A medida que uno lee más sobre lo que sucedió el pasado
Miércoles por la noche en el Madrid Arena, y, sobre todo, lo que llevaba
pasando desde hace años en lo relativo a la gestión de ese recinto multiusos,
la sensación que le entra es que esta desgracia es lo mínimo que podía haber
sucedido en medio de la monumental incompetencia y desidia que rodea la gestión
de esa instalación municipal. Todos los implicados en la misma, desde el
Ayuntamiento a las distintas empresas privadas, están mostrando una
incapacidad, desidia y mala fe que no sólo pone la piel de gallina, sino que
explica perfectamente porqué pasó lo que pasó.
Voy a obviar el tema de la educación de los críos y la
relación con sus padres, porque es bastante distinto y, pese a estar en la base
del problema, nada puede aportar una vez que los adolescentes ya se encuentran
en el recinto, donde su seguridad es responsabilidad de quienes han organizado
y gestionado el acto. Resulta que para empezar el pabellón Madrid Arena parece
que no tiene licencia de funcionamiento, lo que como mínimo es de guasa si uno
piensa todos los papeleos e impuestos que tiene que pagar para que un
Ayuntamiento como el de Madrid te conceda una licencia para cualquier cosa. A
partir de ahí el rosario de incumplimientos es total: Ausencia de vigilancia
por parte del Ayuntamiento, insuficiencia en medios y capacidad de las empresas
privadas encargadas de la seguridad, permisividad con el botellón exterior y
descontrol absoluto en las entradas, al parecer libre a partir de cierta hora
de la madrugada, insuficiente dotación de medios sanitarios para una previsible
emergencia que, cuando se dio, los desbordó por completo en dimensión y
capacidad, etc. A todo ello se suman las sospechas de que el organizador del
evento, un personaje famoso en el mundo de la noche madrileña, parece tener
contactos con el Ayuntamiento, en concreto con la concejalía encargada de este
tipo de actos, y a partir de ahí las sospechas de conchabeo, impunidad,
favoritismo y demás cuestiones afines se disparan. Por si fuera poco, parece
sencillo deducir que el sistema de venta de entradas de estos eventos no es
sino una tapadera de fraude fiscal, visto que se declara oficialmente vendidas
un número de entradas, que es por las que se tributa, que finalmente resulta
ser mucho menor que las realmente expedidas, que son puro dinero negro, a
repartir entre los organizadores y, por lo anteriormente comentado, no sería de
extrañar que por algún cargo del propio Ayuntamiento. En fin, un desastre
absoluto, y que ha salido a la luz porque la tragedia ha tenido lugar y varias
chicas han muerto gracias a ella. Si, ojalá, no se hubieran producido esas
desgraciadas muertes, nadie se hubiera enterado de nada y la chapuza, estafa y
vergüenza del Madrid Arena hubiera sucedido igualmente, como en ocasiones
anteriores, y en el puente de Todos los Santos, en vez de lamentar muertes y
ver lloros, algunos, los de siempre en este caso, se hubieran frotado los dedos
por un nuevo gran negocio, cometido al margen de la ley, que es la manera más
cómoda y fácil de lucrarse en esta España de amiguetes, estafadores y
delincuentes. Sin embargo, cinco días después de la tragedia sólo tenemos
cadáveres, familias destrozadas y, como siempre, una vergonzosa falta de
asunción de responsabilidades, una triste imagen de pasa la bola entre las
autoridades responsables que, nuevamente, demuestran su más absoluta
incompetencia.
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