Con programas y debates especiales con motivo del aniversario del golpe del 23F, los canales de televisión y radio no prestaron ayer la importancia requerida a lo que estaba pasando, y continúa, en Libia. Es comprensible el ejercicio de un cierto onanismo histórico, pero la relevancia de lo que sucede en Libia es tal que no se puede no hablar de ello en una noche como la de ayer, sólo para señalar que los periódicos del día siguiente, hoy, lo llevan en portada. A ver si hoy se recupera el tiempo perdido y los medios vuelven a la carga.
Y, ¿qué es lo que pasa en Libia? Pues es realmente muy difícil asegurarlo. Tenía dudas sobre como titular hoy este escrito, si adjetivar a la guerra como civil o total, porque civil lo parece, pero posee un grado de desorden, y las informaciones que llegan son tan confusas, que es imposible asegurar si hay frentes, movimientos de tropas o cosas por el estilo. Una cosa que sí ha hecho bien Gaddafi es bloquear el acceso de los periodistas, con lo que vivimos en un apagón casi total. Si uno coge el googlearth y se da una vuelta por Libia descubrirá que es un país inmenso, desértico y casi vacío, en el que las ciudades se sitúan bordeando la costa y que poco, más bien nada, se puede decir del interior del país, por lo que faltan referencias claves para saber lo que sucede. Parece que en la parte este del país la revuelta ha triunfado, y ciudades como Bengasi y Tobruck ya no están bajo el control del dictador. Según estas noticias, el gobierno libio controlaría Trípoli, la capital, la parte oeste del país y la frontera con Túnez y Argelia. El que muchas personas huyan del país por la frontera egipcia y que en esos puntos no haya nadie del ejercito libio estableciendo controles refuerza esta idea de “liberación” (no me gusta esa palabra dado lo que sucede) en esa zona del país. Los rumores también afirman que el régimen ha pagado a mercenarios provenientes del sahel, las zonas desérticas del sur, para acabar con las revueltas, y que disparan sin contemplaciones, causando muchas bajas. ¿Es esto así? No lo sabemos. Ni siquiera el número de víctimas está claro. El gobierno libio reconoce trescientos muertos, lo cual puede hacernos suponer que la cifra real es mucho mayor. Ayer algunas fuentes hablaban incluso de diez mil fallecidos, cifras que de ser ciertas serían de una gravedad inmensa, y conste que los trescientos, o treinta, ya lo son. Sospecho que el balance de muertos estará más cerca de las cifras escandalosas que de las menores, y que el régimen v a morir matando todo lo que pueda. Los testimonios de españoles que han salido del país, algunos de ellos llegaron a ayer a Barajas, hablan de caos, hacinamiento y pánico en el mismo aeropuerto de Trípoli. Para mañana viernes, día de oración musulmana, se ha convocado una nueva jornada de protestas para emular lo sucedido en Egipto, pero Libia ha escapado del guión que se escribió en la plaza Tahir de El Cairo, se ha adentrado en una pesadilla, una orgía de violencia, venganza y crimen que no se sabe hasta cuando continuará, y que de no ser frenada desde el exterior, puede prolongarse mucho tiempo y con un balance aterrador.
Y el resto del mundo, ¿qué hace? Lo previsto, casi nada. La Unión Europea ha emitido un comunicado de condena, tiembla, Gaddafi, estudia sanciones económicas y pide que no se permita el acceso de los dirigentes libios al suelo de la Unión, cuando la verdad es que esos dirigentes están ahora entretenidos matando a su pueblo y no tienen tiempo de viajar a ninguna parte. Obama hizo un discurso ayer en el que reclama una voz internacional única para actuar, pero sabe que esa unidad no se va a dar en el brevísimo plazo requerido por la situación. Afirma que están estudiando todas las opciones posibles. ¿Incluye eso una intervención militar? ¿Sí o no? Aunque alguno me linche, ojala sea que sí, y ya. Por cada minuto que pasa al sangría aumenta. ¿Seguiremos mirando indiferentes hasta que todo reviente?
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