Rayos y lluvia toda la noche, me levanto a las 6:50 y veo que ETA ha matado a una persona, Luís Conde, de 46 años. Mierda
Me voy de vacaciones una semana y se hunde el mundo. No es que yo lo sostenga, ni mucho menos, pero es paradójico que un ansioso por las noticias como yo viva la mayor crisis financiera de la historia moderna aislado, sin casi poder acceder a Internet, luchando por ver telediarios y comprando periódicos, en medio de la oposición de mis padres, que seguro protestarían menos si llegase borracho a casa o me hubiera gastado 500 euros en camisas y jerséis de lo que denuncian cunado llego con uno o dos periódicos bajo el brazo. Avatares de volver a casa para una pequeña temporada.
Lo que ha ocurrido esta semana en la bolsa, los llamados mercados y las instituciones financieras da para escribir durante meses, pero tranquilo, paciente lector, que no creo que así sea. En apenas unos días hemos asistido a la caída de imperios descomunales, gigantes llamados Lehman Brothers, que quebraba el pasado Martes, llevándose a la tumba 158 años de historia financiera, o la venta a precio de saldo de Merryll Linch, otro nombre que asusta, por lo grande, respetado y valioso que es (bueno, era) y que fue adquirido por el Bank of America por menos de la mitad de lo que valía antes de que este servidor se fuera de vacaciones el Viernes 12. En medio las bolsas salían del ojo del huracán, donde como se sabe todo está tranquilo y plácido, y viajaban hasta el medio de uno de sus vórtices, pegándose unos batacazos enormes. Caídas brutales, a plomo, destrucción de valor como si de aire se tratase, generando miedo pro todas partes. Caras asombradas de los inversores pequeños, cautos y metidos hasta el fondo en la tormenta, horror de los grandes inversores, viendo como algunos aún más grandes caían, y sin saber como sacar en limpio sus ahorros y los de muchas personas que en ellos confiaron. Los bancos centrales de medio mundo empezaron a actuar inyectando liquidez, una expresión que los periodistas usan todo el tiempo y que intuyo que la mayor parte de la gente que les oye no entiende que es lo que quiere decir, pero bueno, ahí estaban, metiendo euros en vena a los bancos comerciales en préstamos de un día, a ver si se podía tapar el agujero, pero el sistema financiero internacional, golpeado por la crisis hipotecaría hasta la médula, empezaba a zozobrar como un Titanic virtual, y muchos empezaban a arrojarse por al borda, vendiendo sus acciones a bajo precio, ejecutando pérdidas, dilapidando ahorros y esfuerzos de años. Y todos miraban al horizonte, esperando algún barco que pudiera rescatarles, rescatarnos, porque todo lo que ha sucedido esta semana nos afecta al común bolsillo de todos nosotros, no es un juego de unos pirados que, ricos hasta decir basta, se divierten en un casino. Aunque algo de eso hay, si el barco se hunde los de primera clase lo pasarán mal, pero ya se sabe que en las bodegas y los camarotes de tercera clase la supervivencia es casi imposible. Y el Jueves se vieron luces en el horizonte, y un barco en forma de intervención gubernamental norteamericana se acercó a salvarnos, y eso creo el júbilo y la euforia como no se había visto nunca.
Habrá que ver si el barco de rescate puede con todos, si tiene fondo y si no se hundirá intentando ayudarnos, pero al menos alguien está intentando hacer algo. ¿Por qué ha sucedido todo esto? ¿Qué va a pasar ahora? ¿En que me afecta? ¿Cómo queda el debate ideológico? ¿Se ha acabado la banca de inversión? ¿Qué hemos hecho mal para llegar hasta aquí? ¿Qué no hemos visto? ¿qué pueden hacer los gobiernos para arreglar esto? ¿Y qué no deben hacer? ¿Y uno mismo, qué medidas puede tomar? Decenas, cientos de enormes preguntas surgen a cada paso, tras una de las semanas económicamente más importantes de la historia reciente. Casi nada.
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