viernes, noviembre 16, 2012

David Petraeus o La Pasión de Generales


La figura del general Petraeus ya era conocida para los que siguen la política internacional norteamericana, y creo que desde este blog les he hablado alguna vez de él. Nombrado en su momento comandante en jefe de las tropas en Afganistán, consiguió estabilizar aquel avispero usando tácticas de inteligencia militar más que de fuerza bruta. El prestigio allí ganado, colofón de una larga trayectoria de éxitos en el ejército, le llevó hace pocos años a la dirección de la CIA, al mítica agencia de espionaje de EEUU. Por eso su anuncio la semana pasada de dimisión por una infidelidad matrimonial a los dos días de las elecciones se vio como algo exagerado.

Pero es que en estos pocos días que han pasado desde esa dimisión el clásico triángulo amoroso que forman el hombre, Petraeus, su mujer y su amante, en este caso biógrafa, se ha complicado de una manera extraordinaria hasta alcanzar las dimensiones de un icosaedro. Explicar todo este embrollo es más difícil que el asunto del precipicio fiscal que les detallé ayer, pero basta saber que, establecido el trío entre el general y su amante, con su silenciosa mujer de fondo, asuntos profesionales llevaron a Petraeus a conocer al general Allen, otro alto cargo del ejército norteamericano, actualmente jefe de la misión en Afganistán, y de rebote a su ligue privado, Jill Kelley, que también está casada y que es muy conocida en los ambientes militares de Florida por su labor pública de apoyo al ejército (y vaya usted a saber si por algo más). Al parecer la señorita Kelley también cayó prendada del general Petreus y, no satisfecha con dos hombres, empezó a flirtear con él, o al menos a intentarlo. Como suele ser habitual, y con la mujer original más allá del limbo, la primera amante del general, la biógrafa, de nombre Paula Broadwell, no tardó en enterarse de que le había surgido una rival potencial, Kelley, y empezó una despiadada lucha entre ambas, con acusaciones mutuas de infidelidad, cuernos, intromisión en la vida privada y abuso de poder. Vamos, la típica pelea femenina en el barro, siendo sustituido el lodo original por el envío de correos y acusaciones bajo cuerda. Por si esto fuera poco surge un nuevo personaje, llamado Natalie Khawam, que aunque por ese nombre no lo parezca, es la hermana gemela de Kelley. Empantanada ella en un litigio judicial por la custodia de su hijo, se supone que fruto del acabado matrimonio con el señor Khawan, que pasaba por el medio sin enterarse de nada, se entera a través de su hermana de que tiene acceso directo a la cúpula del estado mayor y del espionaje del país más poderoso del mundo, y los utiliza, para que intercedan a favor del su derecho de custodia, un asunto a primera, y octava vista, de menor envergadura que la seguridad nacional del país. Y Allen y Petraeus se enfangan en él, hablando al parecer con el juez y mediando en el asunto. Entre tanto son ya miles los correos electrónicos que todos los personajes de este vodevil se cruzan entre ellos, se intuye que muchos de contenido erótico sexual, cargados de “love” “honey” “corny” y “fucking sex” enviados y reenviados desde servidores comerciales y desde los equipos de alta seguridad de la CIA y el Pentágono. Algunos de esos correos, sin embargo, no son tan cariñosos, y es que la tensión entre al amante original de Petraeus y su admirada Kelley va en aumento, y la biógrafa Broadwell empieza a enviar a Kelley amenazas e insultos, advirtiéndole de que no se meta en la vida de su hombre, y que se atenga a las consecuencias si mantiene su hostigamiento amoroso. Llega un punto en el que Kelley se asusta y contacta, supongamos que no en al cama, con su amigo Frederick W. Humphries II, pomposo nombre bajo el que se encuentra un agente del FBI, que empieza a investigar y descubre toda esta maraña de mierda, cuernos, amoríos y pasiones.

Si piensan que todo esto es un lío están en lo cierto, pero deben añadirle muchas cosas más. Por ejemplo que, de mientras todos estos personajes estaban en la cama unos con otros, en orden muy variable, Al Queda atacaba el consulado de EEUU en Bengasi y mataba al embajador, destapándose en la investigación que el consulado era una base de operaciones encubierta de la CIA, y que todos estos señores y señoras tenían acceso a secretos oficiales de altísima protección, que a saber si se los lanzaron unos contra otros, y claro, se ha abierto una investigación muy seria sobre todo esto. Lo cierto es que si nos venden una película o serie con este argumento pensamos que el guionista es un adicto compulsivo al crack, pero no, todo parece ser cierto, real como la compleja vida misma.

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