martes, enero 19, 2010

Le grandeur gilipollué

Ayer por la noche, viendo los informativos y escuchando la radio empecé a coger un mosqueo considerable al notar como el desastre de Haití empieza a derivar en un desastre de gestión internacional. Ahora resulta que el problema para algunos no es que haya muertos por todas partes ni gente muriéndose de hambre, no, sino que haya muchos o pocos soldados norteamericanos. Algunas de las declaraciones más estúpidas de la jornada llegaban de al acomodada e inmóvil Europa, y más concretamente, de Francia.

Francia, Francia.... antes de salir a decirlo que dijo Sarkozy podría haber pensado un poco sobre el porqué su excolonia es el país más pobre del continente, y de si la actitud francesa sobre los haitianos a generado pobreza o desarrollo en la isla. También podía haberse pasado pro el lujoso piso parisino en el que reside Baby Doc, el pequeño Duvaleir, el que fue dictador de la isla durante años con el beneplácito francés, y que durante su tiempo en el ahora derruido palacio presidencial no hizo nada por su pueblo.. bueno, sí, lo exprimió y torturó con saña. Pues bien, ese Sarkozy, uno de los presidentes que con más ímpetu llegaron al poder y que, al menos a mi, más ha decepcionado,
salió ayer con una cara de orgullo y celos para denunciar el exceso de tropas norteamericanas en la isla, y preguntándose qué hacían allí. ¿A caso lo que sucede es que Sarkozy tiene celos? ¿No será que no le importa un pimiento lo que le suceda a los haitianos y sí el que Francia no encabece la misión de solidaridad? Yo alucino. Todo el mundo quiere que la ONU lidere esta misión de rescate, pero la ONU tiene intenciones, ideas, pero no soldados, y si llamamos a los militares para que despejen nuestras lujosas autopistas de nieve para que corramos en ellas con nuestros cochazos, ¿cómo XXX no van a ir militares, a millares, a controlar lo que ahora sucede en Haití?. Aquí siempre sucede lo mismo. Los norteamericanos debe ir apagando los focos que los europeos encienden, y para no hablar del nazismo podríamos remontarnos al Vietnam que, mira por donde Francia, incendió en los cincuenta o la crisis de las repúblicas exyugoslavas, sucedida en el patio trasero de una Europa harta de mirarse al ombligo y que no hizo nada por detener aquella carnicería hasta que los americanos se hartaron y vinieron a poner orden. En una situación límite como la que se vive en Puerto Príncipe de nada sirve que haya alimentos en el aeropuerto de la ciudad si no hay destacamentos militares que controlan su distribución, detienen a los delincuentes que campana a su anchas por lo que queda de las calles y controlan a una población superviviente que, lógicamente, está desesperada. El único que por medios, disponibilidad y cercanía, está en condiciones de hacer eso, nos guste o no, es el ejército norteamericano. Suyo debe ser el papel de intervenir en la zona y estabilizarla, y hacerlo YA, porque los que aún están vivos bajo los cascotes, milagroso pero posible, no entienden de francés o inglés. Sólo buscan luz.

No nos engañemos. Los europeos, como siempre, no vamos a mandar ningún soldado allí hasta que deje de ser realmente necesario y, por tanto, peligroso. Como no tenemos tropas ni peso relevante en la zona, y más vale acostumbrarse a que cada vez lo tengamos menos en todo el mundo, lo único que podemos hacer como ricos que somos es pagar los costes de la intervención y callarnos, no actuar como niños mimados, desagradecidos y rencorosos. La pataleta de ayer de Sarkozy,
y la comisaría de exteriores Ashton no le anduvo muy a la zaga, me produjo auténtica vergüenza ajena.

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