el último y sálvese quien pueda. Todo un espectáculo para los observadores extranjeros, algo patético para cualquiera que lo mire desde aquí.

De hecho ayer Mas, un día después de convocar (otras) elecciones anticipadas para el 25 de noviembre, fecha prenavideña donde las haya, reiteró su idea de una consulta soberanista sobre la relación de Cataluña con el resto de España, adelantando en parte cual va a ser su programa electoral, con el esperado resultado: Aplausos enfervorecidos por parte de los suyos, ola mediática de los medios que reciben ingresos de la Generalitat y desconcierto general en el resto de la bancada. Mi opinión es que todo esto no es sino un inmenso montaje, un fraude de fondo que, bajo la forma de independentismo, trata de cubrir la gestión de dos años de gobierno de CiU que han sido malos para Cataluña, en los que la crisis ah golpeado con dureza al sector industrial que rodea Barcelona, y el número de parados se ha disparado. Las medidas de recorte del gobierno de Mas, pioneras en España, han sido muy duras, aunque en la línea de lo desarrollado por el PP en el conjunto del país han ido a lo fácil, el grueso del gasto social, y no han tocado lo que más les importa a los partidos, que es su red clientelar y sus tentáculos de poder. En el caso catalán no se ha reducido nada del inmenso aparejo paraestatal que Mas controla desde el Palau de la Generalitat, a través de empresas públicas, contratas, subvenciones, y entidades como la Corporación catalana de medios audiovisuales, que gestiona la TV3 y todo el tinglado asociado, cuyo coste se estima en algunos miles de millones de euros. Sin reducir estos gastos de poco sirve cerrar hospitales y obligar a los niños a ir con tartera a clase, y sobre todo, no se hace ninguna pedagogía del recorte 8al ciudadano sí pero al gobernante no) y de mientras los ingresos de la Generalitat siguen bajando por el derrumbe de la actividad económica y el pinchazo inmobiliario, muy intenso allí tanto en la costa como en las ciudades. Consecuencia: la quiebra. La Generalitat apenas tiene liquidez en caja para financiar las nóminas de cada mes y no puede hacer frente a ninguna inversión digna de tal nombre, y se ve obligada a solicitar el rescate al odiado estado estatal estatalista llamado España. Todo un golpe de humillación para unos gestores que se presentaron como modélicos y que, como otros tantos, no supieron calibrar la dimensión de lo que se les venía encima y se ven abocados a sufrir el desencanto de la población en las urnas y la calle. ¿Solución? Doble y muy clásica. Por un lado busquemos un culpable fuera, al que llamaremos España derrochadora, o expoliadora, que suena aún más mezquino, y por otro apelemos al sentimiento patrio catalán como válvula de escape de la ciudadanía y que el amor a la patria haga olvidar el vacío de la cuenta bancaria. Así, Mas opta por envolverse en la senyera para eludir la situación de quiebra, y desde que ha empezado esta táctica ya nadie habla de los recortes, ni de los colegios, ni de los hospitales, ni del caso de las ITVs de Oriol Pujol ni de los dependientes, a los que ya no hacen caso ni los medios que antes los usaban como excusa para atacar al gobierno. Como cortina de distracción y táctica electoral, un diez.

Pero como estrategia política y económica, un cero. Exacerbar el sentimiento nacionalista catalán puede serle rentable a CiU a corto plazo, pero a medio lo único que logrará es revitalizar al extremismo de ERC, que le comerá votos por su izquierda, como siempre ha sucedido en el País Vasco. Y económicamente la secesión es un malísimo negocio para Cataluña y el resto de España, en el que todos perdemos. Mas y el resto de políticos de aquella región debieran pensar mucho menos en Cataluña y mucho más en los catalanes y sus problemas, idénticos a los del resto de españoles (la quiebra) Lo demás son juegos electoralistas cargados de pólvora, en algunos casos mojada, en otros peligrosamente caliente.

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