lunes, septiembre 03, 2012

La primera entrevista de Rajoy


Empieza el curso político de verdad en este Lunes 3, que es de esos Lunes que, pese a lo que impone ahora la RAE, debe ir en L mayúscula por su relevancia y significado. Para arrancar la temporada política ayer ABC publicaba la primera entrevista en prensa concedida por Mariano Rajoy desde que llegó a la Moncloa. El que este hecho se haya producido diez meses después de su triunfo revela hasta que punto la gestión de la comunicación en el gobierno Rajoy es nefasta, ridícula y, hasta cierto punto, incomprensible de lo mala que resulta. Parece que algo quiere cambiarse en este aspecto, porque el Lunes que viene será entrevistado en TVE.

En lo que hace al contenido de la misma, muy extensa, y en la que participaron miembros de otros tres medios de comunicación europeos, el principal mensaje que lanza Rajoy es el de asumir el incumplimiento de su programa electoral aduciendo que la realidad se lo impide. Un punto a favor por lo primero, admitir su giro de postura, y un punto en contra por lo segundo, porque todo el mundo sabía que la realidad era la que era y excusarse ahora mismo en ella es hasta cierto punto ridículo. El PP quería ganar las elecciones, lógico, y gran parte de la campaña se la hizo un PSOE a la deriva. Una vez en el poder, el PP se encontró con que lo que todo el mundo le decía era verdad, y empezó a cometer los mismos errores en los que incurrió el PSOE, que son básicamente dos. Pensar que la realidad no existe, y actuar en función de los intereses del partido y no de la nación. Es con esas dos claves con las que se puede entender el irresponsable comportamiento de ZP durante su presidencia y el, por ahora, desnortado e incomprensible devenir de Rajoy en sus diez primeros meses. Como ejemplo práctico, el Viernes se aprobó la tercera reforma financiera de este gobierno, primera de las impuestas por Bruselas, en vista de que las dos anteriores eran meros parches, por no usar calificativos de las que se aprobaron en la época anterior. Y ese es el ritmo de actuación del gobierno. Parcheo, prueba y error, tratar de aguantar unos meses a ver “si las cosas mejoran” y de mientras a esperar y ver. En ese sentido fue triste, aunque la entrevista no incidía en ello, el mensaje que Rajoy lanzó el Sábado en Pontevedra de que en verano de 2013 estaremos mejor, volviendo al viejo discurso de ZP de que en unos meses todo pasará, discurso no sólo vacío de contenido, sino que es capaz de provocar irritación en una población angustiada y que ha visto como todas esas promesas no eran sino cortinas de humo para ocultar la realidad, la maldita pero consistente realidad. El hecho de que ayer, a sólo diez meses de su victoria, Rajoy ya hiciera referencia a “ganar las próximas elecciones” como fruto de sus medidas económicas demuestra hasta que punto se ha convertido en un político profesional, como otros tantos, y no en un gestor del interés común, que es para lo que se elige a los representantes. Pensando en las próximas elecciones gallegas y vascas, Rajoy puede estar tentado a cometer el mismo error en el que incurrió antes de las elecciones andaluzas, retrasando decisiones en función de un cálculo electoral que, además, se demostró erróneo. Con lo que no cuenta Rajoy es que su capacidad de decisión disminuye día a día, a medida que el ratio deuda / PIB crece y la prima de riesgo sube, y que cada vez más será en Bruselas donde se decida qué y cuándo en lo que hace a la economía y la política española.

Ayer, en el suplemento negocios de El País, Luis Garicano escribía un sensacional artículo, como todos los suyos, en los que confrontaba el comportamiento cortoplacista, tactista y, hasta cierto punto, infantil, de España, frente a la estrategia firme, ordenada y segura de Alemania, y de los resultados que ambas ofrecen y de cómo son valoradas por terceros países. Allí indicaba Garicano qué es lo que debe hacer el gobierno español si quiere ayudar al país, aunque eso le suponga, sin duda alguna, perder elecciones regionales, aumentar su desgaste y conducirle a la caída. Sería un sacrificio político y personal en aras del venid el país. ¿Está Rajoy dispuesto a ello? Aunque no lo crea, se le acaba el tiempo para decidirse.

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