Ayer salieron
publicados los datos del EGM hasta Noviembre, en cuesta de periodicidad
trimestral que, por oleadas, mide la audiencia de los medios de comunicación
que no son la tele. Radios, prensa, revistas y webs son los principales
interesados en saber cuáles son los datos, que les dicen si sus programas van
bien o mal, o cómo se comportan en relación a la competencia. Como hay muchas franjas
de competición todos los medios encontrarán alguno en el que, particularmente,
salen beneficiados, por lo que como si fuese la noche electoral, todos
proclaman su victoria, aunque sepan que hay ganadores y perdedores.
¿Cada cuánto le examinan a usted
en su trabajo? Supongo que la respuesta variará mucho tanto en función del
trabajo que tenga (y ojalá lo tenga!!) y lo que considere un examen. Un maestro
de escuela tiene un examen continuo frente a un público sumamente exigente y,
por defecto, nada dócil. Los empleados cara al público sufren esa sensación de
examen mucho más intensamente que, por ejemplo, los que trabajamos en oficinas.
Tenemos nuestros momentos, como la entrega de proyectos, visitas de control o
auditoría, urgencias de los jefes ante las que se debe responder de la mejor y
más rápida manera posible, y cosas así, pero es raro que en el día a día la
presión sea constante. En los medios de comunicación la cosa va por,
precisamente, medios. Radios y prensa tendrán datos propios de manera precisa y
continua de cómo les va, pero hasta que salen los EGM no tienen constancia, ni
publicidad, de ellos, por lo que pueden experimentar algunas secciones o
programas en ese margen de meses que hay entre encuesta y encuesta. Espacios
radiofónicos como “la cultureta” sección de cultura que hace unas semanas ha
inaugurado La Brújula en Onda Cero en su programa de los viernes son un
ejemplo de esta menor presión instantánea, que permite llevar a cabo locuras
como esta, que espero que tenga el gran éxito que se merece. Sin embargo, en el
mundo de la televisión, eso no es posible. Los datos de audiencia se reciben al
día siguiente de la emisión del programa. Cada mañana los ejecutivos de las
cadenas tienen en su mesa las cifras que generaron los programas del día
anterior, números de espectadores que se traducen inmediatamente en mayor o
menor facturación por publicidad, que es de lo que viven las cadenas privadas y
para eso emiten. Por ello el margen de actuación es mínimo, a veces ridículo. Si
un programa no consigue las expectativas que se previeron en su momento, vaya
usted a saber cómo, serán pocos los capítulos o emisiones que se le concedan de
margen para que remonte, pudiendo así cancelarse a la mínima,
independientemente del mucho o poco trabajo que tenga por detrás y el tiempo que
se haya requerido en su creación. En este sentido la tele es un medio sumamente
darwiniano, donde si no comes audiencia, te la comen, y desapareces. Ello
presiona enormemente para buscar el espectáculo en todos los contenidos que se
emitan, provocando en muchas ocasiones, casi todas, la desvirtuación del
programa original. Telediarios que se convierten en morbosos contenedores de
sucesos, tertulias sometidas a la algarabía griterío y simplismo, ruido en
abundancia y, por lo general, poca ropa en el caso de las presentadoras. Así
mismo también se produce un triste fenómeno imitativo, y es que si un programa
triunfa, estuviera previsto o no, pocas semanas tardan el resto de las cadenas en
copiar su formato, cambiando una coma o foto del decorado, y presentándolo como
gran novedad, hasta que muchas veces el formato satura a la audiencia y cae por
su propio peso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario