¿Cuántas veces hemos oído esa frase a lo largo de los últimos días? La escena era siempre parecida, y en ella una corresponsal, joven, probablemente becaria subcontratada, era abandonada a las afueras de Franganillo del Páramo Tenebroso, en una provincia perdida del norte de España, y rodeada de nieve, ventisca, y con tiritona en la voz, decía eso de que “las condiciones hoy aquí son muy duras pero lo peor está por llegar, porque para mañana se espera aún más frío” y con el pelo agitado frente a al cara trataba de hacerse ver pese a que la nieve le seguía golpeando con furia.
Temporal lo que se dice temporal lo hemos tenido. No es de los muy gordos, pero sí de los que en los ochenta eran más habituales y que, después de unos inviernos muy templados, aunque el anterior ya fue duro, nos ha pillado de pleno con la guardia baja. Ha nevado en Sevilla, unos copos que no se prodigan nada por allí, pero que la montaña de Castellón esté cubierta de nieve o que en Castilla y león haga un frío diabólico es lo normal, o que en la cornisa cantábrica caiga una de las gordas. Cuando yo estudiaba en la EGB era normal que perdiéramos algunos días de clase por nieve. Hubo un año, no se si fue 1985 o 1986, pero por ahí andaba, en el que cayó una gran nevada el Domingo por la noche, justo antes de empezar las clases tras las fiestas navideñas. Esa nevada que sale en la películas americanas por la que todos los niños rezan, pues esa. Cayó, bloqueó Elorrio y alrededores y nos quedamos sin clase una semana. A escala, hoy en Madrid se han suspendido las clases, sobre todo para evitar accidentes con los autobuses de transporte escolar, así que niños y mayores tienen un día extra de fiesta, lo cual agradecerán todos, y será motivo más que suficiente para hacer bolas y guerras en la nieve en una ciudad que ahora parece tener sus calles principales abiertas, pero que luce unos jardines y tejados completamente blancos. Menos mal que en Madrid no nevaba, porque estos últimos años no deja de hacerlo. Al menos esta vez las autoridades han sido previsoras, se han comportado como deben y, aunque es cierto que ha caído menos, han evitado desastres como el que se organizó el año pasado justo por estas fechas, cuando se colapsó Barajas, los accesos a la ciudad eran ratoneras y los coches y autobuses bailaban la danza del hielo sobre unas carreteras que no servían para nada. Supongo que Maleni Álvarez, la anterior e incompetente Ministra de Fomento, debe estar rabiando al ver como su sucesor José Blanco no ha resbalado en la misma acera en la que ella se cayó víctima de la nieve. Me la imagino como una bruja frente al espejo, implorando que lleguen nuevas nevadas que colapsen al ciudad y pueda sacar pecho diciendo eso de “qué, ahora qué” pero esta vez parece que la situación está controlada, y Blanco, haciendo honor a su apellido, sale de este episodio inmaculado.
¿Y qué hay de nuestra corresponsal de Franganillo del Páramo Tenebroso? Confío en que haya pasado una noche cubierta de mantas y abrigos, porque en los telediarios matinales y en los programas esos de “Franganillo directo” van a conectar un montón de veces con ella y se va a estar toda la mañana en medio de la nieve. Parece que, al menos, ahora podrá decir algo tan deseado como que “lo peor ya ha pasado”... para el tiempo pensará, “no para mis pies, piernas y mofletes, que ya no puedo con el frío que hace aquí, XXXX” soltará fuera de cámara, y con un poco de mala suerte le sacarán en un zapping.
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