Lo que pasó la tarde noche del 11 de septiembre en Bengasi es tan grave, extraño e insólito como misterioso, y sólo al
cabo de unos días estamos empezando a conocer lo que realmente sucedió.
Amparadas en la ira suscitada por una supuesta filmación colgada en youtube que
ofendía a Mahoma, una turba asaltó el mencionado consulado de EEUU en Bengasi y arrasó con
la delegación, incendiándola y matando al personal que allí encontró. Entre
los fallecidos está Christopher Stevens, el embajador, que tras una vida de
peripecia, y muy vinculado a la revolución Libia, encontró su muerte en
aquellas arenas.
Esta era la versión más sólida que se podía leer por la
mañana en Europa de lo sucedido, reforzada con el simultáneo asalto que también
sufrió la delegación diplomática norteamericana en El Cairo, en la que no hubo
muertos pero sí cuantiosos destrozos materiales. Sin embargo, a medida que
avanzaba el día de ayer y se iban conociendo más detalles sobre el asalto,
parecía que la teoría de la turba espontánea iba perdiendo fuerza frente a lo
que tenía cada vez más pinta de ser un asalto organizado y planificado, que
había contado con el apoyo de la gente, espoleada por la difusión de las
noticias sobre la supuesta filmación irreverente, pero que todo estaba muy bien
diseñado para acabar con los representantes de EEUU en la ciudad. Objetivo
cumplido, y más en un 11S. Si esto es así la gravedad del hecho aumenta aún
más, porque estaríamos ante un ataque en toda regla por parte de no se sabe muy
bien quién ante EEUU. Se interpreta como lo más probable que sean salafistas,
grupúsculos de Al Queda o, en todo caso, radicales islamistas los que hayan
cometido el ataque, lo que vuelve a poner en el foco de la actualidad el
terrorismo islamista, que últimamente no deja de golpear, pero de manera casi
exclusiva en Irak, Afganistán y otros países limítrofes que cada vez tienen
menso eco en las noticias vistas y seguidas en occidente. El ataque también se
produce en un momento delicado, a menos de dos meses de las elecciones
norteamericanas, y más allá de que sea usado de manera torticera por algún
candidato, tendrá su reflejo en los debates y columnas de opinión, abriendo
otro frente complejo a un Obama que apostó muy en serio por la llamada
primavera árabe y que recibe como Pedrea esta desagradable noticia. Rápida de
reflejos, Washington
ha enviado un contingente de tropas a Libia para investigar sobre el
terreno que es lo que ha sucedido y, si son capaces, dar con los autores y
castigarlos. No es elegante hacer estos juicios, pero de encontrarse a los
culpables y ajusticiarlos, o detenerlos en un Guantánamo aún abierto, Obama se
apuntaría un tanto ante el electorado más radical y complaciente con la
política de mano dura, mientras que Romney sacaría ventaja si en unas semanas
no se ha descubierto nada o, escenario aún más complejo, se produce algún nuevo
asalto en otra ciudad, que una vez abierta la espita nada es descartable. El
hecho en sí mismo demuestra lo compleja y extraña que se ha vuelto la gestión
internacional. Antaño el ataque a una embajada era un “casus belli” de libro
para iniciar un conflicto y, en la mayoría de los casos, la guerra. Tras lo
sucedido en Bengasi, ¿Quién es el enemigo? ¿Dónde se esconde? ¿Cómo se le
combate? ¿Qué se ataca? En una época mucho más sencilla Reagan atacó la
residencia de un Gadafi que, en los ochenta, patrocinaba el terrorismo
internacional. Hoy eso sería impensable no por el hecho del ataque, sino por la
ausencia de figura objetivo. Todo se ha hecho mucho más difuso y nebuloso, y
difícil.
Unas últimas palabras para la
figura del embajador Stevens que, paradójicamente, fue uno de los más
entusiastas defensores de la revuelta que acabó con el dictador Gadafi el
año pasado en Libia. Hablaba el árabe, hecho menos frecuente de lo debido en la
diplomacia norteamericana, y tenía amplio conocimiento sobre el terreno de las
vicisitudes de todo el Magreb. Su muerte es un cruel asesinato y un acto de
estupidez inmenso por parte de quienes lo han cometido, y una nueva muestra de
que Libia es, de momento, un caos absoluto en el que nadie gobierna, candidato
perfecto a un estado fallido que, dada su posición estratégica, puede ser muy
peligroso en el futuro para EEUU y, sobre todo, Europa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario