martes, diciembre 14, 2010

Caprichos navideños

Este fin de semana he podido comprobar como el centro de Madrid ya está repleto del ambiente navideño tradicional. Luces, mercadillos, puestos variados de decoración y regalos, bromas, disfraces y demás, y gente, mucha gente. Si odia las multitudes, si no es capaz de aguantar la sensación de ir de manifestante por la calle no transite por el centro, no acuda a Sol, la Plaza Mayor, Gran Vía y otras zonas similares. Puede que su espíritu navideño acabe estrujado y dolorido, como su cartera y tarjeta, que se va a ver sometida a dos de las semanas más duras del año.

¿Cuáles van a ser los regalos estrella de este año? A saber. Parece que con la crisis la gente se queda más en casa y suben las ventas de los juegos de mesa, pero me da que, nuevamente, consolas, videojuegos y móviles van a ser los triunfadores. Mi duda, pueril porque la respuesta es obvia, es la de quién paga esos productos a los adolescentes y críos que los usan sin parar. Sí, sí, ya se que los padres. Esta reflexión me vino a la mente otra vez el sábado por la noche, en un viaje en metro en el que estaba junto a un grupo de crías que, aunque soy muy malo para poner edades, eran las típicas quinceañeras. Empezaron a hablar de las fotos que habían sacado en una fiesta, no se cuando fue, y cada una de ellas sacó su móvil para enseñárselas al resto, y ahí empezó mi sorpresa, porque resulta que casi todas tenían una
blackberry de última generación, a excepción de dos, una dotada con iphone y otra con un Samsung táctil de idéntico aspecto al móvil de apple. Y allí empezaron a enseñarse las imágenes y a pasárselas unas a otras por bluetooth. Todos esos terminales móviles, dotados de unas enormes prestaciones, ideales para el trabajo ejecutivo y el de oficina, para el que originalmente fueron diseñados, en manos de un grupo de crías, que los usaban con una velocidad y destreza encomiables. Y como no, esos móviles llevan asociados unos contratos de permanencia y de consumo de voz y datos leoninos, quizás con tarifas planas y acceso gratuito al terminal, pero con unos consumos mínimos mensuales de varias decenas de euros. Y ahí surgió mi duda pueril. “A si que esto es la versión moderna de la paga de los padres” me dije, porque obviamente ellas no estaban en edad de trabajar y poder obtener ingresos para pagarse ese capricho. Supongo que los padres están tranquilos por eso que se dice que así tienen a la niña localizada, pero me da que en el fondo su tranquilidad proviene de que habiéndole pagado el último capricho a la hija ésta se comportará más tranquila y dócilmente. Sea como fuere, yo miraba la escena, y con la mano en el bolsillo de la chaqueta tocaba mi común y corriente Nokia, renovado hace poco más de un año, al que doy un uso mínimo, y del que no me siento especialmente enganchado, quizás porque nunca me han emocionado los móviles. Pese a que a veces mando muchos mensajes de texto, era consciente de que cualquiera de esas crías valía muchas veces más que yo como consumidor potencial para las operadoras de telefonía. Yo, trabajador asalariado de oficina, no era sino una pequeña fracción del beneficio que una quinceañera desatada puede generar a las operadoras. Como supondrán, el mercado de los teléfonos (y el de los juegos) hace tiempo que cambió de una manera muy radical.

¿Y qué se les puede regalar a esas crías, que no tengan ya? Quizás lo obvio, cosas no materiales, porque de las constantes y sonantes sospecho que las tienen todas, pero eso es muy difícil de hacer. En todo caso seguro que para las empresas de móviles no faltarán regalos, en forma de sustanciosos ingresos, y me temo que, en mi cuota tan modesta, algo contribuiré a ello, porque es una tontería como una casa, pero acabaré mandando mensajes de feliz navidad y feliz año nuevo los días y horas de rigor, y al hacerlo, este año, pensaré en las adolescentes, en sus blackberrys y en sus cada vez más arruinados padres.

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