Ayer, tras casi un mes ingresada en la unidad de cuidados
intensivos, inmersa en un coma del que parece que nunca se despertó, falleció
la quinta joven herida en el aplastamiento de la feita de Halloween del Madrid
Arena. María Teresa
Alonso, que así se llamaba la víctima, muestra en las fotos de la presa un
semblante sonriente, parcialmente cubierto por unas gafas de sol de pasta y con
una amplia y rizada melena que seguramente se agitaba al son de la música pocos
minutos antes de que la desgracia acabara con su vida, llevándose sus energías,
fuerzas, sueños e ilusiones a otro mundo mucho más oscuro, el de las portadas
de las crónica de sucesos y la bronca política.
Transcurrido un mes desde aquel desgraciado episodio la
sensación que me embarga a mi, y sospecho que a muchos ciudadanos, es de una
incredulidad cada vez mayor a medida que se conocen más detalles de ese
desastre, se da cuenta uno de que cinco fallecidos es quizás un coste muy bajo
teniendo en cuenta lo que allí se podía haber organizado. Se ha creado una
comisión de investigación en el ayuntamiento de Madrid para que, como es
habitual, realice un paripé mediático con objeto de absolver al compungido
equipo municipal, y eche las culpas al empedrado de todo lo sucedido, pero ese
esfuerzo por esconder la evidencia no es capaz de tapar las múltiples
vergüenzas que encubre este caso, en el que todos los estamentos oficiales,
todos, fallaron en el cumplimiento de su deber, en el que ninguna ley o
reglamento, ninguno, fue cumplido, y en el que cual cualquier cosa que se
pudiera haber hecho mal o ilegalmente se hizo. La lista de delitos por las que
pueden ser encausados los organizadores de la fiesta, las autoridades
municipales, la policía y demás agentes públicos y privados es tan larga como
las colas que se agolpaban ante las puertas del Madrid Arena horas antes de que
empezara la maldita fiesta. Por ello, la tentación en la que están cayendo los
acusados, hispánica hasta la médula, es tratar de eludir su culpa echándosela a
todos los demás. La empresa organizadora, diviertt se llama, miente en el
número de entradas vendidas, a sabiendas de que realizaba un delito fiscal
ocultando la mayor parte de los ingresos, y culpa de lo sucedido al
ayuntamiento, gestor de las instalaciones, y en el ayuntamiento, muchos de los
cargos que, presuntamente, eran untados mediante los ingresos ilegales
generados por la fiesta, no hacen más que rasgarse las vestiduras y acusar al
empresario jocoso y a la policía. Los cuerpos de seguridad de todos los tipos y
competencias posibles, se ponen de acuerdo para autoexculparse y largarle el
muerto, concretamente cinco, al resto de implicados, y así sucesivamente.
Vomitivo. Me imagino que la comisión municipal concluirá tras un sesudo debate
afirmando que todo se hizo como era debido y que la desgracia, inevitable, fue
fruto de la casualidad. Quizás se cese a un cargo intermedio, o mejor, a su
chófer, y aquí paz y después gloria y canapés pagados con dinero ilegal. Pero
confío, iluso de mi, en que los jueces acaben sentando en el banquillo a la
alcaldesa de Madrid, a su vicealcalde, al organizador de la fiesta y al resto
de sujetos que, por acción, omisión o pura incompetencia, están detrás de todo
esto, y sean duramente condenados, y que las cinco víctimas pesen sobre su
conciencia hasta que esta se desvanezca por la edad o la enfermedad. Sí, soy un
ingenuo, lo se, pero deseo que así suceda.
Y, en referencia al título de la entrada, dónde está la
metáfora se preguntará el lector. Se esconde en que usted puede sustituir
Madrid Arena por Bankia y al resto de implicados municipales por gestores
financieros y reguladores y el resultado es el mismo. Un desastre absoluto y un
montón de culpables que no admiten sus errores y se dedican a endilgárselos a
todos los demás. Sí, igualmente vomitivo, pero tradicional hasta la médula en
un país en el que la responsabilidad no existe, en el que se lucha por ponerse
medallas pero nunca por asumir los errores, y que nos condena a repetirlos una
y otra vez, revolcándonos como puercos en el barro de la autosatisfacción sin
darnos cuenta de que estamos cubiertos de mugre.
El Lunes me lo cojo festivo, por lo que no habrá entrada.
Abríguense mucho y, si pueden, jueguen con la nieve.