El próximo sábado 7 de
septiembre, se hará pública la elección de la ciudad que albergará las
olimpiadas del año 2020, honor al que optan tres candidatos muy distintos.
Estambul, como representante de los países emergentes, léase mercados y
consumidores a conquistar por la mercadotecnia olímpica, Tokio, como estandarte
de los países ricos, con abundante dinero y sombras radiactivas de fondo, y en
medio de la nada Madrid que, por tercera vez consecutiva, aspira a llevarse el
trofeo, a riesgo de acabar consiguiendo el de la regularidad porque insiste
continuamente en llevárselo. El escaso número de competidores y la reiteración
de la candidatura hacen que esta vez haya muchas probabilidades de llevársela.
¿Y quiero que le den los juegos a
Madrid? No les voy a engañar, no tengo una opinión clara, y veo argumentos a
favor y en contra, todos ellos bastante sólidos, que no me hacen apostar ni por
el sí ni por el no. Por el sí, me parece que Madrid se merece tener un evento
de ese alcance, que supone una inmensa campaña de promoción para la ciudad
organizadora y para todo el país en su conjunto, y que necesitados como estamos
de fortalecer la marca España y revitalizar una ciudad que vive una época
triste los juegos serían una excusa perfecta para hacer lo necesario para
devolverle el esplendor a Madrid. La construcción de las infraestructuras
olímpicas no deja de ser una política de gasto público que fortalecería la
creación de empleos durante el proceso de edificación y daría algo de vidilla
al lánguido sector de la construcción, que permanece en el fondo de un pozo del
que no se ve salida alguna. Y a gran parte de la población, madrileña y del
resto de España, le supondría un chute de alegría y optimismo, recordando que,
como ayer señalaba, parece que en este país el fútbol en particular, y el
deporte en general, son lo único que nos llama la atención. Es probable que de
haber unas olimpiadas de Investigación e Innovación no nos las diesen nunca,
sobre todo porque nadie pensaría si quiera en presentarse. Por el lado del no,
las olimpiadas no dejan de ser un enorme castillo de fuegos artificiales,
vinito, sí, pero breve y caro. Suponen un coste financiero y de inversión en
infraestructura de muy escaso rédito posterior que, sinceramente, no creo que
este país pueda permitirse llevar a cabo pasando el momento de penuria que
vivimos. Afrontar esos nuevos gastos sería, no lo duden, profundizar en nuestro
endeudamiento, que parece no tener fin. Además, los grandes contratos de obra
serían terreno abonado para el surgimiento de corruptelas, amiguismos y demás
prácticas que podemos leer detalladas en los múltiples sumarios que se publican
día a día en los periódicos. Y sinceramente no veo ni a los políticos ni a ningún
cargo público o privado con propósito de enmienda respecto a lo ya pasado, sino
más bien rezando a todos los santos posibles para que nos den los juegos y así
conseguir el pelotazo olímpico. Los costes y la situación de crisis fueron los
argumentos esgrimidos por Mario Monti cuando fue primer ministro italiano para
retirar la candidatura de Roma, que inicialmente también optaba a la sede 2020.
Varios artículos han recalcado estos días que los más interesados en la concesión
serían autoridades y demás, que usarían los juegos como pantalla para ocultar
recortes y mantenerse en un poder que ven cómo se tambalea en medio del
desastre nacional que vivimos. Y dada la importancia financiera del evento y el
largo plazo en el que se atisba la inauguración del mismo, este es un factor
que importa tanto a la dirigencia actual como a posibles alternativas, a PP y
PSOE, vamos. Por ello su interés común como clase extractiva, el concepto de
moda, les lleva a desear que los juegos caigan no tanto por la ganancia de la
ciudad y el país, sino como maquinaria de fortalecimiento, enriquecimiento y
logro privado.
Lo curioso es que me enteraré de la decisión del
7 probablemente con retraso, porque esta tarde cojo una semana de vacaciones y
vuelo a Berlín, a conocer la ciudad, empaparme de su historia y quizás cruzarme
con Ángela Merkel en algún supermercado. Por ello es seguro que desde mañana y hasta
el Miércoles 11 inclusive no haya entradas en el blog. Probablemente sí pueda
escribir el Jueves 12 de septiembre, pero aún no está claro. Pasen unos buenos
días y lean mucho, de otras webs y textos, libros y cabeceras, dado que esta no
se va a actualizar mucho. En estos días la actualidad no cesará, y Bárcenas, el
2020, Siria y el otoño que llega el viernes a la península serán temas muy
comentados.
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