lunes, noviembre 19, 2012

Otra guerra en Gaza


No se si se acuerdan, pero en las navidades de 2008 la noticia central que llenaba los informativos no era el colesterol de los turrones o la caída en las ventas del cava por una crisis que había estallado en Estados Unidos pero que aquí no existía, no. En lo que para muchos fueron las primeras navidades de la crisis la noticia fue la guerra de Gaza, que enfrentó a Israel y Hamas y llenó los alrededores de Tierra Santa de cadáveres, polvo y destrucción. Aquellos combates terminaron en unas tablas incómodas para ambos contendientes, y desde entonces las escaramuzas no han cesado.

Y una muestra de que la vida es cíclica y de que no aprendemos del pasado es que, a pocos días de empezar la quinta navidad de la crisis, enfangados hasta las rodillas en nuestra propia quiebra, se avecina una nueva guerra en Gaza, otra más. En esta ocasión la causa que ha disparado las hostilidades de forma seria ha sido el asesinato selectivo por parte de Israel de un dirigente militar de Hamas, abatido cuando iba en su coche por un misil teledirigido por un drone. En el acto murió el dirigente, su chofer y no estoy seguro de si su escolta. Se imaginan la secuencia; un coche carbonizado, gritos de una multitud indignada adoctrinada por Hamas, insultos y amenazas, y lanzamiento de cohetes contra Israel. Hasta ahí todo normal, bueno, normal dado como se las gastan en aquella parte del mundo, pero esta vez los cohetes de Hamas han ido muy lejos, más lejos que nunca. Por primera vez un cohete ha llegado hasta Tel Aviv, la capital financiera de Israel, la ciudad costera, moderna y pecaminosa que tanto odian los musulmanes como los judíos ortodoxos, y fue abatido por el sistema antimisiles llamado cúpula de hierro. Ese mismo sistema ha evitado que alguno de los proyectiles lanzados desde Gaza alcanzase la propia Jerusalén, donde se volvieron a oír las sirenas de ataque aéreo por primera vez desde la primera guerra del golfo, en 1990. Israel, asustado y enrabietado, no ha tardado en contestar de una manera abrupta, y poco tiempo ha transcurrido desde los lanzamientos al inicio de una operación aérea a gran escala sobre Gaza que, en estos momentos, ha causado la vida a cerca de setenta palestinos, la mayor parte de ellos civiles. Afirman las fuentes israelíes de que tratan de minimizar las víctimas civiles mediante el uso de cohetes que atacan objetivos selectivos muy bien fijados, pero en una zona urbana tan densamente poblada como Gaza es imposible que una bomba no pille a algunos civiles perdidos, cosa que por otra parte es de lo más normal del mundo mientras se desarrolla eso que llamamos guerra. La situación, por tano, es tensa y peligrosa. Hamas anuncia nuevas represalias y lanzamientos contra territorio israelí mientras que el gobierno de Netanyahu, a pocos meses de unas elecciones anticipadas, amaga con lanzar una intervención terrestre que suponga la invasión de Gaza, imposible saber hasta que punto se trataría de una ocupación total o de una incursión de castigo. En todo caso una acción así dispararía las víctimas en el lado palestino, y las elevaría sin duda en el israelí, y supondría un paso muy peligroso en un conflicto que no hace más que enquistarse a medida que pasan los años y que el fundamentalismo islamista de Hamas cala en la pobre y mísera población que subsiste en la franja de Gaza. A esa situación de miseria se une el hecho de que Irán, el principal socio y suministrador de avituallamiento a Hamas, sufre las dificultades derivadas de las sanciones impuestas por la comunidad internacional por su programa nuclear, y por ello desde hace unos meses el suministro a la franja es muy irregular y, en todo caso, insuficiente.

Además, en esta ocasión hay un nuevo actor en la zona que aún no se sabe muy bien como se va a comportar, que es Egipto. Fronterizo con Gaza a través del paso de Rafah, Egipto, capitaneado por un presidente de los Hermanos Musulmanes, aún no se ha posicionado claramente en el conflicto, pero jugará un papel decisivo, tanto si decide impulsar un proceso de negociación para alcanzar un alto el fuego como si opta por un apoyo, más o menos disimulado, a sus hermanos de Gaza. Habrá que ver como se suceden los acontecimientos, pero es casi seguro de que, si la guerra no sigue (ojalá) la paz que se alcance sea frágil y caduca.

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