Ayer tuvo lugar una esperada conferencia de prensa de los responsables del experimento que el CERN desarrolla en el LHC, esa enorme instalación subterránea que se encuentra en suiza, que consiste, básicamente, en un tubo por el que se lanzan partículas muy aceleradas para que se estrellen unas contra otras y se rompan. El motivo de la conferencia era anunciar novedades en el camino que puede llevar a descubrir eso que se llama “bosón de Higgs”, que no tiene nada que ver con Bilbo Bolsón, y que es muy importante pero que si usted pregunta a su alrededor, y mucho más allá, pocos podrán decirle que narices es. Y es que hay cosas que son casi tan complicadas como la crisis, y esta es una de esas.
Voy a ver si puedo explicarlo de manera breve, y como no soy un experto, si alguno que lo es me lee que me perdone por los errores que ahora vienen. Si se acuerdan cuando estudiaban de pequeños, nos decían que la materia estaba compuesta de protones, neutrones y electrones, que formaban átomos, dibujados como si fueran un pequeño sistema solar en miniatura con los electrones orbitando en torno al núcleo. Este esquema, comprensible, se ha ido difuminando poco a poco a medida que la teoría cuántica, que es la que explica el funcionamiento de la materia a esas escalas infinitesimales, ha ido progresando en descubrimientos teóricos y experimentales. Mediante grandes aceleradores, como el citado LHC, que es el mayor del mundo, se lleva años lanzando partículas unas contra otras, con el objeto de romperlas y ver si están compuestas de otras más elementales. Y así es. Simplificando mucho resulta que hay dos tipos de partículas elementales, los fermiones, de varias clases, que son los que componen los elementos “pesados” (en esencia protones, neutrones y electrones) y los bosones, partículas sin masa, o muy poca, que componen los “campos”, concepto este escurridizo, pero que hace referencia a áreas del espacio en el que una fuerza actúa sobre su entorno. Así la luz es un campo, y las partículas que transportan la energía contenida en la luz son los llamados fotones, que es un tipo de bosón. Si no se han perdido hasta aquí vamos bien. ¿Cuántos bosones hay? Pues al menos tantos como campos existan, sería la respuesta lógica. Así se han descubierto varios de ellos, de nombres muy curiosos (fotones, fonones, gluones, etc) asociados a campos variados (electromagnético, nuclear débil, etc) ¿Y el campo gravitatorio? ¿Tiene su propio bosón? Sí, en teoría. De hecho el campo gravitatorio es uno de los más misteriosos y del que menos se sabe. Por no saber no se sabe ni cómo actúa a gran escala ni, simplemente, porqué las cosas pesan. Sí, es curioso. Usted pesa ahora unos kilos, y después de navidades pesará un poco más, probablemente, pero, ¿por qué pesa? Porque su cuerpo está hecho de átomos que pesan, compuesto de partículas como protones y neutrones que “tiene” peso”. Sin embargo hay partículas, como los citados bosones, que no pesan. Y sobre ellas la gravedad no actúa. De aquí se deduce que debe haber alguna partícula de tipo portador de campo, bosón, que sea el que confiere el peso a determinadas partículas y no a otras, determinando así que la gravedad funcione o no. Y ese bosón que proporciona el peso es el llamado bosón de Higgs. ¿Curioso, verdad? Si uno profundiza en este campo de la ciencia se encuentra muy perdido al poco, porque la terminología de partículas y conceptos es muy compleja y habla de cosas que son, simplemente, pura imaginación para nuestras mentes corrientes. Pero baste saber que a medida que le damos más energía a las partículas que estrellamos más intensa son las colisiones y más información puede salir de ahí. Como en un accidente de tráfico, más pequeños serán los restos cuanto mayor sea la velocidad a la que nos la demos contra el muro.
Encontrar el bosón de Higgs sería muy importante, tanto por el sentido que ofrecería al poder explicar el funcionamiento del campo gravitatorio como por el hecho de que su existencia se deriva del sistema de ecuaciones y pensamiento que ahora poseemos. Así, no encontrarlo sería también muy importante, porque indicaría que algo falla en el modelo que hemos construido y del que se deriva su teórica existencia. Vamos, ciencia pura de hipótesis, experimentación y contraste, como la de toda la vida, sólo que con algo tan complicado como la gestión de la prima de riesgo, con al diferencia de que el mundo cuántico, dentro de su locura, parece incluso más sencillo y comprensible.
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