Hasta el final nunca des por
sentado el resultado. A menos de dos semanas para el final del año, ayer se
produjo una noticia que, en el contexto del pasado siglo y el periodo de vida
de los seres humanos, sí tiene el acontecimiento de histórica. El
anuncio, coordinado, por parte del civil presidente de los EEUU y el uniformado
mandatario de Cuba del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los
dos países supone el inicio del fin del aislamiento con el que EEUU ha
castigado al régimen de La Habana y un paso hacia una distensión en lo que fue
uno de los frentes más calientes de la llamada guerra fría. 25 años tras la
caída el muro de Berlín, ayer se agrietó, para caerse tarde o temprano, el
telón que separa a Cuba de EEUU.
Creo que, aunque es un asunto
complicado y lleno de matices, es una buena noticia. Supone la asunción por
parte de EEUU, al menos una buena parte de su dirigencia, de una visión
pragmática respecto a la isla, que curiosamente tratándose de EEUU, el país
donde las cosas que funcionan triunfan, ha tardado muchas décadas en llevarse a
cabo. El objetivo último del bloqueo y la ruptura de relaciones era el de
provocar la caída del régimen. Décadas después, con Fidel vivo, quizás
eternamente, la dictadura castrista se ha convertido, a semejanza de Corea del
Norte, el otro reducto de paranoia comunista del mundo, en una suerte de
mandato hereditario, en este caso entre hermanos. Durante todos estos años el
nivel de vida de los cubanos se ha ido empobreciendo a medida que La Habana
trataba de suplir la asistencia de la época soviética, que la controlaba y
proporcionaba combustible y divisas. Otros países, entre ellos España, han
seguido comerciando con Cuba y estableciendo negocios (Meliá tiene unos cuantos
hoteles en la isla, por ejemplo) pero el agravio norteamericano ha sido
hábilmente utilizado por la dictadura como excusa para el reagrupamiento
patriótico frente al enemigo exterior (un clásico de toda dictadura) y
justificación del deterioro económico que vive el país, anclado en muchos casos
en los años sesenta, no sólo por la estética de sus calles y coches. Si el
objetivo de EEUU era provocar por esta vía el derrumbe de la dictadura hace
tiempo que se ha visto que la estrategia ha fracasado, por lo que Obama ha
optado por un camino alternativo. Aprovechando que la disidencia cubana que
reside en EEUU empieza a pensar cada vez más en la nación de acogida y no en la
del exilio, y que el apoyo del régimen venezolano, hasta ahora el gran baluarte
de los Castro, se va a ir al garete a medida que el barato petróleo estrangule al
gobierno de Caracas, EEUU opta por abrir la mano, dejar de ser una excusa útil
para los Castro y propiciar los intercambios comerciales con la isla, a
sabiendas de que es cuando caen las barreras y empieza a circular el aire
cuando las dictaduras empiezan a perder poder e influencia. Cada caso es distinto,
sí, pero en España vimos como en los sesenta, junto al turismo y divisas,
llegaban al país nuevas ideas y realidades de un mundo al que los españoles no
tenían acceso, pero que existía, y que se daba a conocer. Y esa influencia
debilitó mucho a una dictadura que, aunque siguiera instalada en su búnker
ideológico, hacía mucho tiempo que había perdido la razón, sentido y contacto
con la realidad. No se qué pasará en este caso, porque las dictaduras
comunistas han demostrado ser más resistentes que las militares de derechas,
pero es lógico comprobar que, si algo no funciona, se debe cambiar para obtener
un nuevo resultado.
Lo más importante de todo esto es
que seguramente será la población de la isla la que salga más beneficiada de
esta decisión. Sometida a un régimen donde los derechos humanos, civiles y políticos
no existen, y en un estado de pobreza difícil de imaginar, los cubanos tienen
ante sí una oportunidad para prosperar y beneficiarse con los intercambios que
surjan del próspero vecino del otro lado del mar. Confiemos en que así sea, y
que junto a los dólares llegue la libertad a las calles de La Habana, que la
necesitan desde hace ya demasiados años. Por ello, el paso de ayer es
importante, y debe ser visto como positivo, y como el primero de muchos otros
que tendrán que llegar.
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