Sí, todos. Yo también. Es lo que tiene un mundo dominado por las prisas, la noticia en exclusiva, la portada fácil y el ansia de las ventas y/o audiencia y, en general, la falta de profesionalidad. Algo así pensaba hace unas semanas cuando todas las televisiones enfocaban la imagen de un globo que surcaba el cielo con un supuesto niño como pasajero. Todos atónitos mirando algo que a mi no me parecía noticia, y que luego resultó un montaje en el que ni había niño ni nada. Todos los medios estafados, pillados en su ansia del titular. “Algún día la cagaremos del todo” pensaba entonces, y ese día ya ha llegado.
Hoy se entierra en Parla, municipio cercano a Madrid, a Aitana, una niña de 3 años que ha fallecido víctima de la incompetencia social. La niña fue ingresada la semana pasada en un hospital de Tenerife, a donde la llevó el actual novio de su madre. El parte médico conocido posteriormente señalaba desgarros vaginales y anales, producto clásico de abusos sexuales, quemaduras y golpes variados. Un cuadro horrible pero que se ajusta bastante bien al clásico patrón de abusos y maltratos a menores que acostumbramos a ver y oír casi todos los días (¿se dan cuenta de que es repugnante usar términos como “clásico” o “acostumbramos” referidos a hechos de esta gravedad? ¿Estamos todos enfermos?). Al instante la imagen del hombre que llevó la niña al hospital, llamado Diego Pastrana fue portada de periódicos, informativos y crónicas de sucesos, señalado como el culpable de esta barbaridad, y empezó el clásico linchamiento mediático que acompaña a todos los sucesos. Asesino, hijo de puta, violador... términos también clásicos que se usan para describir a los autores de estas fechorías cayeron sobre Diego, que ingresó preventivamente en prisión. Sin embargo el viernes 27, justo el día en el que la niña moría, se supo en un análisis que de abusos sexuales no había nada en el cuerpo de Aitana. La autopsia posterior reveló que las quemaduras eran reacciones alérgicas, y que los traumatismos se derivaban de la caída de un columpio que al niña había sufrido una semana antes, hecho que motivó que Diego llevase inicialmente a la niña al hospital. El primer médico que la atendió le recetó unos analgésicos y la mandó para casa. Tras este mal examen, la niña pasó algunos días en el hogar hasta que se desmayó, victima del coágulo que se había formado en el cerebro producto d accidente y que el primer médico no vio. Con la niña inconsciente Diego acudió al hospital, donde un segundo médico realizó el alucínate informe que llevaría a Diego a al cárcel y la plaza pública. Finalmente la niña falleció, víctima de las heridas y consecuencias de un accidente mal diagnosticado y, en definitiva, de una presunta y grave negligencia médica. La autopsia del cadáver es lo que ha salvado la dignidad de Diego, pero resulta aterrador pensar que si la niña no llega a morirse este h0mbre hubiera pasado 10, 20 o a saber cuantos años encerrado en la cárcel acusado de un delito que nunca había cometido. Es desolador que Diego se haya salvado sólo gracias a que Aitana ha muerto. Ahora el hombre está ingresado en un hospital aquejado de ataques de ansiedad y profundamente deprimido, no tanto por la horrible historia que ha pasado, sino porque la hija de su novia, su hija, Aitana, a quien él cuidaba, está muerta.
¿Quién es el responsable de todo esto? Estamos en España, así que NADIE. El gobierno canario, responsable del sistema de salud se lava la manos por la difusión del expediente medico a la prensa, y ni el hospital ni el colegio de médicos aún no han dicho nada sobre los diagnósticos de Aitana. La prensa entona un “mea culpa”, pero con titulares mucho más pequeños que los que usó para acusar a Diego, y desde aquí yo sólo puedo decir un triste y vacío “perdona, Diego”, porque en público y en privado yo también me cagué en ti, te maldije por lo que habías hecho, y te deseé que pasases algo similar. Vaya cagada.
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