Es la segunda vez que me sucede desde que vivo en Madrid. Despierto hasta las 2:20 de la mañana, notando como el cielo se cubre cada vez más de nubes, me levanto a las 6:50 y al subir la persiana me encuentro que ha nevado. No mucho, pero sí lo suficiente para dejar mi barrio blanco, los coches y los jardines cubiertos, y las aceras con unas marcas de pisada que preludiaban los simulacros de resbalón que he hecho en abundancia hasta llegar al metro. Esta ciudad es de coña. Hoy hay cuarenta grados o nieva, pero no existe el término medio.
La verdad es que este fin de semana ha empezado a hacer frío de verás, tanto por el viento molesto que no ha dejado de soplar ni un solo instante y contribuía a que la sensación térmica fuera bajísima como porque veníamos de un otoño veraniego. Hasta hace una semana al mediodía se pasaban holgadamente de los quince grados, y no era de valientes ni atrevidos el pasear en mangas de camisa. Y eso a principios de Diciembre y en una ciudad como Madrid que está a más de seiscientos metros de altura. De ahí que el bajón de temperaturas de este fin de semana haya sido aún más noticioso que en otras ocasiones. Hemos vuelto a incurrir en el tópico error informativo de dar como noticia que en Diciembre hace frío, aunque en este caso algo de excusa tiene el hecho de que hasta ahora realmente no lo hiciese. Este simulacro de vuelta a la primavera que hemos tenido en estos meses ha traído sus consecuencias. Algunas plantas y árboles han rebrotado tras una inicial caída de sus hojas, y alergias típicas de Marzo se empezaban a dar el mes pasado, ayudadas notablemente por unos impresentables niveles de contaminación sobre la ciudad, que hacen que respirar se vuelva dañino por sí mismo, sin necesidad de pólenes ni sustancias varias. El frío y al nieve de estos días contribuirán a limpiar el ambiente, asentarán toda esa porquería en el suelo y nos darán un respiro ecológico que ni las autoridades ni nadie parece entender que es más necesario que otras cosas en las que se gastan el dinero. Incluso puede que sirva para refrescar unos terrenos que, al menos en Madrid y alrededores, presentan un estado deplorable, después de un verano duro y seco y un otoño muy escaso de precipitaciones. No van a resolver la sequía, no, pero si sirve para que las plantas acumulen algunas reservas de cara al futuro y que las raíces de los árboles se empapen me doy por satisfecho. Suelo decir que tras un verano como el que hemos pasado debiera estar más de un mes seguido lloviendo, y todos los que me rodean me miran como si fuera un iluminado hablando de las siete plagas de Egipto. A día de hoy los embalses de esta comunidad están aproximadamente al 50% de su capacidad, por lo que más nos vale que en este mes y los siguientes haya abundantes precipitaciones para acumular reservas de cara a unas desconocidas primavera y verano, que lo normal es que sean secas. Fastidia pasear con paraguas, ya lo se, pero es necesario.
Por de pronto quienes hoy estarán fastidiados serán los conductores. Si miro por mi ventana (esperen...) veo el Paseo de la Castellana con mucho tráfico, pero con nieve sólo en los jardines laterales. Eso sí, tejados y azoteas de la ciudad lucen blancos como de postal navideña, como de anuncio de lotería o de turrones. No es habitual que nieve tan pronto, que la Navidad sea blanca como dice el falso tópico (ya se sabe lo mucho que nieva en Palestina) pero lo cierto es que la imagen es muy bella. Si pueden, disfrútenla, y aprovechen, que mañana empiezan a subir las temperaturas y la decoración se acaba.
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