Fíjense lo impactante y destructivo que ha sido el terremoto de Haití que por sexto día consecutivo sus imágenes vuelven a abrir los informativos. Las escenas de cascotes, edificios ruinosos y cadáveres siguen dominando en el menú que nos ofrecen las televisiones, aderezadas con rescates milagrosos que, transcurridas muchas horas más allá de las 72 que se suelen citar siempre como límite de supervivencia, demuestran que la suerte y la fortaleza humana pueden lograr lo que nunca seríamos capaces de pensar posible, viendo a esos niños desvalidos que rescatan de semejante infierno.
Lo que cada vez se ve más son escenas de pillaje y revuelta. Los muertos ya no tienen solución, pero los vivos carecen de esperanza, y si los primeros no esperan más que la fosa o la hoguera los segundos ansían comer y sobrevivir. Algunas escenas de saqueo, tiroteos y persecuciones de este fin de semana parecen sacadas del guión de una película de ciencia ficción en la que la civilización se hubiera derrumbado. Esto que vemos cada vez se parece más a los efectos de un posible atentado nuclear en una ciudad. Cada vez es más urgente que las tropas internacionales, sobre todo norteamericanas, que se despliegan por la isla, empiecen a imponer un control sobre el terreno que ocupan, porque de lo contrario ni se va a poder distribuir la ayuda que llegue a la zona ni los supervivientes van a poder estar mínimamente seguros en un entorno tan hostil. Las ONGs suelen trabajar habitualmente en escenarios de pobreza y marginación pero en los que hay una infraestructura que, más o menos, funciona, como podía ser el caso de la propia Haití antes del terremoto, pero ahora la situación es completamente distinta. Víveres y materiales se acumulan en el ruinoso aeropuerto de Puerto Príncipe sin que sea posible distribuirlos salvo que batallones armados se encarguen de esa labor. La ONU, diezmada en sus efectivos y sin apoyo militar propio, está completamente superada, por no contar el episodio que ha protagonizado con la falsa identificación de Pilar Juárez, la diplomática española de su contingente que fue dada por muerta y que ahora resulta que se trató de un error de identificación y que no era ella. Le toca, como siempre, a los Estados Unidos, ejercer el papel de “poli duro”, y empezar a utilizar los 10.000 efectivos que ya están en la isla para tratar de mantener un cierto orden, dentro de lo posible. Y es que para los espectadores que, como es mi caso, asistimos con una mezcla de incredulidad y horror a lo que vemos pos la tele cada imagen parece superar en crudeza y miseria a la anterior. Crees que lo has visto todo y de repente un nuevo reportero enfoca su cámara y ... glups, se te vuelve a caer el alma al suelo, y empiezas a pensar porqué ello sí y yo no, y que a parte de dar dinero a una cuenta bancaria no puedes hacer nada, y que no sabes si ese dinero llegará, y las preguntas te asaltan, y otra imagen te bombardea. No se que pensarán ustedes, yo aún no estoy insensibilizado ante tanta tragedia, pero me parece muy difícil de describirla. Los testimonios genérales de los que allí están relatan que jamás habían visto algo así. Es duro decirlo, pero estamos viendo algo nuevo, que hasta ahora nuestros ojos no habían contemplado, y es horrible.
¿Dónde encuentra uno consuelo a esto? En mi caso este fin de semana lo he logrado siendo inmerecidamente agasajado por todo el mundo. El Viernes cené en casa de unos amigos que siempre se desviven por todos los que les visitan y rodean, el Sábado lo hice en una inmejorable compañía en casa de mi amiga JCJ y el Domingo tocó una nueva sesión de maravillosos roscón de reyes y cariño en casa de mi amiga ABG en compañía de otros amigos que fuimos a visitarla. Yo, recibiendo cariños por todas partes, y en Haití los muertos siguen bajo los escombros, y ni ellos ni yo hemos hecho nada para merecer ese destino. No me digan que no es para sentarse a reflexionar y no dejar de preguntarse por qué.
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