Cuando hace unas dos semanas empezaron a publicarse artículos y noticias sobre supuestos delitos cometidos por Iñaki Urdangarín, marido de la Infanta Cristina, el cachondo de David Gistáu comentó en la brújula de Onda Cero que se iba a reír mucho cuando viera como otro miembro de la familia real iba a ser sacado en carretilla del museo de cera, como paso con la efigie de Marichalar, apartado del círculo real tras su divorcio no divorciado de la Infanta Elena. Aquello del muñeco en la carretilla era una escena entre cutre y cruel, muy rara. Pero al paso que vamos el muñeco de Urdangarín no será retirado, sino directamente fundido.
Poco a poco ha ido aumentado la gravedad de las revelaciones del secreto sumario que vamos conociendo día a día, mostrando nuevamente que en la justicia de este país hay de todo menos rigor, seriedad y secreto. Con que sólo una quinta o sexta parte de lo que se ha publicado sea cierto Urdangarín se enfrenta a un futuro procesal muy largo y complejo que puede acabar con sus grandes y trabajados huesos en la cárcel. De esas noticias además se desprende que, amparado en el uso del nombre de la casa del Rey, el yerno hizo todos los chanchullos y tejemanejes posible sin ningún tipo de precaución o disimulo, como confiando en que su nombre le cubriera. Así mismo todos los que con él contrataron, especialmente autoridades públicas de distinto pelaje, mostraron que les daba absolutamente igual cuál fuese el producto del trabajo que Urdangarín, a través de sus múltiples sociedades interpuestas, les suministrase. Informes vacíos, corta y pega de documentos sin valor alguno, meras hojas impresas para cubrir expediente facturadas por miles y miles de euros al siempre flexible y aparentemente infinito presupuesto público. En el fondo, si uno obvia los apellidos de los involucrados, el caso Urdangarín no es sino un perfecto ejemplo de la burbuja, mejor orgía, de dinero fácil, falta de escrúpulos y mamoneo generalizado que ha presidido los últimos doce años de la historia económica y financiera de este país. Subidos a una ola de ingresos crecientes todos los agentes, públicos y privados, se lanzaron al gasto masivo, el derroche y el aparentar sin límites, la apariencia de nuevos ricos se generalizó y el que no facturaba millones por un pelotazo urbanístico o por un informe era un pringado. Al sistema se le adhirió una gruesa capa de costra, de podredumbre y zafiedad, de la que todos trataron de sacar tajada, algunos por lo visto de una manera tan descarada como ruin, y al final, como suele suceder, la podredumbre acaba por matar al organismo en el que se instala y crece. La burbuja reventó, y de aquellos polvos tenemos ahora enlodados a los ayuntamientos, CCAA y otros poderes públicos, quebrados e insolventes pese a que se nieguen a reconocerlo, a las entidades financieras, que siguen proclamando su solvencia pero que son pilladas en su mentira contable cada vez que se escarba en los números que esconden en su balance, y a cientos, miles de empresas y particulares que se unieron al compadreo, y que ahora van transitando de juzgado en juzgado, o de periódico en periódico, acusado de lo de siempre. Soborno, corrupción, tráfico de influencias, derroche, estafa, etc. ¿Hay alguien que en estos años pueda decir que él no ha robado nada? Como en el caso bíblico de Sodoma y Gomorra, ¿Cuántos inocentes quedan? ¿Cuántos no se lo llevaron crudo? ¿Cuántos no estafaron? Por lo que se lee, y respetando la presunción de inocencia, Urdangarín no pertenece al selecto y exclusivo club de los decentes.
En el caso particular de Urdangarín, su reprobable actitud, además de ser delictiva a secas, perjudica a los intereses de España de una manera directa, al golpear a la institución de la Monarquía, una de las pocas que hasta ahora se salvaba de la quema corrupta. Esto le está haciendo daño al Rey y a lo que representa, y de paso al conjunto del país y a la moral, ya my maltrecha, de muchos ciudadanos asustados porque su empleo pende (en el peor de los casos pendía) de un hilo. Ayer se supo que, al parecer, el Museo de cera ya está pensando en retirar el muñeco del yerno del grupo familiar del Rey. En fin, para uno que tiene origen familiar en Elorrio (por parte de padre) que se casa con los Borbones miren como ha salido.
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