Ayer fue otro día de pérdidas
generalizadas en los mercados, que fueron de regular a algo bien, y se tronaron
en desastre a medida que se acercaba la hora de cierre. El
IBEX se cayó más de un 2%, la prima de riesgo subió hasta cerca de los 120
puntos y el resto de mercados financieros y de materias primas del mundo
soportaron otra sacudida, similar a las vividas la semana pasada. En seis días
la bolsa española pierde ya un 8% y, a poco del final, hace que el saldo anual
de 2014 entre en terreno negativo. Un año que, con altibajos, se esperaba
positivo, se está tornando tenebroso, de forma imprevista, a medida que se
acerca su final.
Como siempre resulta sencillo
realizar un análisis forense de por qué ha pasado todo esto, siendo casi
imposible haberlo podido prever. Creo que hay que mirar mucho al precio del
petróleo como el culpable y a Rusia como el detonante de la, quizás, próxima
crisis financiera. Ya les comenté hace unos días que el derrumbe del petróleo
iba a tener enormes consecuencias, especialmente, pero no solo, para los países
exportadores, que viven a cuenta del mismo, y ponía aquí a cuatro de ellos
(irán, Nigeria, Venezuela y Rusia) como los más necesitados de un barril caro y
los que, por consiguiente, más sufrirían con la bajada. Yo esperaba que el
dominó de fichas caídas empezase en Venezuela, pero curiosamente ha sido Rusia
el primero de los países que ha sentido el impacto de la tormenta. El banco
central ruso ya informó el jueves de que sus previsiones para el año que viene,
de mantenerse los precios en la horquilla de los 60 – 70 dólares, implicaban
una caída del PIB del 4,5%, una depresión griega de mucho cuidado. Desde hace
días la bolsa rusa cae, los capitales huyen y el rublo pierde valor frente al
dólar de manera acelerada, dibujando el cambio una figura de cohete que
rivaliza con los orgullosos Soyuz. Para tratar de controlar el pánico, que ayer
se volvió a vivir, esta noche, de madrugada, como queriendo indicar la urgencia
de la medida, el
banco central ruso ha elevado sus tipos de interés del 10,5% al 17%
(recordemos que en la eurozona vivimos en el 0,05%) con la intención de parar
la sangría monetaria. Esta situación empieza a ser clavada a la debacle rusa
que se vivió en 1998, que hundió su moneda y economía, y propició el llamado
“efecto vodka” que hizo tambalear a las economías de medio mundo, y provocó
consecuencias globales. Entre ellas, y no fue la menor, la quiebra del hedge
fund LTCM, que estuvo a punto de desencadenar una crisis financiera global como
la vivida en 2008, y que requirió una intervención coordinada de bancos y al
FED en Estados Unidos, en una demo de lo que se viviría diez años después. Hoy
en día Rusia, más poderosa que entonces, se puede convertir en un problema
mucho mayor, porque el impacto de su crisis se produce en un escenario económico
tambaleante, aún por recuperar de la grave crisis financiera de ese citado
2008, y con niveles de deuda públicos en muchos países más elevados que nunca. Así
mismo, en este 2014 hemos visto como Rusia puede comportarse como un actor díscolo,
por ser generosos, en los asuntos internacionales. Su apropiación de Crimea e
intervención en Ucrania lo ha puesto en primera línea en lo que hace a los
problemas de Europa, despertando nuevos fantasmas que se creían enterrados. La
popularidad de Putin, por los cielos, puede resentirse a medida que la economía
local se hunda en la crisis, pero es muy difícil saber qué respuesta puede obtenerse
de un país tan inmenso, misterioso y complejo como Rusia.
Puede que la crisis genere la caída del propio
Putin y el inicio de una revuelta democrática, como la vivida en la propia
Ucrania hace unos meses, pero al igual que en Kiev, en Moscú, junto a
manifestantes democráticos conviven oligarcas ansiosos de controlar el poder,
sentimentalistas que añoran el imperio ruso y radicales que pueden ver en la
inestabilidad su oportunidad para llegar a hacerse con el control del país.
Vimos cómo empezó la revuelta del Maidan y las facciones, enfrentamientos y
muertes que desde entonces han teñido de sangre a Kiev y a Ucrania en su
conjunto. El petróleo, su precio, es la espoleta que puede hacer reventar la
bomba rusa, y eso cotiza en el mercado en forma de miedo.
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