El caso de la concejala de Yébenes que ha visto como un
vídeo privado de contenido sexual ha sido divulgado por la red sin su
consentimiento pone de manifiesto muchos de los problemas reales que tenemos
para controlar el mundo privado en el que vivimos en este contexto de
desarrollo tecnológico que nos invade, pero la respuesta que el suceso ha
tenido en su localidad toledana muestra que por mucha tecnología que tengamos a
nuestro alcance y por mucho siglo XXI en el que vivamos el atraso, la incultura
y los zafios prejuicios siguen firmemente instalados en los más hondo de
nuestros pensamientos.
Olvido Hormigos, que así se llama la protagonista de la
historia, y que además de ser guapa posee un nombre muy literario (que gran
novela podría escribirse con una protagonista así llamada) se masturbó un día
en su casa, cosa que hace todo el mundo con una cierta regularidad, y se grabó.
Desconozco los fines de la grabación, pero es un asunto de ella, y como tal
debió quedar la cosa. Sin embargo, y el hecho sigue bajo investigación
judicial, esa grabación circuló más allá de la persona de olvido, no se sabe si
por su voluntad o no, y alguien acabó colgándola en youtube, accesible a todo
el mundo. Y ahí se armó la escandalera, Olvido vio su intimidad violada y lo
primero que pensó fue en dimitir (que aprendan los responsables de los
aeropuertos fantasmas, las Bankias infernales y tantos otros). El interés
mediático del asunto creció a lo largo de la semana y las muestras de apoyo a
Olvido también, y ayer la concejala manifestó que daba marcha atrás en su
intención de dimitir. Y yo le apoyo, porque no debe dimitir, porque no ha hecho
nada malo. Es más, ella es la víctima de un delito de violación de la intimidad
y de daño a su imagen por parte de quien ha difundido el vídeo, acto que se ha
hecho muy probablemente con el objeto de hundir su imagen, quien sabe si en un
arrebato de venganza o por pura maldad. Olvido en esta historia sólo ha
cometido un error, el más habitual, en el que caemos todos, que es el de ser
demasiado confiada. En estos tiempos en los que todo el mundo lleva en el
bolsillo un aparato capaz de grabar, fotografiar y difundirlo todo por Internet
la intimidad es algo tan relativo y estrecho que se nos escapa de las manos. No
somos conscientes de que los principales defensores de nuestra intimidad, y
muchas veces los únicos, somos sólo nosotros mismos. Las redes sociales y estas
cosas están muy bien, pero tienen riesgos, y si colgamos en ellas fragmentos de
nuestra intimidad corremos el riesgo de que escapen a nuestro control y sean
utilizados por terceros para saber con que fines. Uno cuando va en el metro no
le dice a todo el vagón, frecuentemente formado por desconocidos, cómo se lo
pasó anoche en la juerga con los amigos, pero eso es exactamente lo que hacemos
cuando subimos fotos de esa juerga a nuestro perfil de facebook o lo contamos
por twitter. Hay que ser cuidadosos y tener un mínimo sentido de la precaución.
En el asunto de las grabaciones caseras de alto voltaje, como es el caso de
Olvido, la precaución debe ser doble. Hay personas a las que les pone ser
grabadas o ver este tipo de vídeos, o los demandan de sus parejas para en los
momentos de soledad, recordarlos, o que les sirvan de inspiración para sus
propios ejercicios onanistas, o por cualquier otro motivo. Ahí las precauciones
deben ser máximas, ya que en caso de traición, como le ha pasado a Olvido, las
consecuencias pueden ser serias, pese a que no se haya hecho nada malo.
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