Si ha habido una noticia que ha dominado estas navidades, además de la lluvia en España, ha sido el frustrado atentado terrorista que pretendía volar un avión que iba rumbo al aeropuerto norteamericano de Detroit. Umar Farouk Abdul Mutallab, que así de sencillo es el nombre del presunto terrorista, llevaba consigo un paquete de explosivo plástico, sito en sus genitales, y fue detenido por otros pasajeros cunado trataba de introducirse el detonador y eso generó un pequeño incendio. De origen muy rico en su Nigeria natal, Umar ha dejado dos cosas muy claras.
Una, de la que más se habla pero que me parece la menos relevante, es que las medidas de seguridad aeroportuaria, los protocolos de intervención, los registros, cacheos, las agencias de inteligencia y seguridad, y demás procedimientos con que nos hemos dotado para combatir la amenaza terrorista en el transporte aéreo han fracasado estrepitosamente. Ahora estamos debatiendo sobre ese fracaso, pero si Umar no hubiera fallado con el detonador, y estuvo apunto de no hacerlo, hubiéramos tenido más de doscientos muertos sobre la pista de Detroit el día de Navidad, y el miedo que ahora ha resurgido sería pánico en unas fechas críticas, y pondría a Obama frente al problema terrorista de la manera más cruda y cruel posible, y es probable que el debate no fuese sobre aeropuertos, sino sobre qué objetivos bombardear en Yemen. Se habla ahora de la instalación de escáneres de cuerpo entero en los aeropuertos, que permiten generar una imagen tridimensional de los pasajeros (es una manera muy moderna de desnudarlos) y saber que llevan consigo bajo sus ropas. No se si esos escáneres hubieran sido útiles en el caso del vuelo navideño de Detroit, pero si suponemos que lo son, implantarlos en todos los aeropuertos internacionales del mundo, y contratar al personal especializado que sea capaz de interpretar esas imágenes supone un coste económico y de tiempo que no soy capa de imaginar. Pueden estar en toda Europa, pero si sube un pasajero a un avión en el, pongamos, aeropuerto internacional de Bangalore y allí no está el escáner y lleva la bomba no ha servido de nada el esfuerzo europeo. Además en el caso de Umar lo que ha fallado no ha sido sólo el chequeo del aeropuerto, no. La CIA y otros organismos de seguridad internacionales tenías sospechas sobre este individuo, estaban sobre aviso, y su trabajo de filtrado, análisis y alerta en base a la información que poseía se ha mostrado inoperante. Toda la estructura de seguridad norteamericana ha fallado. Eso es más grave que los escáneres. Obama lo ha dicho muy claro, y se señala como responsable último de este fallo, lo que es encomiable en contraste con la desafección de la responsabilidad que tanto se lleva en España, pero no es suficiente. Resulta evidente que la CIA y el resto de organismos, además de descoordinados y estar rivalizando continuamente unos contra otros, no están preparados mentalmente como para hacer frente a la hidra islamista que sigue ahí. Los fallos de estructura y percepción que reveló el informe del 11S no se han corregido, y son graves, y se que difíciles de solventar, pero debe hacerse algo al respecto.
La otra cosa que Umar ha dejado muy clara, y de la que no se habla mucho, y es la importante, es que eso que llamamos Al Queda no se ha ido. Sigue ahí y seguirá mucho mucho mucho tiempo. Por mucho que mejoremos los escáneres algo inventarán para atacar, y si los aviones son imposibles lo harán en esos trenes que no tienen control alguno, o barcos carentes de arcos de seguridad. Elegía El Correo de Bilbao como portada de su suplemento de la década (que no se cumple en 2010) la imagen de un hombre cayendo de la torres gemelas, como símbolo de los tiempos. Hoy, nueve años después, y cientos de cadáveres repartidos por todo el mundo, parece que hemos aprendido poco sobre la amenaza que se cierne sobre nosotros.
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