lunes, diciembre 13, 2010

Un atentado de novela

En Suecia nunca pasa nada. O casi. Normalmente sólo surgen noticias de ese país con motivo de los premios Nóbel, entregados la semana pasada, o porque se ha batido un nuevo record de temperatura negativa en Estocolmo o cosas así. Todo es apacible, sereno y frío, como una tienda del IKEA, en la que pese al trajín de gente que se mueve por ella las cosas siguen estando siempre en su sitio. Por eso, el frustrado atentado suicida de este sábado en la capital sueca aún desentona más y resulta muy noticioso.

Al final sólo se ha registrado una víctima, el presunto suicida, y todo parece tener un origen islamista, en principio vinculado a las caricaturas del Mahoma que tanto revuelo organizaron hace un año, pero al ver la secuencia de imágenes del atentado y lo que ha sucedido después no he podido dejar de pensar en… novelas policíacas. Sí, sí, novelas negras, otro de los productos suecos que han triunfado en nuestro mundo (ya solo falta que los libros que pueblan los estantes del IKEA sean de novelas policíacas suecas). Me imaginé la cara que pondría el comisario Wallander en su Ystad natal, al levantarse achacoso por la mañana, gélida y desapacible, por supuesto, poner la radio, y oír la noticia de un atentado suicida en Estocolmo. Su cara se quebraría y empezaría a darle vueltas sobre como en el paraíso sueco pueden suceder esas cosas, cómo es posible que la tranquilidad y seguridad de la sociedad en la que vive se desmorone de tal manera como para albergar a individuos semejantes. Seguramente, con esas reflexiones melancólicas, cogería el coche camino a la comisaría y, con una buena ópera de de fondo, se adentraría en un caso que quizás tuviera relación con los suicidas, o no, dependiendo de la magia con la que Henning Mankell, el escritor de esa serie, hilase la trama. Más tarde, cuando me enteré que los islamistas habían llamado a la SAPO para avisar con unos minutos de antelación de la colocación del coche bomba me tuve que poner a pensar en Mike Blomkvist, el aguerrido y desquiciado periodista de los libros de Millenium, que veía conspiraciones por todas partes, al que la vida y sus desvaríos no dejaban de darle la razón, Seguro que el bueno de Mike hubiera leído la noticia con el asombro que embargaba a Wallander, pero la melancolía del último sería sustituida por una sonrisa torcida y un gesto de “lo sabía” porque seguro que varios capítulos antes había investigado algunas tramas que, amparadas en el frío sueco, conspiraban para llevar a cabo una masacre en el marco de la ceremonia de los Nóbel. Mike sabía que no podía revelar su información a la policía a riesgo de que sospechasen de él, y corriendo de un lado a otro, llevaba días uniendo pistas que sueltas no tenían sentido, pero que le acercaban a uno par coches robados que podían ser usados como instrumento explosivo. Cómo le hubiese fascinado a Stieg Larsson, el fallecido escritor de la saga “Millenium” poder observar desde las ventanas de su apartamento el fuego y el brillo de los coches bomba al poco de haber estallado, y las vinculaciones que hubiera llegado a crear en su mente a partir de esa noticia. Seguro que en su mano el colgado de Blomkvist hubiese resuelto otro retorcido caso, no sin haberse acostado con alguna islamista radical confidente arrepentida, claro.

Y Lisbeth, mi amada, querida y deseada Lisbeth….. desde la soledad de su inmenso apartamento, con el dolor en su sien de la resaca de la noche anterior, hubiera oído la explosión y seguro, ni hubiera pestañeado, ni sentiría curiosidad por asomarse a la ventana, absorta en la pantalla de su ordenador con sus cosas. Seguro que se sentía molesta por las luces y sirenas que empezaban a ulular por su barrio, y aún más se cabrearía al empezar a recibir correos del pesado capullo de Blomvkist que hablaban de un atentado que se acababa de producir en las inmediaciones.......

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