La ciencia tiene algunos puntos de similitud con la religión. Posee dogmas y es poco democrática. Todos los científicos pueden estar de acuerdo en algo, demostrado previamente, eso sí, pero basta con que una persona haga una prueba de que no es cierto y el dogma se derrumba. Es lo que Nasim Taleb llamaría descubrir un cisne negro. Ocurre pocas veces, y cuando sucede es para celebrar, recordad y conmemorar. Ayer sucedió, y casi sin darnos cuenta se produjo una revolución en la biología que puede desestabiliza uno de los pilares del conocimiento en torno a eso que denominaos vida.
Hasta ahora era un dogma de esos el considerar que la vida se basaba en la unión de seis elementos químicos: Carbono, Oxígeno, Nitrógeno, Hidrógeno, Azufre y Fósforo. Puede contener más, pero esos seis son los únicos que están presentes en todas las cadenas de proteínas y el ADN de todas las formas de vida conocidas en la tierra, desde las bacterias hasta los salmones de río, las plantas florales y los banqueros centrales. Pero esto, verdad absoluta, era así hasta ayer, cuando la NASA dio una rueda de prensa en la que anunció la existencia de una bacteria que metaboliza el arsénico, venenoso para nosotros, y lo usa como sustituto del fósforo en su ADN y cadenas de proteínas. Inmenso. Así, resulta que esa bacteria tiene un ADN que es distinto al de todos los demás conocidos. No es sólo que viva en entornos con mucho arsénico y que haya aprendido a tolerarlo, no. Es que está hecha de arsénico. En ese sentido, esa bacteria es extraterrestre. Y demuestra que el fósforo, uno de los seis ladrillos de la vida, es reemplazable por el arsénico. Y por lo visto está viva y sin problemas. Su ADN funciona bien, se autoreplica como debe y codifica proteínas de maravilla, es feliz en su curiosa charca californiana y, hasta donde se conoce, no tiene deudas ni necesita refinanciarse en el BCE. Esto abre la posibilidad a infinitas preguntas, tales como saber si hay otros elementos que pueden reemplearse entre sí (la hipótesis del silicio en vez de carbono se ha discutido mucho, pero sólo como teoría) y qué resultados se obtendrían de esos reemplazamientos. Otro misterio que surge es saber si el ADN que poseemos nosotros, y hasta ayer todos lo seres vivos, es el triunfador de una carrera evolutiva en la que inicialmente hubo varias formas de ADN. Hasta ahora esa hipótesis de “evolución” del ADN era una historia de laboratorio y de cafetería, porque tiene su lógica, pero no existía prueba alguna de otra forma de ADN. Ahora existe esa prueba, y la hipótesis coge fuerza ¿habrá otros tipos de ADN adicionales aún no descubiertos? ¿Cómo serán? También nos permite suponer que entornos ricos en arsénico en la tierra, en los que se suponía que no había vida, pueden estar poblados de seres similares a estos, descubriéndose así ecosistemas donde antes se suponía que sólo había yermos venenosos. Y de cara a la búsqueda de vida extraterrestre esto revoluciona las cosas. Una de las vías de descarte planetario de cara a poder albergar vida era la de rastrear los espectros que emiten los seis elementos antes descritos. Si un planeta, en su espectro, no contenía uno de esos seis, se eliminaba como posible candidato a albergar vida.
Ahora todo eso ha cambiado, porque resulta que podemos prescindir del fósforo y determinar que un espectro de arsénico puede ser síntoma de vida. Desde ayer hay muchos trabajos, estudios, proyectos, mecanismos de detección, esquemas mentales e ideas que deben ser revisados por completo. Felisa Wolfe-Simon, la científica que dirige el equipo de investigación que ha logrado este éxito, ha logrado entrar en el panteón de la ciencia universal. Su nombre aparecerá en los libros de texto y será estudiado como el de aquella que abrió las puertas hacia una nueva comprensión de eso tan complejo y maravilloso que llamamos vida. Alucinante.
Me pillo el puente. Atentos a las noticias económicas (y otras) que puedan surgir estos días. Si no pasa nada raro, hasta el Jueves 9.
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