miércoles, diciembre 22, 2010

El fracaso de la ley Sinde

Ayer, por la noche, con el máximo retraso posible y coincidiendo con el fin del telediario de TVE, la comisión del Congreso rechazó la llamada Ley Sinde, que pretendía cerrar las webs que violasen los derechos de autor al permitir descargas ilegales de libros, películas y demás. Concebida inicialmente como un instrumento totalitario, y suavizada a lo largo de una año por la presión popular y la lógica judicial, esta disposición de la Ley de Economía sostenible es, en sí misma, la historia de un fracaso por parte del gobierno, su incapacidad de gestión parlamentaria, y demuestra lo poco que se sabe sobre ese nuevo mundo, la nueva frontera, que es Internet.

Y es que Internet ha cambiado nuestras vidas como ni somos capaces de imaginar. Lo digo muchas veces, pero es cierto. Cerrar una web en España es inútil. La red no posee fronteras, y los derechos de propiedad y sus titulares se encuentran en una situación similar a la de los mineros. Demandan ayudas porque la tecnología ha matado su negocio, y no habrá vuelta atrás. Internet y el estilo de vida, negocios y cultura que de ella emanan han llegado para quedarse.
En este 2010 la revista time ha escogido como persona del año a Mark Zuckerberg, en dura competencia con el voto popular, que se decantó por Julian Assange. Estas dos personas, muy distintas en su comportamiento y aspecto, comparten dos cualidades que son sus definitorias. Son un producto de Internet y se han cargado la privacidad en dos de sus dimensiones. Zuckerberg, un chaval con aspecto de seguir siéndolo durante toda su vida, es el genio informático creador de facebook, la red social, una de las grandes destructoras de la privacidad personal, en la que (esto es importante) voluntariamente, quinientos millones de personas colgamos cosas privadas, íntimas y que antes sólo conocían nuestros allegados, por el mero hecho de compartirlas con otros y disfrutar. Su popularidad se ha disparado a raíz de la magnífica película en la que se narra el proceso de creación de facebook y que se encamina con paso firme y merecido a la ceremonia de los Oscars de 2011. Assange, por su parte, es el creador de wikileaks, un portal web destinado a publicar secretos oficiales, y que después de las filtraciones de los cables del Departamento de Estado norteamericano ha acaparado la actualidad de todo el mundo durante estos dos últimos meses del año. De aspecto sofisticado, moderno y con la apariencia de llevar una vida apasionante y oscura, Assange es uno de los principales destructores de la privacidad pública, convirtiendo el cotilleo y la difusión de secretos oficiales en un arte que ha revolucionado algunos de los esquemas más asentados en las relaciones internacionales entre estados y altas personalidades. Ambas creaciones, facebook y wikileaks, son producto de Internet, porque sin la red carecerían de sentido ni hubieran podido ser llevadas a la práctica. Y tampoco hubieran tenido éxito, ni hubiesen reportado a sus creadores pingües beneficios, especialmente al joven y austero Zuckerberg. Y si hace pocos años, cuando Internet ya existía, nos hubiesen hablado de la posibilidad de crear dos portales como los mencionados muchos nos hubiéramos mirado extrañados preguntándonos que posibilidad de éxito económico, o que mero interés podían tener esas webs. Y mírenlas ahora, reinando en los titulares de los periódicos serios y las habitaciones de medio mundo.

Así, el mundo de las criaturas de Internet, como el de las biológicas derivadas de un ecosistema, no deja de crecer, evolucionar y producir nuevas especies. Ante esto la idea de la rechazada Ley Sinde es de una simpleza y torpeza extrema, y demuestra lo poco que sabe el gobierno (y de paso la oposición, que ayer negociaba transaccionales de psicodelia a cambio de un voto afirmativo) sobre el mundo de Internet. La tecnología ha cambiado el orden de las cosas, le guste a Sinde, la SGAE, los piratas o al pleno del Congreso. Y no va a dejar de cambiar ya. Los remedios cutres, autoritarios y propios de siglos pasados ya no sirven. Eso es lo que ayer quedó claro.

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