Ayer, por avatares del destino, me toco hacer en parte de rey mago, o de mascota de varias casas, porque estuve toda la tarde danzando para, en primer lugar, ir a comer a casa de JBH y AAI, en lo que ya se ha convertido en una especie de gozosa tradición navideña, y luego me fue a visitar a mi amiga ABG, que aún está algo convaleciente de su enfermedad. A ambas casas llevé libros y en todas ellas comí roscón, y me sentí en algún momento demasiado agasajado y en parte, incapaz de devolver tanta atención y generosidad.
JBH y AAI, marido y mujer, amigo y amiga mío, viven en lo que vulgarmente se dice el quinto pino, una urbanización de pisos construida en la tierra de nadie que separa Alcorcón y Móstoles, y en la que hay que andar mucho o que te lleven en coche desde la parada de cercanías para poder llegar hasta su hogar, uno de esos pisos grandes que se levantan en bloques anodinos que rodean el extrarradio de Madrid. Ambos estaban ayer constipados, no así la tía de JBH, que a punto de jubilarse mostraba una alegría vital que para sí la quisieran muchos de mi edad o menos. Los dos perros del matrimonio, Linda y Noemí, blanco y negro, estaban dando vueltas por todas partes, y menos mal que eran pequeños, pero a mi no se me dejaba de hacer raro tener un chucho debajo de la silla o recorriendo el salón como si nada. La comida estuvo buenísima y la única pega es que AAI estaba todo el tiempo levantándose y yendo a la cocina, por lo que era algo intermitente le poder disfrutar de su compañía. Con el roscón me dieron un regalo, un libro, que casualidad de la vida, era el mismo que yo les llevaba comprados a ellos, el Invictus de John Carlin, cuya película, rodada por Clint Eastwood, se estrena en breve en España. Yo lo escogí porque a JBH le gusta mucho el fútbol, y quería regalarle algo deportivo, que no fuese de fútbol, y que tuviera contenido e historia por detrás. Espero que les guste. En la sobremesa me tuve que ir para la segunda cita de la tarde, y JBH me llevó en coche con la intención de alcanzar al estación de cercanías de Getafe industrial. Como suele suceder en estos casos, y pese al plano, nos perdimos, y al final de muchos vericuetos acabamos en Pinto, donde yo abandoné a JBH y cogí el cercanías camino a Aranjuez, donde me esperaba ABG. Me subió en coche hasta la urbanización de chalets donde viven sus padres y está su casa de toda al vida, y desde la que se debe vislumbrar una vista de la vega de Aranjuez portentosa. Pese a ser de noche se veían luces muy lejanas y una amplitud que de día debe prometer un gratificante espectáculo. Estuve un buen rato de provechosa, emotiva y cariñosa charla con ella, que aún está recuperándose de una enfermedad que la tiene de baja y alejada de su San Francisco del alma. Su madre, muy atenta, nos dejó el último pedazo que quedaba del último roscón de reyes que había hecho, y que estaba muy bueno, por lo que ayer desayuné, comí y cené roscón. Sin duda, un día muy dulce, y lo de menos es por el postre.
A ABG también le regalé un libro, que espero que le guste, pero que no le sonaba de nada. A eso de las 21:00 llegamos de vuelta a al estación, me despedía de ella deseándole lo mejor y a las 21:30 cogí el cercanías rumbo a Madrid. En el viaje de vuelta iba pensando, entre otras cosas, en cuantas personas de distintas casas habían trabajado ayer para que yo y otros nos sintiéramos como reyes, agasajados y honrados. No creo que sea capaz de devolver tanta atención como la recibida ni a JBH, ni a AAI ni a ABG ni a sus familias y mascotas, pero al menos, pese a lo poco que eso es, desde aquí no puedo decir nada más que GRACIAS.
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