Parece que el gobierno se ha decidido a ponerse serio en contra del tabaco y va a cambiar al ley que actualmente regula su uso en los espacios públicos. El objetivo es erradicarlo del todo de esos lugares. Estoy completamente de acuerdo con esta nueva norma, aunque tengo dudas de cómo se va a poder aplicar en la práctica, y además esto del tabaco nos pone en frente de un montón de problemas e hipocresías personales y sociales que hacen obtuso su debate. Lo que tengo claro es que, como no fumador, tengo derecho a no tragarme el humo de otros.
Algunos de esos problemas antes señalados empiezan por el hecho de que el tabaco es un producto que mata y se vende libremente. No cumple ninguna norma sanitaria ni de consumo en cuanto a ingredientes y etiquetado, y es una droga de las llamadas blandas, en donde el adjetivo blando yo lo entiendo como que mata más lentamente que las duras, que se explota comercialmente y de la que el estado saca enormes ingresos, siendo así un buen negocio. Grandes extensiones de cultivo en Extremadura y Canarias principalmente se dedican a esta planta, y pese a que no se me los datos, debe ganarse más con ella de lo que cuesta el gasto medico asociado a su consumo (sino el estado la prohibiría, seguro). El problema que tiene el tabaco frente al alcohol, que cumple todo lo anterior, es que tiene una externalidad negativa directa e inevitable, y eso no es más que una forma muy retorcida y “cultureta” de llamar al humo. Si uno fuma exhala humo, que contamina el ambiente del fumador y obliga al no fumador a respirarlo. Así, el ejercicio de la libertad del fumador choca contra el del no fumador, y en este conflicto entre las burbujas particulares de cada uno es donde debe introducirse el legislador y dictar dónde se pude fumar o no. Algunas voces, que tiene mucha razón, dicen que esto no es más que otra muestra del intervencionismo de los gobiernos que pretenden decirnos que debemos hacer y que no en cada ámbito de nuestra vida. Yo estoy en contra de regular las cosas privadas. Un adulto puede hacerse a sí mismo lo que le plazca. Poniendo un ejemplo muy distorsionado, si quiere comerse doce hamburguesas, meterse tres rayas, acostarse con dos fulanas y seguir de orgía durante un fin de semana. Es su decisión y responsabilidad. Se podrá opinar o no al respecto, pero no puede haber una ley que se lo prohíba, como no se puede prohibir el suicidio. De hecho la nueva ley de autonomía del paciente permite que el enfermo pueda renunciar a cuidados si ese es su deseo, y esta es una de las causas que complican el asunto de Aminatu Haidar. Dicho en plata, uno puede pegarse cabezazos contra la pared, pero no puede pegárselos a otro. Y al fumar uno hace que quien no quiera fume, cosa que por ejemplo no pasa con el alcohol, que es una droga privada. A lo largo de los años hemos visto como el tabaco ha sido erradicado poco a poco de espacios cerrados donde nunca debió entrar, como cines, autobuses, metro y demás. Ahora toca extender eso a todos los espacios cerrados. Es lo lógico y normal, aunque me queda la duda de quién y como vigilará eso.
En lo que sí tienen razón los hosteleros, que tanto protestan por la ley, es que hace unos años algunos hicieron unas obras para adecuarse a una norma que ahora, al cambiase, las convierte en inútiles. El dinero que invirtieron en reformas se ha ido a la basura por un asunto de inseguridad jurídica. En este caso creo que deben reclamar indemnizaciones, que seguro ganarán si van a juicio. La otra alternativa es que el estado les indemnice de alguna manera, pero ahora creo que no hay dinero ni para pipas. En todo caso se acerca el momento en el que sólo veremos el humo del tabaco en la pantalla. Bien.
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