Pese a que la actualidad de hoy
es densa, voy a escribirles sobre un aspecto genérico y, a la vez, personal,
alejado de los titulares de los periódicos y de la bronca diaria. Si suelen
leerme habitualmente habrán comprobado que la proporción de escritos en los que
relato aspectos personales de mi vida es muy pequeña, dado que casi siempre
escribo sobre economía, política o asuntos sociales. Los motivos para ello son,
básicamente, dos. Por un lado mi vida personal no es nada del otro mundo, ni creo
que sea atrayente (eso me dice la experiencia). Por otro lado, escribir sobre
experiencias, novelar historias y sentimientos, es mucho más difícil.
O al menos eso es lo que me
sucede. En la práctica le dedico muy poco tiempo a este blog, poco más de un
cuarto de hora al día. Llego a la oficina antes de las ocho de la mañana y
trato de que para y cuarto el artículo esté terminado. La mayor parte de las
veces no tengo claro ni cuál va a ser el tema antes de empezar a escribirlo,
pero me siento ante el teclado, escojo, y las palabras fluyen, se encadenan y
forman poco a poco un texto coherente en el que mi postura ante el asunto que
se trate queda más o menos clara, o eso intento (y si no lo consigo lo he hecho
mal). Y la práctica me demuestra que, cuando me pongo a contar anécdotas
personales, cosas que me han sucedido a mi o a allegados, las palabras no
surgen con la fluidez habitual, las frases se muestran rebeldes, y aunque no se
note, ha habido correcciones sobre la marcha de una intensidad muy superior a
lo normal. Sí, escribir es difícil, y novelar, relatar, contar, lo es aún más.
Leo mucho, muchísimo, tanto novela como ensayo, y cuanto más lo hago más
meritorio me parece lo que logran los buenos escritores, que consiguen realizar
ese milagro que se basa en que unas palabras, escogidas con tino y cuidado,
transmiten sentimientos, ideas y percepciones al lector con una intensidad que
atrapa, que impide abandonar el texto. A veces al leerlo me queda una sensación
extraña, que se puede resumir en la frase que muchas veces oímos y repetimos
“pero si esto podía haberlo escrito yo” pero cuando me enfrento a la hoja en
blanco y a la historia personal me doy plena cuenta del abismo infinito que se
abre entre lo “fácil” que resultó la lectura del día anterior y lo difícil que
es ponerme a relatar un episodio aparentemente trivial. Avanzo en el texto, y
me doy cuenta de que esa naturalidad que poseía la novela de la noche anterior
era realmente la imagen de un jardín inglés, aparentemente caótico, desordenado
y libre, pero trabajado hasta el último de sus huecos, luchado palmo a palmo,
sin que en ningún momento el escritor se haya permitido el relajo. Las frases
simples y llenas de contenido esconden horas de trabajo y años de experiencia a
la hora de contar, de narrar. Los hay que, como me comentó una vez Javier
Cercas, sufren mucho, les cuesta una barbaridad lograr que sus escritos sean
tan fantásticos como lo son (eso es apreciación mía, pero seguro que compartida
por su muchos y fieles lectores). Otros como Javier Gomá, que se consideran
juntapalabras profesionales, logran producir textos de una manera más ordenada,
organizada y concienzuda, pero también se enfrentan a las dificultades de que
su discurso sea bello, claro y, al ser un ensayo, transmita la idea que bulle
en su cabeza. Supongo que cada autor tendrá sus técnicas, trucos y maneras de trabajar,
pero no olvidemos que, cuando un texto nos emociona, hay un esfuerzo enorme del
creador por debajo, y una capacidad de crear, de dar forma escrita a ese
sentimiento, que excede con mucho las capacidades de, al menos, este humilde
escribiente de diario.
Si quieren un breve y bello ejemplo de lo que
les cuento, vayan a la web de los
minlatos, en la que Loka dark, en twitter @Darky_xD, relata pequeños
cuentos de carácter personal, dotados de gran profundidad y sentimiento, pero
en una forma pequeña. En apenas unas frases y pocos párrafos, estos relatos mínimos
poseen la capacidad de emocionar a quien quiera que los lea, porque logra crear
ese milagro que antes les comentaba, esa magia que se alcanza con palabras, sin
recurrir a trucos de hechicería ni nada por el estilo. Inspirada
en mi historia berlinesa de hace unas semanas, Loka dark, ha compuesto su último
minlato y, en pocas palabras, ofrece una perspectiva completamente distinta,
innovadora y genial de la historia que yo les narré. Lean ese y todos sus
textos, y dejen maximizar sus emociones gracias a ellos.
4 comentarios:
Chapeau¡¡¡
Estoy sin palabras David, no sabes lo que transmites con tus letras hasta que otra persona te dice los sentimientos que le provoca el leerlas.
Estoy de acuerdo contigo en el esfuerzo y dedicación que requiere el escribir, en mi caso, un relato puede llevarme varios días de trabajo. Por ello, resulta tan complejo como gratificante lograr que un relato provoque emociones al lector en tan poco espacio.
Muchas gracias por aportar una parte de ti a esta aventura tan especial.
Todos nos hemos quedado sin palabras, debido al poderoso efecto que ellas ejercen en nosotros, así que aunque sea manida y poco original, quizás baste con una para decirlo todo.... GRACIAS
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