martes, diciembre 16, 2014

El petróleo tumba la bolsa y destroza a Rusia


Ayer fue otro día de pérdidas generalizadas en los mercados, que fueron de regular a algo bien, y se tronaron en desastre a medida que se acercaba la hora de cierre. El IBEX se cayó más de un 2%, la prima de riesgo subió hasta cerca de los 120 puntos y el resto de mercados financieros y de materias primas del mundo soportaron otra sacudida, similar a las vividas la semana pasada. En seis días la bolsa española pierde ya un 8% y, a poco del final, hace que el saldo anual de 2014 entre en terreno negativo. Un año que, con altibajos, se esperaba positivo, se está tornando tenebroso, de forma imprevista, a medida que se acerca su final.

Como siempre resulta sencillo realizar un análisis forense de por qué ha pasado todo esto, siendo casi imposible haberlo podido prever. Creo que hay que mirar mucho al precio del petróleo como el culpable y a Rusia como el detonante de la, quizás, próxima crisis financiera. Ya les comenté hace unos días que el derrumbe del petróleo iba a tener enormes consecuencias, especialmente, pero no solo, para los países exportadores, que viven a cuenta del mismo, y ponía aquí a cuatro de ellos (irán, Nigeria, Venezuela y Rusia) como los más necesitados de un barril caro y los que, por consiguiente, más sufrirían con la bajada. Yo esperaba que el dominó de fichas caídas empezase en Venezuela, pero curiosamente ha sido Rusia el primero de los países que ha sentido el impacto de la tormenta. El banco central ruso ya informó el jueves de que sus previsiones para el año que viene, de mantenerse los precios en la horquilla de los 60 – 70 dólares, implicaban una caída del PIB del 4,5%, una depresión griega de mucho cuidado. Desde hace días la bolsa rusa cae, los capitales huyen y el rublo pierde valor frente al dólar de manera acelerada, dibujando el cambio una figura de cohete que rivaliza con los orgullosos Soyuz. Para tratar de controlar el pánico, que ayer se volvió a vivir, esta noche, de madrugada, como queriendo indicar la urgencia de la medida, el banco central ruso ha elevado sus tipos de interés del 10,5% al 17% (recordemos que en la eurozona vivimos en el 0,05%) con la intención de parar la sangría monetaria. Esta situación empieza a ser clavada a la debacle rusa que se vivió en 1998, que hundió su moneda y economía, y propició el llamado “efecto vodka” que hizo tambalear a las economías de medio mundo, y provocó consecuencias globales. Entre ellas, y no fue la menor, la quiebra del hedge fund LTCM, que estuvo a punto de desencadenar una crisis financiera global como la vivida en 2008, y que requirió una intervención coordinada de bancos y al FED en Estados Unidos, en una demo de lo que se viviría diez años después. Hoy en día Rusia, más poderosa que entonces, se puede convertir en un problema mucho mayor, porque el impacto de su crisis se produce en un escenario económico tambaleante, aún por recuperar de la grave crisis financiera de ese citado 2008, y con niveles de deuda públicos en muchos países más elevados que nunca. Así mismo, en este 2014 hemos visto como Rusia puede comportarse como un actor díscolo, por ser generosos, en los asuntos internacionales. Su apropiación de Crimea e intervención en Ucrania lo ha puesto en primera línea en lo que hace a los problemas de Europa, despertando nuevos fantasmas que se creían enterrados. La popularidad de Putin, por los cielos, puede resentirse a medida que la economía local se hunda en la crisis, pero es muy difícil saber qué respuesta puede obtenerse de un país tan inmenso, misterioso y complejo como Rusia.

Puede que la crisis genere la caída del propio Putin y el inicio de una revuelta democrática, como la vivida en la propia Ucrania hace unos meses, pero al igual que en Kiev, en Moscú, junto a manifestantes democráticos conviven oligarcas ansiosos de controlar el poder, sentimentalistas que añoran el imperio ruso y radicales que pueden ver en la inestabilidad su oportunidad para llegar a hacerse con el control del país. Vimos cómo empezó la revuelta del Maidan y las facciones, enfrentamientos y muertes que desde entonces han teñido de sangre a Kiev y a Ucrania en su conjunto. El petróleo, su precio, es la espoleta que puede hacer reventar la bomba rusa, y eso cotiza en el mercado en forma de miedo.

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