viernes, noviembre 02, 2012

Muertes que no tienen gracia


Uno de los problemas que tiene el tomarse la festividad de Todos los Santos a chufla, celebrándola al estilo “jalogüin”, que es como se ha impuesto la moda, es que si sucede algo y hay muertos de verdad la gracia es nula de una manera tan radical como, hasta cierto punto, ridícula. Hacer chistes sobre asesinatos, zombies y muertos vivientes tiene su punto de mientras los muertos no sean reales. Y eso es lo que pasó ayer en Madrid a cuenta de la avalancha que se produjo en el Madrid Arena durante una macrofiesta que acabó con el sangriento balance que ustedes ya conocen, de tres muertos y dos heridos muy graves.

Y eso que a primera hora de la mañana ano se tenía noticia alguna. Sólo a eso de las 8:20, en una desconexión de la radio del programa que estaba oyendo dijeron como última hora que algo había sucedido en una fiesta celebrada en Madrid esa noche y que, aparecer, había fallecidos. A lo largo de la mañana la precisión fue aumentando y ante nosotros se desplegó el típico cóctel de factores de riesgo que no siempre, pero a veces sí, desencadenan una tragedia. Miles de personas en un recinto, mucho alcohol y otras drogas, desenfreno, ganas de pasarlo bien y sin preocuparse de otra cosa y organizaciones de eventos que tienden a estar muy cerca de su límite. Lo habitual es que actos de estos se celebren muy a menudo y no nos enteremos de su existencia porque nada sucede en ellos, pero ayer no fue así. No está claro como, pero todo parece indicar que algún desgraciado, por no usar otro término, encendió o arrojó una bengala y eso fue al chispa que desató un movimiento de masas que se tradujo en un embotellamiento en una zona estrecha con escaleras y degeneró en aplastamiento. Hay multitud de vídeos e imágenes en la web, en las que hay que ser bastante experto para distinguir lo que se está viendo e interpretarlo, pero parece claro que, visto los visto, algo falló, y se organizó un desastre. Ahora empezará la búsqueda de culpables y, como en muchos casos, se señalará lo obvio y se olvidará lo fundamental. La empresa organizadora puede que haya cometido errores, y quienes se encargaban del acceso al recinto deberán explicar muy bien como realizaron esos controles tan exhaustivos que han permitieron introducir allí absolutamente de todo, desde bengalas hasta objetos cortantes y cualquier otra cosa. Las asistencias del recinto deberán declarar si las medidas de emergencia fueron las correctas y al policía relatar cómo se desarrollaron los hechos y las decisiones que tomaron en función de los mismos, como por ejemplo el que el concierto siguiera tras el desastre para no evitar un pánico y avalanchas mayores, decisión polémica pero, desde mi punto de vista acertada. Pero viendo las edades de las fallecidas y algunos detalles creo que estos hechos revelan que algo muy grave falla en nuestro mundo. ¿Qué diablos hacen unos menores de quince años en una fiesta como esa? ¿Cómo les dejaron entrar y, sobre todo, cómo sus padres les dejaron ir allí? ¿Cómo es que muchos de los padres, afectados o no por el desastre, no sabían si sus hijos, mayores de edad por muy poco, estaban en esa fiesta o no? ¿Qué medidas de control puede adoptar un ente público sobre la seguridad de unas personas si lo más inmediato y efectivo, sus familias, no hacen nada por ello? ¿Cuántos padres se enteraron ayer que sus hijos no estaban donde creían sino en la maldita fiesta? Seguro que eso no lo investiga nadie, y ahí se encuentra la semilla de este y de otros muchos problemas, cuya profundidad no somos capaces ni de imaginar.

Cuando ayer salieron publicados los nombres de las cinco chicas afectadas hice, por curiosidad, un rastreo en facebook, y me encontré con que una de las fallecidas tenía una cuenta. Se podía ver allí su resto, en decenas de fotos sacadas con sus amigas, y lo que allí aparecía era lo previsible. Una chica jovencísima, guapa, alegre, con aspecto de comerse el mundo, hedonistas, despreocupada y con toda la vida por delante para lo que ella quisiera. Daba una sensación tiste contemplar esas fotos sabiendo que la protagonista yacía a esas horas en un tanatorio de Madrid. Es difícil imaginar la tragedia que deben estar pasando sus padres, y el sinsentido de todo lo que ayer sucedió en el Madrid Arena. Casi es imposible.

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