Este mes de Diciembre está resultando ser desastroso para la violencia sexual machista, y que algunos llaman de género. El número de mujeres asesinadas por sus maridos, amantes, parejas, etc alcanza un nuevo valor cada tres días. Un asesinato cada tres días. Glups. Vamos a cerrar el año muy por encima de las setenta mujeres muertas, cifras que superan con creces los registros del año pasado y de los anteriores. Las víctimas del tráfico se reducen, pero las de esta especie de terrorismo sexual no dejan de crecer.
¿Qué está fallando? ¿Por qué este aumento? No lo se. Reconozco que es un tema que se me escapa. Aunque es patético a mi edad, tampoco me avergüenza reconocer que nunca he tenido una relación de pareja con una chica, así que no se lo que es el “subidón” un el descenso a los infiernos cuando ese nido de amor se convierte en un montón de astillas rotas, pero contextualizar un asesinato, explicar las causas que lo pueden llevar a la práctica, no lo justifica. Los celos corrosivos de quien ve como su novia se va con otro, el sentimiento de posesión enfermiza de un hombre hacia su pareja y el “la mate porque era mía” no dejan de ser conductas patológicas que pueden aclarar el hecho concreto del asesinato, pero nos devuelven a todos la sensación de que estamos bastante enfermos y de que no nos estamos protegiendo lo suficiente ante esta lacra. Lo cierto es que las medidas de protección de las víctimas han aumentado, y la ley contra esta violencia, mal denominada como “de género”, pese a tener algunos errores conceptuales y de aplicación, ha supuesto un avance en la materia. Sin embargo parece obvio que no se hace todo lo posible, especialmente aquello que pueda estar relacionado con las nuevas tecnologías. De nada sirve establecer una orden de alejamiento de un maltratador sobre su víctima si éste, en la práctica, puede volver donde ella sin problema alguno. Hay que ponerse serios y estudiar como las pulseras detectoras y demás instrumentos pueden llegar a separar en la práctica a la víctima de su potencial agresor, o al menos permitirle saber donde se encuentra, si está próximo a ella o no. Así mismo los juzgados vana atener que espabilarse un poco, porque un retraso en un procedimiento de este tipo muchas veces acaba con una caja fúnebre en un portal. Socialmente parece que va calando que este comportamiento machista y violento es inacatable. Sí puede parecer increíble, pero aún hay que hacer pedagogía para que todo el mundo vea como inacatable la idea de pegar, vejar, maltratar o abusar de una mujer. Entre las víctimas de este año hay muchas de nacionalidad inmigrante, que a veces provienen de una cultura de origen aún más machista que la española, pero es descorazonador ver casos de asesinatos de chicas de veintitantos años que han vivido toda su vida en nuestra sociedad occidental y supuestamente avanzada, asesinadas a manos de jóvenes que lo han tenido todo desde su más tierna infancia, pero que han seguido manteniendo estúpidos prejuicios que les han llevado a matar a una mujer ¿Por qué? Muchos jóvenes parecen querer vivir a tres metros sobre el cielo, como la novela, pero acaban, de manera estúpida, a dos metros bajo tierra, como la serie de televisión. Y sin ninguna gracia.
A la hora de hacer balance del año este es uno de los puntos en los que, en el aspecto social, no hay paliativos. Hemos fracasado en 2010. Las autoridades públicas, empezando por el Ministerio de Igualdad, felizmente desaparecido, se colocan a la cabeza de este fracaso, pero todos somos en parte responsables del mismo. Hay que seguir animando a la denuncia, llamen al 016, que las mujeres no tengan miedo a denunciar, porque es la única vía que puede llevarles a salir del pozo en el que viven, pero debemos hacernos mirar el por qué muchas veces esa vía de salvación acaba en una vía muerta.
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