Suele decirse, con razón, que las
elecciones de EEUU son las del mundo entero. Todos asistimos a esa campaña
electoral en primera línea, muchas veces con mayor pasión e información que
como vivimos las campañas de nuestros propios países, conocemos a los
candidatos casi perfectamente y, pena, lo único que no podemos hacer es votar. A
nivel europeo el ejemplo más parecido es lo que sucede en Alemania, país principal
de la Unión que, con el paso de los años y al crisis, se ha convertido en la
auténtica superpotencia del continente, aunque no ejerza abiertamente como tal.
Por ello sus elecciones son importantes.
Y tendrán lugar este Domingo. Por
un lado se enfrenta la CDU, como estandarte conservador, con Ángela Merkel a la
cabeza, en una situación curiosa en la que un partido bastante antiguo y
consolidado como la CDU se ha convertido en apenas una carcasa que sirve poco más
que para envolver a Ángela, el estandarte del poder, la fuerza natural que se
ha hecho con las riendas del partido y el país. En frente se encuentra el SPD, los
socialistas, partido de tradición centenaria, que no gobierna en la cancillería
federal desde hace dos años, cuando Gergard Schroeder abandonó su puesto,
encabezado por un político más bien desconocido fuera de Alemania, llamado Peer
Steinbrück, pero que dentro del país germano es muy popular, tanto por su
dilatada carrera política como por los numerosos cargos que ha ocupado como por
sus frecuentes meteduras de pata a la hora de hacer declaraciones sobre temas
espinosos. En torno a estas dos fuerzas políticas se agrupan los bandos de la
derecha y la izquierda (recuerden que estas simplificaciones no me gustan,
inducen a errores graves y distorsionan la realidad) que las encuestas sitúan
cercanas al empate técnico. Durante el primer mandato de Merkel el resultado
electoral impuso la necesidad de la llamada “gran coalición” una alianza CDU
SPD que diera estabilidad al gobierno y prolongase en el camino reformista que emprendió
Schroeder, que fue su tumba electoral, pero la fuente de la que proviene, en
parte, el milagro económico alemán en medio de la catastrófica crisis
internacional y, especialmente, europea. Tras aquel gobierno y las siguientes elecciones,
Merkel ganó muchos votos, el SPD los perdió, y al canciller ha podido gobernar
en coalición con los liberales del FDP, pequeño partido que las encuestas sitúan
ahora mismo al borde de la desaparición electoral al llegar apenas al 5% de
sufragios necesarios para conseguir representación en el Bundestag, el Congreso
de allí, que se reúne en el edificio del Reichstag, bajo la cúpula de cristal
que diseñó Norman Foster. De cara al Domingo aumentan nuevamente las
probabilidades de que, si sale lo que las encuestas señalen, Merkel vuelva a
gobernar al mando de una amplia coalición CDU SPD, dado que es muy poco
probable que el SPD pueda alcanzar mayoría mediante la unión con pequeños
partidos de izquierda y verdes, mientras que la victoria de la CDU Merkel es indudable.
Toda Europa espera el resultado del Domingo con expectativas de cambio, pero se
equivocan, a mi entender, si creen que la política alemana va a experimentar un
giro brusco en sus posiciones. Sea en coalición con el SPD, en solitario o con
partidos pequeños próximos a su ideología natural, Merkel gana en todas las
encuestas de popularidad, su estilo de gobierno es muy apreciado y da la
sensación de que los votos respaldarán las políticas y actitudes que se han
venido desarrollando en la UE y en la propia Alemania durante estos últimos
años. El parón europeo de estos meses, generado por las elecciones, busca una
tranquilidad que garantice la reelección de Angela, pero no preludio cambios de
fondo, así que no se decepcionen si no los ven.
Durante mi estancia la semana pasada en Berlín
me hubiera gustado mucho tratar de palpar el ambiente electoral, saber lo que
se opina en la calle sobre los candidatos y programas, comprobar hasta qué
punto, como señalan los sondeos, al desafección con los políticos allí también
es muy elevada. Pero lamentablemente no se nada de alemán, y no podía entender
lo que se decía ni sobre esto ni sobre cualquier otro asunto. Si me llamó mucho
la atención un poster electoral enorme de la CDU que cubría la fachada de un
edificio en obras cerca de la estación central de tren de Berlín, en la que un
mosaico de miles de fotos conformaba la imagen de las manos de Ángela en esa
posición tan suya de juntar los dedos a partir de los pulgares. Sólo sus manos,
inconfundibles, inimitables. Ese parece ser el mejor reflejo de la imagen que “Angie”
tiene en su país, y que le va a proporcionar la tercera victoria de su vida.
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