jueves, septiembre 12, 2013

Trazos sobre Berlín


Sábado, 7 de Septiembre. Tras haber visitado Leipzig, rezado frente a la tumba de Johan Sebastian Bach y haber escuchado un oficio religioso con cantatas bachianas y de Vivaldi en la iglesia de Santo Tomás, en el que los turistas formábamos la mayor parte de la congregación, volví a Berlín y acabé. Agotado, en un pequeño parque que se ubica en el triángulo formado por el río Spree y el anillo ferroviario que transita cerca del centro de la ciudad. La zona verde no es muy extensa, apenas unos miles de metros cuadrados y una decena de árboles, pero se encuentra concurrida, dado que, otra vez, el día ha sido radiante y soleado.

Me siento en la hierba y ante mi se extiende una escena más propia de Malasaña, Debod o de cualquier otra zona de ambiente de Madrid. Mucha gente, sobre todo jóvenes, se encuentran sobre la hierba, en corros, o parejas, y beben, algunos con moderación, y otros con un estilo mucho más cercano al botellón mediterráneo. Las parejas, que son bastantes, se muestran íntimas y, en general, la escena parece desubicada de lo que uno pudiera imaginar propio de una ciudad alemana, o del tópico que de ellas tengamos. Pocos somos los que estamos solos, pero no es mi caso el único. Me fijo en el paisanaje y a pocos metros de mi veo la espalda de una chica morena, de pelo largo que le cae por la espalda, sobre uno de los costados en exclusiva dado lo forzada de su posición. Con las piernas cruzadas sobre el suelo, escribe afanosamente en un libro en blanco, como si el tiempo se le acabara, con un bolígrafo o pluma, no logro distinguirlo, generando un trazo firme, compulsivo, unido y de color negro. Apenas mira al frente, concentrada en su papel y texto, y eso que la vista merece la pena, dado que es la isla de os museos lo que puedo contemplar si elevo un poco la vista, y a la izquierda, a penas a un par de cientos de metros, la cúpula de la catedral se erige sobre el cielo, con su tono de bronce verdoso. Al sol no le queda más de un cuarto de hora para meterse y al tarde empieza a oscurecerse poco a poco. Vuelvo a fijarme en mi chica escritora, que ahí sigue afanosamente juntando letras, cuando en un momento dado se para. Hace un punto y aparte en el texto y la postura, y levanta la cabeza y dirige su mirada a la cúpula de la catedral. Se queda con el, pongamos, bolígrafo en el aire, suspendida, pensando en no sé que, y vuelve a posarlo en el papel, empezando a realizar trazos firmes y largos, dibujando unas formas curvas que, poco a poco, empiezan a recrear la escena de la catedral junto al río. En apenas un par de minutos, con una destreza que me parece inaudita, la hoja recoge un esquema preciso y muy bello de la imagen de la iglesia, el río y un puente adyacente que, visible para ella, se encuentra oculto para mi tras un frondoso árbol. En otro par de minutos el dibujo parce estar completado con trazas que representan el río, y los estratos que, en lo alto, se atreven a rayar el inmaculado azul del cielo que ya ha adquirido el inevitable toque que preludia el anochecer. La luz se va y, dando por bueno su relato y dibujo, la chica se levanta, recoge sus cosas y se marcha rumbo al puente con destino desconocido, tras lo que supongo ha sido el relato de su día y la ilustración del momento que más le ha interesado.

Y durante un rato, me quedo allí, mirando el hueco que ha dejado la chica, y al poco me levanto, avanzo unos pasos y tras superar el parque, llego a la orilla del río y me apoyo en la barandilla para contemplarlo con más detalle, pudiendo apreciar plenamente el puente que remataba el dibujo de la chica. Sospecho que había visto realizar el diario de una jornada de viaje, el relato de un día que para ella había sido intenso, lleno de momentos para recordar que merecían ser plasmados en un papel. Para mi el día también había sido completo, lleno. Saciado por el recuerdo de Leipzig, y añorando la capacidad de escribiente y dibujante de la chica que había visto, caminé hacia el puente poniendo rumbo a mi hotel, donde aún tardaría un buen rato en llegar, tras deambular por Berlín tras la puesta del sol.

1 comentario:

peich dijo...

Pues yo creo que tus "trazos" emocionan y expresan muy bien tu resumen del día. Me han gustado.
Gracias¡¡¡